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Sin cuenta son los años sobre las tablas

Ricardo Bivi, actor, director, escritor y profesor, está sentado sobre el escenario de la Vicente Primavera, la sala en la que a los 15 años comenzó en los años 70 a dar sus primeros pasos. Hoy, con 50 años de trayectoria en el teatro de Zárate, cuenta su historia y comparte su mirada sobre la actividad en la localidad del norte bonaerense.


Por Rocío Vélez


El hombre que dirigió y produjo obras como Prueba de amor, de Roberto Arlt; La señorita Julia, de August Strindberg; El gran deschave, de Sergio De Cecco, entre otras, desde muy chico se dio cuenta de que sentía pasión por el teatro. En sus comienzos con los grupos nocturnos del Colegio Nacional de Zárate donde conoció a un compañero de camino, Miguel Dao; después en la sala Vicente Primavera representando obras de Bertolt Brecht; y más adelante, cuando pese a que le tocó la “colimba”, pudo seguir haciendo teatro en lugares cercanos a Campo de Mayo. Hoy Ricardo Bivi lleva adelante un grupo que formó en los 80, Studio 80, sigue con sus funciones y da clases de teatro para todas las edades. Si bien no es el único teatrista en la ciudad de Zárate, es quizá uno de los que más funciones locales lleva en el cuerpo, alguien a quién habría que brindarle la oreja, para conocer la trayectoria teatral de la ciudad, y los ojos, para ver sus obras, tan llenas de ganas y esfuerzo.



-Hizo funciones en el Teatro Coliseo ¿y dónde más?

-En el Círculo Popular de Cultura, donde estoy fijo desde 2009; todo lo otro lo hice en el Coliseo, cuando la Municipalidad lo tenía a cargo. Hice también Israfel, la obra de la vida de Edgar Allan Poe escrita por Abelardo Castillo. También hago la escenografía, Para Israfel hice siete u ocho distintas en el Coliseo, algo que logré porque tuve la inteligencia, entre comillas, de utilizar todos los espacios. Dividí el escenario en tres partes, otra afuera del escenario, delante de las butacas con unas maderas, y las otras tres escenas iban en los palcos, dos derecha, dos izquierda. Un laburo tremendo, pero la obra fantástica, la vida de él era fantástica. También hice ahí Libertad condicionada, la escribió una escritora zarateña, Cecilia Olivi. Habla de la pelea interna entre la hija de un diputado, o el hijo, porque yo la hice al revés: cuando tenés muchas mujeres en los grupos, tenés que adaptar, siempre tuve 30, 25 mujeres y dos o tres varones.


-Era un tema el hombre en el teatro ¿no?

-Era como si fueran al ballet, tenían terror.


-¿Hoy también?

-Cambió un poco, pero no del todo, hoy mismo lo estoy viendo. En el último grupo, de marzo, tengo dos varones y diez mujeres. Otra obra fue Depende de nosotros, era una crítica a lo que se vino ahora, una futura pandemia si no cuidamos el planeta.


-¡A lo Nostradamus!

-Exacto, la escribí para 6to año del colegio y después la hicimos nosotros. En total, hice 370 obras en teatros, y por otro lado 725 del colegio donde trabajaba.


-¿Cómo es trabajar teatro en el secundario?

-Daba 4to, 5to y 6to. Para ellos en 6to era como que te recibías de actor. Fue una linda experiencia.


-¿Cómo llegó a la sala del Círculo Popular de Cultura?

-Primero estudiaba acá. Después fui pidiendo el espacio, cada vez que actuábamos, preguntaba cuánto me cobraban la sala, yo traía la iluminación. Hoy sigo pagando.


-¿Hizo giras?

-Sí, hacía Capilla, Baradero, Pilar, Escobar, y llenábamos. Y éramos un grupo de Zárate, desconocido. Pero había ese amor por el arte, te estoy hablando de los 70 y 80, cosa que se está perdiendo muchísimo.


