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Un grito que no se ahoga en el mar

La Escuela Municipal de Arte Dramático de Mar del Plata tiene una historia de más de cuatro décadas que nunca fue contada. Casi 42 años en los que debió mudarse ocho veces ante la falta de un edificio propio, a pesar de múltiples pedidos. Nuestro Joven Periodista marplatense, estudiante de esa institución, habló con profesores y referentes para testimoniar en esta nota sobre el recorrido y el reclamo de este espacio artístico y educativo.

Por Sebastián Fraternali



Intentar recorrer o reconstruir la historia de la Escuela Municipal de Arte Dramático “Angelina Pagano”, la EMAD de Mar del Plata, es un camino casi infructuoso. La data histórica que se conserva se reduce a un breve texto, redactado por el Grupo de Investigaciones Estéticas (Facultad de Humanidades – Universidad Nacional de Mar del Plata), y un puñado de menciones en los diarios locales. La facilidad, en este caso, radica simplemente en tener la suerte de ser estudiante de la institución. Pero ¿suerte en qué sentido? La respuesta es muy sencilla: en que la prueba directa de la existencia de la EMAD son nuestros docentes, prueba viviente de una escuela silenciada durante gran parte de su historia.

La EMAD nace en plena dictadura militar, bajo la intendencia de Mario Russak, en el año 1979. La secretaría de Educación convoca, por aquel entonces, al reconocido profesor Enrique Ryma, quien fuera también docente en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de Buenos Aires, para dirigir a la recién nacida escuela marplatense.

En ese caos político e institucional, en los primeros ochenta ingresa el alumno Jorge Frontera, actual profesor de las cátedras de Actuación (Formación Básica) y Actuación III de la carrera de Profesorado en Teatro. ‘‘En ese momento, la carrera duraba tres años, era sólo formación actoral. Si bien ya existían los proyectos para incluir la parte pedagógica, pero no se concretaban. Uno de ellos, muy interesante, proponía realizar los tres años de formación actoral y luego dos más con lo que fueran las materias pedagógicas. Durante la semana se cursaba y los sábados y domingos siempre ensayábamos algo. La escuela funcionaba en un edificio situado en la calle Moreno y XX de Septiembre y había que hacer fila afuera para tener un espacio, porque siempre había muchos ensayando. Las propuestas que se realizaban las llevábamos a las peñas’’, cuenta el profesor que comenzó en 1988 como ayudante de cátedra: ‘‘No había concursos para ingresar o para titularizar, para eso tuve que esperar 27 años, es decir, que recién pude hacerlo en 2016. Durante esos años, prácticamente, era vivir en la incertidumbre, porque te podías quedar tranquilamente sin trabajo’’.

El funcionamiento de la escuela aún no contaba con las pautas actuales para la convocatoria docente ni, mucho menos, con la actual oferta educativa. La EMAD forma técnicos en actuación y profesores de arte teatro, con títulos de validez provincial y nacional. La Tecnicatura adquiere su carácter hacia 2007. La llegada del Profesorado se formaliza, recién, en 1998, con la creación del “Magisterio en Teatro” en pos de la reciente Ley Federal de Educación (1993).

“Cuando las carreras se dividen en tecnicatura y profesorado -recuerda Frontera-, con un grupo de profesores donde estábamos Antonio Mónaco, Enrique Baigola y yo, dijimos lo siguiente: está perfecto el profesorado, pero nosotros vamos a seguir enseñando actuación. Este es un punto en el que encontré disensos con otros profesores. No estoy de acuerdo con ese pensamiento de que hay que adaptar la actuación para lo que es el profesorado. Enseñar a enseñar está perfecto, pero creo, además, que la pedagogía teatral es algo que se aprende también haciendo, trabajando a fondo con el actor y con la actriz y no tanto tratando de cruzarse con ciertas metodologías pedagógicas. Si bien estas son muy buenas y muy válidas, por supuesto, pero me parece que, por sí solas, no llegan al fondo de la cuestión.’’

Un pedido sin respuesta

Más allá de las posibles antinomias respecto del encuadre de algunas cátedras por carreras, la escuela afronta un problema mucho mayor y de igual data que su trayectoria: la falta de un edificio propio. Para Paola Belfiore, profesora de Trabajo Corporal, es una deuda histórica: “Estudié en la escuela desde 1998 a 2003, cuando me recibí, y empecé a trabajar en 2010. Tuve la oportunidad de trabajar con distintos directivos y, no sé si el privilegio, de pasar por tres edificios. Después de 41 años de existencia, seguimos con la necesidad de un edificio propio, acorde a nuestras actividades. Hoy la escuela funciona en distintos espacios, porque no se puede poner toda la carga horaria en un mismo edificio. Esa es la deuda de la gestión política y cultural de Mar del Plata con la EMAD. Hace 41 años que se viene peleando por eso, pasaron distintos gobiernos y esta lucha no es escuchada. Es muy importante el funcionamiento de nuestra escuela, en una ciudad teatral, de mucha producción de espectáculos que no solo se realizan para las temporadas. O sea, la capital nacional del teatro no tiene un edificio para su escuela municipal de teatro’’.

