Historia de dos pasiones
Entrevista a Pablo Gorlero
Editor de Espectáculos en el diario La Nación, especialista en musicales y director de teatro, Pablo Gorlero habló sobre su trayectoria y experiencia. Fueron cien minutos de charla en la Trinidad Guevara reflejados en este par de notas sobre sus pasiones profesionales: una, el teatro y dos, el periodismo.
Al trabajar como crítico y como director (el musical infantil Saltimbanquis) ¿Qué pensás de ambos roles en el oficio teatral y cuál disfrutás más?
Es mi conflicto actual. Disfruto de las dos cosas, del periodismo porque es mi esencia y de la dirección porque es nuevo, estoy absolutamente entusiasmado y me salió bien. No podría decirte cuál de las dos me gusta más porque en este momento me estoy debatiendo a qué le dedico más tiempo y todavía no lo sé.
¿Cómo fue trabajar con chicxs en Saltimbanquis?
Fue mi primera experiencia con chicos y tenía muchas ganas porque tengo una comunicación muy especial con ellxs. Lo que hicimos fue un proceso muy cuidado, desde la selección hasta las funciones. De entrada, quería que nadie estuviera forzado a trabajar en la obra, por la esencia de Saltimbanquis, una obra que habla de la solidaridad, la cooperación, ser buena gente, atender al otro. No quería que haya nadie ocupando un lugar artístico solamente para ganarse un mango. En el caso de los chicxs uno puede especular que el padre o la madre lo lleva por eso. Hicimos audiciones bastante arduas en ese sentido, para encontrar a esos chicxs que debían estar en la obra jugando, disfrutando y entendiendo.
¿Cómo fue el proceso de ensayos?
Primero empezamos a trabajar en células separadas con los actores adultos y con los chicxs; después, en la tercera o cuarta semana de ensayos, los juntamos. La incorporación de los chicos modificó muchísimo a los grandes, la obra se empezó a potenciar. Los pibxs aprendían del laburo de sus colegas mayores y, a su vez, estos aprendían de algo básico que tiene el chicx, que es la capacidad de juego. Los actores adultos sienten una presión muy grande al trabajar en el Complejo Teatral de Buenos Aires o en el Teatro Cervantes, en el teatro oficial que es el lugar donde quieren trabajar todos. Entraron muy nerviosos y asustados. Cuando entraron los chicxs, se dieron cuenta que, en realidad, la esencia del actor es jugar. Y jugando es como encontraron la brújula en ese quilombo de no encontrar a su personaje o no encontrarse a sí mismo dentro de la historia. Durante las funciones fue exactamente lo mismo: nosotros vamos a trabajar y los chicxs no, van a divertirse. Entonces te contagian y terminamos la segunda temporada de Saltimbanquis con una magia a la que yo aspiraba pero no pensé que se iba a concretar de este modo. Les dije que la obra iba a funcionar solamente si se constituía una tribu, así como la de los hippies, donde todxs tenían que colaborar con todxs. Es una obra muy coral, donde si uno le suelta la mano al otro, nos vamos todos en banda, incluyendo la parte técnica. Y esa comunión se creó desde el principio. La magia fue que estuvieran esos chicxs, esos diez pequeñxs le dieron pureza al elenco.
¿Cuál es tu experiencia en lo teatral?
No podés ser crítico óptimo si no oliste un poco por dentro el teatro. Estudié actuación desde los quince años con distintos profesores. No encontraba placer en estar arriba del escenario y que me vea tanta gente, pero sí en encontrar esas herramientas para transformarte en otro y para vivir momentos de ficción. Por eso también me empecé a meter e indagar un poco en las diferentes técnicas del actor. El haber estado metido en ese ámbito, también como crítico, me hizo vivir el análisis de una obra desde otro lado, saber qué es lo que le pasa al que está ahí arriba.
¿Cuál fue el motivo por el cuál te empezó a gustar la comedia musical?
Desde chico, mis viejos me llevaban al teatro. En segundo año del secundario, una compañera de la clase de música me comentó que había ido a ver una comedia musical que se llamaba El diluvio que viene, la empezó a comentar y me gustó todo lo que dijo. Fui al Lola Membrives, me pagué la entrada y me enamoré de la comedia musical, me encantó esa forma de decir a través de la música, que cuando al personaje no le alcanzan las palabras para expresar sus emociones necesita hacerlo a través de una canción o de una danza. Me parece que cuando eso se vuelve verdadero, es decir, cuando el espectador no se da cuenta del tránsito de la palabra hablada a la cantada, me parece sublime, hermoso. Fue como conocer una novia nueva, la comedia musical. La seguí investigando en esa época que no era periodista ni pensaba que iba a serlo. Iba a cualquier musical que se estrenaba.
