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SALA TOMADA

“El Pollo”: historia de un testigo

El mundo de los acomodadores de los teatros es vasto y enigmático, pero la historia de Ricardo “el Pollo” Scandizzo es muy especial. Casi 30 años en el TNA – TC, pasó por varios roles y conoció a muchas estrellas. Espectador privilegiado, en esta nota cuenta algo de su álbum de anécdotas del espectáculo.

Por Sol Putrino y Leticia Galeano



Una amiga de la China Zorrilla casi se tira desde un palco del teatro hacia al escenario. Mirtha, Susana y Moria fueron ignoradas por el público ante la aparición de Maradona en el foyer. Joaquín Furriel, un tipo macanudo: “En una vuelta me encontró en el subte a mí –cuando ya era medio conocido– y desde un vagón, viniendo a unos pasos rápidos, me grita: ‘¡Pollo!’”. Esa es la anécdota de Ricardo “el Pollo” Scandizzo, acomodador del Teatro Nacional Argentino - Teatro Cervantes desde el 3 de septiembre de 1990; aunque primero, trabajó como boletero durante 15 años. Cuenta, también, que dos meses más tarde de su ingreso al trabajo, conoció al chofer del 129 y con quien hoy comparte una amistad. La relación con el chofer del colectivo –cuyo recorrido lo trae de miércoles a domingos hasta la Av. 9 de Julio– le sirve de referencia para medir los años que viene trabajando en el teatro, si bien “él se va jubilar antes que yo, a mí me faltan nueve años”.

Testigo de toda la programación del Cervantes hace más de 27 años, comenta cuáles fueron sus obras favoritas. La mejor obra del teatro, de acuerdo a este crítico, fue La pulga en la oreja en 1995: “Carlos Calvo –actor de la obra– venía más temprano y se quedaba en la boletería conmigo. Era muy jodón, pero tremendo, eh… Las chicas lo seguían mucho y cuando venían a comprar entradas para verlo a él, yo las cargaba y les decía: ‘¿Ustedes lo quieren ver?’”. Y ellas respondía que sí, que lo querían “lo más cerca posible”, recuerda imitando la voz de aquellas chicas. “Calvo estaba sentado al lado mío, tras las rejas de la boletería”, remarca pícaro, entre risas.



Su inmensa lista anecdótica recae en los más variados nombres. Damián De Santo, además de las propagandas de Casancrem, actúo en el Cervantes en Los siete gatitos (1998) y en Las paredes (1999). En ambas obras, De Santo siempre se retrasaba en los intervalos de cada una de las puestas dado que se quedaba con el resto de los acomodadores mientras tenían su descanso. Y de otro actor, cuyo nombre no recuerda, cuenta jocoso cómo se había “colgado” en una situación similar y al encaminarse hacia el escenario, para tomar su papel, se había olvidado el bastón de su personaje. Allí, los acomodadores aparecieron como almas salvadoras y tras alguna maniobra le acercaron la utilería: “Es que esas cosas pasan”. “¿Pero salió a la obra sin el bastón?”, es la pregunta a la que responde: “No, no, se lo alcanzaron justo”.

Inquieto como él solo, “el Pollo” se anima a más. Durante la temporada de 2019 del TNA - TC aceptó actuar en La guiada, la obra dirigida por Gustavo Tarrío, pero con un acuerdo: “Lo único que quiero es maquillaje”, dijo.



Si nos remontamos a los comienzos de su carrera, podemos contar con un gran aporte que le brindó al teatro. Junto al Jefe de Sala, confeccionó la enumeración de la sala Orestes Caviglia que previamente –tal como se relata en La Guiada– era una confitería. Además, de su reciente debut como actor, su rol de acomodador y anteriormente como boletero, le otorga la oportunidad de conocer hasta los más recónditos rincones del teatro: “Conozco hasta el tanque de agua”. Para quienes mantienen su fetichismo por lo teatral, Ricardo Scandizzo puede ser fuente de envidia, de la sana, pero envidia en fin.



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