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  • SALA TOMADA

Que de lejos se vea un palacio

El Teatro Nacional Cervantes produce sus propios espectáculos a través de diferentes talleres: utilería, escenografía, luces, sonido y vestuario son algunas de las áreas que hacen posible que cada una de las obras se lleve a cabo en tiempo y forma. Sala Tomada tuvo la posibilidad de hablar con quienes forman parte del Taller de Vestuario y entender cómo es el proceso de producción de las prendas que potencian los personajes

Por Vera Lauckner y Guadalupe Taborda Goldman



En el quinto piso de nuestro único teatro nacional se encuentra el Taller de Vestuario “Inés Gutiérrez”. Al abrir la puerta, alrededor de quince personas realizan sus tareas. “Todos somos realizadores integrales. Algunos pueden pintar, otros bordar o hacer algún tipo de tejido. Aquí trabajamos no solo telas planas sino todo tipo de materiales: desde pieles sintéticas hasta cueros”, adelanta Nelson Ricardo Segovia, jefe de sastrería del TNA - TC.

Cada vez que llega un proyecto de obra para realizar en el TNA-TC, se hace una reunión con las distintas áreas. Según la obra, varía la dinámica de trabajo: a veces, se acuerda con cada disciplina por separado. En otras ocasiones, se junta a “la tríada visual”, es decir, escenografía, iluminación y vestuario: como “La Liga de la Justicia” pero de la puesta en escena. “Para nosotros es muy importante conocer cómo será la escenografía, los espacios, por dónde debe transitar el personaje”, aclara Segovia.



Una vez que se acuerda con las demás áreas, se lleva la carpeta con la información al taller. Allí se divide el trabajo según la experiencia que tenga cada uno y sus especialidades: “Más o menos tratamos de que se reparta de manera igual”, dice Segovia. Aunque sabe que, por la naturaleza de la labor, es imposible que la repartición sea exactamente uniforme: “Quizás a mi me tocan dos camisas pero a otro cuatro corpiños y se compensa”.

Una vez que está dividido el trabajo, llega el momento de la moldería. Previamente, ya están tomadas las medidas de todos los actores que van a trabajar en la obra. “Cuando vienen a firmar contrato, por lo general, después bajan al taller para las medidas, por las dudas de que llegue el material antes y podamos empezar. Se toma todo, de pies a cabeza”, comenta el Jefe de Sastrería.

La toile (que se pronuncia tual) es una versión de prueba del vestuario que se hace en liencillo, un material con el cual también trabaja el área de escenografía. Su objetivo es que la diseñadora vea si el resultado cumple con sus expectativas. Además, sirve para no entregar el vestuario terminado con tanta anticipación para ensayar y que corra el riesgo de estropearse antes del estreno. “Antiguamente, se usaba alguna prenda similar, pero a veces no hay en existencia prendas que cumplan esta función en el depósito –dice Nelson. La toile es lo más fiel posible para que cuando pasen a la prenda original no haya mucha diferencia”.

Los trabajadores del Taller coordinan su accionar a partir de las direcciones del o la diseñadora de vestuario de cada obra. Podemos asesorar a los vestuaristas. Nosotros sabemos por oficio. Pero la decisión y la palabra final son del diseñador. Se respeta el diseño lo más fiel posible”, aclara Segovia.
















Un tema que suele generar encuentros conflictivos entre diseñadores y realizadores son los materiales y los colores. A veces, las telas son muy claras o brillan demasiado. La distancia entre el escenario y los ojos del público no es la que se acostumbra cotidianamente y las luces tampoco afectan de la misma forma. Para esto, los trabajadores del taller tienen un criterio muy firme: “Que de lejos se vea palacio”. Es decir, lo que importa es cómo lo ve el público, aunque en realidad el vestido este hecho con bolsas de plástico.

En el Taller de Vestuario, además del área de realización, hay un pequeño tesoro. Entre cortinas de terciopelo rojo, como los antiguos telones de teatro, se esconden unos percheros. Allí cuelgan vestidos y blusas que datan, aproximadamente, desde los orígenes del Teatro Cervantes. Materiales pesados y forros cosidos a mano evidencian el paso del tiempo, aunque no hay registro exacto de cuándo o para qué se usaron. “Este vestido sabemos que lo usó Juana Hidalgo, porque lo dice la etiqueta, pero no hay un registro oficial ni tampoco sabemos en qué año”, argumenta uno de los realizadores del taller.



El incendio del Teatro Nacional Argentino el 10 de agosto de 1961 marcó un antes y un después en su historia. Los probadores del taller son una de las partes de la estructura del edificio que se conservó en perfecto estado y eso se nota en su amplitud. Sin embargo, se tomaron medidas de seguridad por si vuelve a haber una emergencia: salidas a escenario y puertas contra fuego, no sólo para proteger el edificio y sus trabajadores, sino también las prendas que ahí se conservan.

En los dos pisos superiores al taller hay más depósitos. En el sexto, se guardan los trajes que fueron usados por mujeres. En el séptimo, los de hombre. “No es como un museo. Lamentablemente, no se conservaron las cosas como corresponde. Además, hay cosas que desaparecieron o nunca las devolvieron. A veces se presta vestuario para giras y obras en otros teatros, pero no siempre las devuelven en buen estado”, concluye Segovia, el alma del palacio.

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