-¿Siempre se dedicó sólo al teatro o tuvo que trabajar de otras cosas a la par?

-Nunca, esto para mí es un hobbie. Trabajé toda mi vida por fuera, en Siderca, en el Colegio, de remisero, vendo. Ahora tengo una blanquería con mi hija, esperando la jubilación que llega ahora. Siempre le digo a los chicos que no se queden solo con esto en la cabeza porque no es fácil llegar.



-En sus primeras funciones, el público, ¿cómo recibía al teatro?

-Voy a decir una verdad muy dura: hasta el año 2010, 2012, yo llenaba este teatro o el Coliseo. De ahí en adelante, no sé si es porque Internet está matando al cine y al teatro, no sé. Antes de la pandemia, tenía 60 personas aproximadamente, imagínate de 200 pasar a eso. Me he ido deprimido de acá porque te duele, tanto ensayar. También da bronca que viene uno, no sé, de los que trabajan con Tinelli, al Coliseo, pone en bolas a dos chicas, dicen chistes, y se llena. ¿Cómo puede ser? Mil pesos la entrada, yo cobro trescientos.


-Prefieren algo más comercial ahora, ¿no?

-Claro, y la gente piensa que es eso el teatro. Muchos me dicen para justificar que “voy al teatro a reírme, tengo mis propios problemas como para ir al teatro a sufrir”, entonces quieren ver cosas para distenderse. Y estoy de acuerdo en cierto punto, pero también tiene que haber cosas buenas.


-¿Cómo atravesó la pandemia? ¿Qué significó para el teatro local?

-En marzo, como todos, tuve que parar y volví a dar clases en noviembre, cuando el Círculo levantó el teléfono y me dijeron “podes empezar”. En enero, volvimos con el elenco, con Las de Barranco, ya tenían el texto. Un texto que venía desde enero de 2020 y en abril volvimos a parar, cuando ya casi estaba la obra, tenía la escenografía en papel, todo. Y ahora seguimos esperando.


-¿Y por videollamada o zoom no hace nada?

-No, no da. Los chicos me llamaban, pero ¿qué vamos a hacer? No nos vamos a poner en un zoom a hacer expresión corporal, si hacés un diálogo hay otros que se aburren, alguno no puede entrar, la tecnología tiene que andar bien. En mis clases doy juegos teatrales, interpretación, técnicas, trabajos con música, expresión corporal, relajación, desinhibición, teoría teatral, importación y matización de la voz, trabajar personajes, improvisación, etc. Lo que no perdí es la relación con ellos.


-Algunos teatros optaron por subir las obras a plataformas virtuales: ¿qué opina de eso?

-No es lo mismo, el actor y el público, mano a mano, es una impronta hermosa. Para salvar las papas está bien, el streaming también está bien aunque no lo haría. Necesito gente que esté mirando, aplaudiendo, riendo o moqueando, no importa.


-¿Considera que es valorada en Zárate la sala Vicente Primavera?

-El Coliseo te mata y la sala Vicente Primavera tuvo sus años de luces, como todo, y después se fue apagando por una cuestión muy básica, la gente de la comisión es muy grande y los jóvenes no quieren agarrar la papa caliente; entonces, vos vas a ver las paredes muy deterioradas, muy abandonado el teatro. Si vos abandonás un teatro, la gente empieza a mirar distinto, ahora pintaron el frente hace un año o dos. Hay gente que no conoce el interior del teatro y el Círculo Popular de Cultura (donde se encuentra la sala) el año que viene cumple 100 años.


-¿Cree que los zarateños son consumidores de cultura?

-Hasta 2015, había una movida muy importante de peñas, conciertos, teatro; pero hoy, no sé, digamos que 50 y 50. De todos modos, por la pandemia, creo que la gente está desesperada para ir al teatro, hay una necesidad y me han llamado preguntando “¿para cuándo la obra?”. Va a volver con muchas ganas.


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