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SALA TOMADA

De todo y un poco más

Una noche, les Jóvenes periodistas formaron parte del público de Alejandro Tantanian & Diego Penelas en concierto, para conocer las dotes de cantante y showman del director del TNA en un marco distinto. Acerca de ese descubrimiento, entre pizzas y cervezas, trata esta crónica.

Por Victoria Vidal



La noche del sábado, el segundo del mes, encuentra al íntimo público de Bargoglio decidiendo qué tomar. El frío de afuera no afecta el clima cálido e íntimo del lugar. Cerca de las diez bajan las luces y se apaga el murmullo para invitar a los artistas a ocupar su lugar en el pequeño escenario. ¿Qué es lo que suena? “Un hombre”. Así abren el espectáculo, interpretando un poema de Nicanor Parra. Nunca calzó mejor la palabra “interpretar”.



Hace alrededor de diez años que Alejandro Tantanian canta acompañado de Diego Penelas sentado al piano. Juntos hicieron De noche (2008) -el último espectáculo de la trilogía que comenzó con De lágrimas (con Edgardo Rudnitzky, en 2002) y De protesta (con Marcelo Moguilevsky, en 2004)- y continuaron con los ciclos Viaje de invierno (2010) y Las canciones (2013). Esta vez, después de trabajar en la obras Almas ardientes (2014) y Todas las canciones de amor (2016/17), retoman el formato café concert para brindar, como ellos mismos dicen, “un recorrido ecléctico sobre ciertas pasiones musicales compartidas”. Pero el género musical no agota, nunca, lo que este dúo hace arriba del escenario.

Es imposible, para quien asiste a uno de sus espectáculos por primera vez, adivinar el repertorio que sigue. Se suceden desde tangos, pasando por algún tema de Roberto Cantoral o Liliana Felipe, inclusive Serrat, y se intercalan canciones de musicales como Los Miserables o Yentl. A todo eso se suman poemas de Ida Vilariño y Marina Tsvietaieva, que el mismo Penelas musicalizó para que los cantara Tantanian. Jugando con todo lo que les gusta, sin dejar nada fuera, muestran lo permeables que son la música, la literatura y el teatro. Y como no les es suficiente con cruzar la barrera de los géneros, se deslizan, sin esfuerzo, de las letras en castellano al inglés, del inglés al alemán y de vuelta. En todo manda la variedad.


Divertido y con dotes de capocómico, Alejandro Tantanian presenta canción a canción. Detrás de cada una de ellas, hay una anécdota a la que presta voz y cuerpo: con energía e intensidad se mete en la piel del intérprete que toque, sea Gardel o Emilia Attias. “¡Aplaudan más fuerte!”, apura a un público tímido. Los quiere ablandar y no hay duda de que sabe cómo: con su teatralidad a flor de piel y un humor irónico, político, se gana las primeras risas. La audiencia comienza a despabilarse: “Tranquilos –advierte–, los ¡bravo! ya van a llegar solos”.



El talento musical de Penelas acompaña las idas y venidas de Tantanian, que lo obliga a resbalar ágilmente sobre las teclas del piano. “Hace muchos años que me soporta”, bromea el cantante. A todo lo que propone e improvisa, el músico responde sin impacientarse. La familiaridad que comparten y la manera en que se complementan, sumado a lo bien que conocen el material, les permite dirigir la atmósfera y a un público que ya está cautivado por ellos. De una canción a otra pasan de la risa a la emoción más conmovedora.

Así transcurre la noche y quienes están escuchando no se levantan de la mesa. Todos están atrapados por las historias que contienen la música y los personajes que van apareciendo. Después de hacer los coros a la última canción de Arjona, el público suelta los aplausos y ovaciones adeudados. Tantanian y Penelas saludan y regalan el bis: tiene letra de Homero Manzi y música de Schubert. Está claro: “ecléctico” es el sello que define a la ocurrencia de estos artistas.

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