Para mayor exactitud, la EMAD pasó por ocho edificios diferentes hasta llegar a su actual locación, en la calle Necochea 3672, que comparte con otro instituto municipal de formación docente. Edificio que no está adaptado para la actividad teatral, a excepción de un solo aula. Desde su creación en 1979, funcionó en la Escuela N° 6, de Mitre y Gascón; luego, de 1980 a 1984, en Villa Victoria; en 1985, entre la Escuela N° 15 y los pasillos del Hotel Provincial; y, desde finales de ese año hasta 1989, en el edificio de Moreno y XX de Septiembre, que mencionaba Frontera. En 1990, funcionó en el edificio de la Caja Nacional de Ahorro, de Rivadavia al 2900; entre 1991 y 2000, en San Martín y Chile y, desde 2001 a 2005, en el edificio del Instituto Saturnino Unzué.

“En más de 40 años de existencia nunca logró contar con edificio propio. Ni siquiera con uno alquilado que reúna los requerimientos para su correcto funcionamiento. Uno como docente aprende a adaptarse, pero las condiciones son muy malas. Y, obviamente, esto condiciona los procesos de enseñanza y aprendizaje que se dan en ese marco. No es una cuestión personal. Creo que es la misma situación por la que atraviesan la mayoría de las y los docentes. Y que, lamentablemente, no tiene perspectiva de solucionarse. Nunca se pueden conocer con claridad qué proyecto de ciudad en materia cultural tienen los gobiernos municipales. El diálogo con las autoridades del área siempre es dificultoso’’, dice José Luis Britos, profesor de la cátedra Actuación I.

¿Qué puede esperarse entonces, cuando una escuela no cuenta con el apoyo de las autoridades estatales competentes? ¿Hay forma de salir adelante? Afortunadamente, en los últimos años, la EMAD pudo levantar la mirada y abrir sus puertas a toda la comunidad.

“Valoro muchísimo la gestión de Sandra Othar (actual directora), porque realmente hizo que la escuela se conociera mucho más. Anteriormente, cuando yo empecé y hasta muchos años después, estábamos muy metidos en lo nuestro. Pensábamos que la publicidad podría llegar a resultar engañosa. Pero esta gestión hizo mucho por difundir el trabajo de la escuela, no sólo en Mar del Plata sino que también se convocó a alumnos de otras localidades cercanas. Me parece que eso es un logro fantástico’’, dice el profesor Frontera.

Desde las diversas solicitudes a la banca 25 del Honorable Consejo Deliberante (que permite a ciudadanos y ONGs acercar sus propuestas) para pedir edificio propio hasta las constantes apariciones en las múltiples exposiciones educativas, los proyectos de Muestra Anual Callejera y de acercamiento de las escuelas primarias, el reconocimiento a la EMAD mejoró notablemente. Tanto que cada año, durante el proceso de inscripciones, las cohortes aumentan su número así como la totalidad de estudiantes que se reciben por cada carrera (un promedio de 120 ingresantes a la formación básica, sumado al egreso de entre 20 a 25 docentes de teatro y de 20 a 30 técnicxs en actuación por año, en los últimos cuatro años). Además, la institución brinda una Especialización en Dramaturgia, en conjunto con Argentores y las Secretarías de Cultura y Educación del Partido de General Pueyrredón. Cómo, entonces, ante tal oferta educacional y relevancia a nivel local, la EMAD pareciera estar aún tras bambalinas del escenario local. En palabras de nuestra directora, Sandra Othar, las autoridades “nos tienen como si viniéramos del Far west’’. Tal vez sí, venimos de la lejanía, como nómades de un arte del presente. Pero hay algo que nunca van a poder sacar: el espíritu de lucha, por exigir aquello que corresponde por derecho y por ser visibles en la comunidad. Porque si hay algo que garantiza la identidad plena, no es sólo el tener un nombre, una trayectoria local o un padrino académico extraordinario como Raúl Serrano; es el derecho innegable e indiscutible a la casa propia, para que el semillero de actrices, actores y docentes siga germinando. Por eso, a la EMAD marplatense, en sus casi 42 años ¡Salud!


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