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SALA TOMADA

Los representantes del pueblo


¿Cómo pensar la función y presencia del coro griego en una puesta contemporánea de Edipo Rey? Les tres coreutas –Raquel Ameri, Liza Casullo y Hernán Franco– y la coreógrafa Jazmín Titiunik hablaron acerca de la multidisciplinariedad con que enfocaron el trabajo.

Por Franco Lapalma y Florencia Orué



En una entrevista extensa y divertida, las actrices Raquel Ameri y Liza Casullo, el actor Hernán Franco y la coreógrafa Jazmín Titiunik recorrieron el trabajo “maratónico” de agregarle a la actuación la musicalidad y principalmente el movimiento al coro inquieto del Edipo Rey dirigido por Cristina Banegas. Este equipo, que trabajó en paralelo al resto del elenco, tiene como guía los sonidos propuestos por Carmen Baliero y despliega una danza performática con la que representan el padecer y el sufrimiento del pueblo griego.

Además de lo que experimentaron al ser convocados para ser parte del elenco, los cuatro entrevistados relataron diversos sucesos, desde las varias capas actorales hasta el cruce de disciplinas dentro de la obra. Incluso mencionaron los cambios y decisiones de último momento, como el vestuario definido un día antes del estreno o la complejidad de encontrarle un sentido sonoro a la actuación.

Los actores y la coreógrafa les abrieron la puerta de su camarín a los Jóvenes Periodistas para hacer una nota que empezó con la reacción de Raquel Ameri a la convocatoria: “Estaba chocha, Guillermo Angelelli fue mi maestro por muchos años, me puso muy feliz poder compartir escenario con él. ¡Y qué escenario! Era un desafío en todo sentido. También me daban muchas ganas de trabajar con Carmen Baliero, con quien nunca había podido hacer nada y seguía hace tiempo. Desde mi camino como artista y en la vida, llegar a hacer esta obra es un placer enorme”.

Además, la corifeo de la tragedia griega en la versión de Banegas y Esteban Bieda remarcó “la mística y lo imponente” que es la sala María Guerreo y relató una anécdota muy emotiva sobre el TNA - TC: “Tengo un libro sobre este teatro que me regaló mi abuelo cuando yo tenía 19 años –hago teatro desde los 13– pero como miraba unos programas recontra berretas, él tenía miedo de que me transformara en una actriz de telenovelas. Entonces me regaló ese libro y me escribió como dedicatoria: ‘Para que algún día pises este escenario’. Hoy tengo 40 años y justo cuando me convocaron encontré el libro. Podría haber quedado solo en un sueño pero ahora estamos arriba del escenario”.

“El proyecto me encantó desde un comienzo, fue muy particular cómo cambió la propuesta original al resultado final: me convocaron para hacer música, para estar atrás de un atril”, describió Liza Casullo. Además agregó que el proceso “fue mutando de una manera brutal, cambiando hacia un laburo expresivo, físico, de movimiento y musical desde otro punto de vista que sigue estando genial”.

En relación a esa mixtura de lenguajes y cruce de disciplinas, les tres intérpretes afirmaron estar encantadxs con el desafío y remarcaron la importancia de la llegada de Jazmín Titiunik al elenco un mes antes del estreno. Finalmente comentaron el rol clave que tuvo Baliero para darle sonido a la forma. “A mí siempre me gusta estar como en ese borde de disciplinas y de lenguajes y me encantaba que me llamen por algo actoral y también musical”, declaró Liza.

Acerca de la entrada de Jazmín a la obra, contaron que al empezar los ensayos, entre la música y la puesta en escena, se hizo necesaria una construcción más coreográfica y fue ahí cuando ingresó Titiunik. “Empezamos a poner el cuerpo pero necesitábamos que alguien organice todas nuestras exploraciones y pruebas”, explicó Raquel.

En ese mismo sentido, Hernán Franco desarrolló en profundidad y a gran velocidad: “Inteligentemente después advertimos junto con Jazmín que se necesitaba hacer algo más con el desplazamiento espacial, por la capacidad que tenía el espacio y la enormidad de la sala. Ahí entró ella y se puso mucho más divertido el asunto, en el sentido de que quizás la actuación no fue pensada solamente desde la palabra, sino que empezó a haber en nosotros en los cuerpos algo que yo considero lo más importante para actuar que es un cruce entre varias disciplinas”.

Para Jazmín, fue esencial la articulación con Carmen en el trayecto de la obra, tanto en el intercambio de ideas y miradas como en las pruebas en los espacios de lo sonoro y lo coreográfico. Había que pensar cómo se organizaba el coro en relación con la obra, entendido como una unidad, como el lugar del pueblo, el que estaba excluido de las decisiones y del lugar del poder. “El trabajo fue pensar cada una de estas escenas como estos ríos que cruzaban, que entraban en la obra, instalaban unas preguntas y volvían a retirarse aunque todavía estaban en escena. Salían y entraban en el foco, que instalaba otro tiempo en la obra y otro espacio”, concluyó.



“Era muy interesante cruzarme con gente que quizá no conocía pero sí sabía que venían de ramas diferentes. Ellas (Raquel, Liza, Jazmín, Carmen) fueron, en mi caso, buenas plataformas para resonar y que no quede la actuación solamente en lo que se puede suponer que es una obra trágica, que es hablar bien y producir solamente significado a través de la palabra”, destacó Hernán acerca sus compañeras de equipo.

A la manera de un Cancerbero de tres cabezas, Hernán comentó cómo fue para ellos ser dirigidos al unísono por Cristina, Carmen y Jazmín: “No solamente hicimos la pieza sino que también, por lo menos en mi caso, aprendimos rápidamente a ver todo el material y a distinguirlo. A entender que hay muchos frentes y que esos frentes tienen que estar muy equilibrados y acordes. Estábamos tironeados por muchas fuerzas a la vez”.

Entre risas, los tres reflexionaron cómo esa multiplicidad de capas, los obligaron a vivir múltiples experiencias y ver más allá del texto dramatúrgico. “Creo que entendimos, por todas esas fuerzas y esas tensiones, mucho más de lo que Sófocles quizá quería plantear con el coro. Vimos muchos más aspectos, mucha más forma y salí mucho más fortalecido y enriquecido del trabajo”, analiza Hernán. En cuanto a la articulación del trabajo del coro con la dirección general de Banegas, Casullo dijo que los obligó a reflexionar sobre ciertas partes del sentido, en relación con la enunciación o la expresividad.

Pero ¿cuál es la función del coro? Para Hernán, tiene una función poética pero no la de hablarle a otro personaje. Por eso –dijo– sus voces resuenan en varios planos. Para Raquel, a diferencia de los personajes que están confusos y tironeados, “el coro es lúcido y coherente”. Ante la necesidad de quitarse las prendas del torso, Jazmín confesó que lo venía pensando de antes, ya que para ella significaba “lo apestado, lo pobre”, algo precioso e incluso potente: “Dejaba ver todo lo que trabajaban con los cuerpos. Hay una piel, una lepra”.

Al reflexionar sobre el público, Raquel dijo que quienes vienen a ver Edipo Rey, están dispuestos a ser inocentes y vivirlo como si fuera la primera vez, porque ya se sabe lo que va a pasar. Para Casullo, hay que intentar romper con los nichos y corazas, ya que los nuevos públicos generan otro feedback, otro sentido: “Cuando en la sala sube el telón y ves esa multiplicidad en juego, es invaluable”.

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