¿Es masivo el teatro? ¿Llega a más personas de lo que parece?
Sí, claro. Yo no pienso lo que dice la mayoría. Creo que el teatro es una forma de arte masiva. No como la televisión o el cine pero sí lo es. Si no, no habría tantos teatros en este país, en esta ciudad, con más salas teatrales en el mundo.
¿Considerás que la comedia musical es un género menospreciado?
Durante mucho tiempo lo fue. Cuando me senté a hacer los libros (Historia del teatro musical en Buenos Aires, tres volúmenes, editorial Emergentes, 2013) fue más por un enojo, una indignación que me provocaba que todos los años había una nota en los medios grandes cuyo título era: “El boom de la comedia musical” y en el primer párrafo decían siempre algo así como “este país no tiene tradición de comedia musical”. Todos los años la misma nota. Cuando me empezó a entusiasmar el tema, fui a la Biblioteca de Argentores a buscar datos y me di cuenta que hay y hubo un montón de comedias musicales: se estrenaban 50 o 60 por año. Por eso me puse a recopilar toda esa información.
¿Por qué crees que pasó así?
Creo que por la subestimación que había con el género, siempre se consideró que era menor, que era solo show, pasatista, hasta que se lo empezó a analizar un poco más y a tomar en cuenta que el artista que es capaz de decir cantando, tiene un trabajo intelectual y de talento muy superior al que solamente sabe decir hablando. Recién se empezó a respetar un poco más hace unos años: lo vemos porque hay muchos más actores identificados con el teatro de texto que se atreven a hacer teatro musical. Todavía hay mucho prejuicio en el público: a pesar de tener fanáticos, el público está restringido fundamentalmente a esa gente que ama el teatro musical. Hay mucho espectador que todavía no se anima a entrar en ese código, que no es el verdadero porque no andamos por la vida cantando y bailando, pero cuando entrás a ver una obra de teatro musical y dejás la incredulidad en la puerta, te sumergís en ese código, puede ser sublime.
¿Intuías que Saltimbanquis iba a ser un éxito?
Me tocó una perlita para hacer. Sabía que podía funcionar porque había estado muchísimos años en cartel en los años 80. Esa gente iba a querer volver a llevar a sus hijxs o a sus sobrinxs o nietxs a verla. De todas formas, no pensé que iba a tener el éxito que tuvo, laburamos a sala llena siempre.
¿Creés que el teatro para niñxs en Buenos Aires subestima un poco a los niños?
Los que subestiman a los niñxs suelen ser los productores, generalmente los de la calle Corrientes, que se largan a hacer un infantil con una chica pulposa de la tele, le juntan un puñado de canciones, alguien les arma un textito y salen a hacerlo. Eso es subestimar al público infantil pero son los menos por suerte. Hay muy buenos espectáculos para chicxs. Buenos Aires va a la vanguardia de muchas ciudades del mundo donde no es habitual que los chicos vayan al teatro: es la mejor forma de iniciar espectadores.
¿Los premios Hugo sirvieron de alguna forma para que el género musical se instalara con mayor fuerza?
Sí, sirvió bastante; de algún modo, lo legitimó, le dio una visibilidad que no le daban los demás premios. Por una cuestión lógica, no podés hacer un premio teatral donde haya ochenta rubros. La idea que tuvimos con Ricky Pashkus fue tener un premio que involucrara todas las áreas que hacen al musical. Hizo que muchos que tenían ganas de hacer musicales se largaran a hacerlos, sobre todo en el ámbito del teatro independiente. Hablo de los creativos locales, que dejaron de esperar a que venga el musical de afuera y se pusieron a hacerlo. Era nuestro propósito.
¿Apostarías a llevar tus proyectos a otras provincias?
Me encantaría. Con Saltimbanquis estoy tratando. Quizá en Córdoba el año que viene pueda concretarse. No es una obra fácil de hacer, requiere mucha gente, niñxs. Pero siempre se puede. Las ciudades del interior deberían tener posibilidades de hacer un buen producto. La ventaja de trabajar en un teatro como el San Martín o el Cervantes es que vos presentas tu sueño y casi nunca te dicen “esto no lo podemos hacer”. Porque manejan sus presupuestos de acuerdo a todo lo que pueden hacer. Para una obra comercial sería carísimo. Pero es la obligación del teatro oficial hacer espectáculos de calidad.