Franco Morán, el pampeano-cordobés, es trabajador social, docente universitario de teatro y representante de la provincia de Córdoba en el INT. En esta nota, realizada por dos Jóvenes Periodistas cordobesas responde sobre los desafíos postpandemia desde una perspectiva federal.
Por Guadalupe Zaballo Dapuez
y Valentina Ayen
Quizás si no nos encontráramos en plena pandemia, las cosas sucederían así: un miércoles a las cinco cruzando la San Jerónimo, frente a la plaza San Martín, en el característico bar cordobés Sorocabana. Entre cortados y medialunas, cerca de la estatua de Daniel Salzano, es más fácil soltar la lengua y zambullirse en la movida teatrera de la provincia de Córdoba. Algo que a Franco Morán no le resulta nada difícil. El actual representante de Córdoba del INT, con un diario sobre la mesa y una agenda cultural cargada, no dudaría en contarnos los proyectos a futuro mientras da vuelta la entrevista preguntando un poco por el recorrido que nos llevó a él. Si bien los hechos no se dieron así, la espontaneidad del encuentro y la predisposición de Franco hicieron de la distancia y de la frialdad de las pantallas otro acercamiento posible que nos permite imaginar escenarios futuros compuestos de encuentros con café y medialunas.
Como nuevo representante provincial, su actitud al contarnos cómo asumió este nuevo cargo refleja su recorrido por la docencia, que aún sigue vigente. El interés por la formación y el empeño en jerarquizar la gestión cultural son piezas fundamentales que marcan su impronta.
Para Franco, asumir esta función a cargo de una provincia con un panorama tan prolífico en las artes escénicas que tiene al teatro independiente como un gran propulsor es una tarea desafiante. La Red de Salas de Teatro Independiente está integrada por 65 salas de la capital que representan el 85% del funcionamiento teatral de la provincia. La centralización de la actividad teatral, la necesidad de federalizar el alcance de las políticas públicas y la imperiosa necesidad de contar con datos fehacientes para conocer de manera certera el panorama teatral son algunos de los temas que charlamos con el nuevo representante provincial en la entrevista.
A lo largo de la entrevista, fueron surgiendo cuestiones relativas al funcionamiento interno de los órganos gestores vinculados al teatro. ¿Cuáles son los engranajes oxidados que no permiten dinamizar los espacios de gestión cultural? ¿Cómo contrarrestar las asimetrías existentes? ¿Sólo las salas consolidadas y la gente de renombre pueden ocupar un rol central en las políticas públicas? Y a partir de ahí, la pregunta que queda haciendo eco en el Meet es ¿Qué es el teatro válido?
Para Franco, el teatro no puede ser otra cosa que un sinónimo de apertura permanente. La noción de comunidad ampliada permite abrir la escena a aquellxs actores que siempre participaron pero no con la misma visibilidad: el teatro comunitario se abre paso y reivindica su labor en los márgenes de la sala. Como parte de sus propuestas en materia de gestión, Franco aspira a aceitar determinados mecanismos democráticos de participación y toma de decisiones, para garantizar la pluralidad en el ámbito teatral. Considera que ante la gravedad de la crisis, sólo la inteligencia colectiva nos puede sacar de esto: “En el caso de la participación, muchas veces la audiencia se va a construir por los cuerpos vivos de los territorios, centros vecinales, clubes para que vayan al teatro. En este caso estamos pensando en activar y revalorizar como espacio escénico los auditorios de los Centros de Participación Comunal”.
Está claro que toda acción que garantice el acceso al teatro no puede ser aislada o fruto de una motivación individual, desvinculada de la comunidad, sino que tiene que ser una política pública que piense, evalúe y garantice la continuidad del acceso a los bienes y servicios culturales. Otro eje de democratización se vincula con la función social de la escuela. Las puertas de entrada al teatro son múltiples y diversas pero algunas son más recurrentes. No se puede hacer política pública sobre la diversidad de individualidades sino sobre los recorridos comunes y uno de esos, quizás el más importante, es el de la escuela. “Eso no puede ser aislado, tiene que ser una política pública, sistemática, pensada, revisada y evaluada”, dice Franco.
En cuanto a la necesaria participación de las juventudes, Franco reconoce que hoy son un actor del presente invisibilizado: “Es momento de estar a disposición porque hay claves, estrategias y saberes a los que hay que dar lugar para poder asumir los desafíos. Ustedes son una generación a la que le puede interesar el teatro. Hay que dar el lugar para la participación, para las respuestas, para las propuestas, para las sugerencias y para que cada vez que aparezca una llamita de una iniciativa la podamos acompañar y potenciar”. Franco recupera el trabajo de sus alumnxs en la Universidad Nacional de Córdoba, en el que muchxs jóvenes vinculados al teatro buscan sostener un apoyo para la producción de sus primeras obras. Se dice que las voces de la juventud están siendo escuchadas, pero la presencia de las mismas se apaga o se mitiga en instancias como concursos o pedidos de financiación, espacios en donde los sujetos consagrados se encuentran en una posición más elevada e imposibilitan a estas nuevas camadas de artistas el acceso a los beneficios de becas o subsidios. Al ingresar por esta brecha —y tal vez porque el diálogo del representante de Córdoba es con dos Jóvenes Periodistas—, llegamos a debatir sobre los mecanismos de competencia injustos. Quizás en un futuro estas instancias tomen en cuenta la posición de quienes participan, una reorganización de los recursos y los actores de manera que la competencia sea más justa y enriquezca tanto a los sectores consagrados como a los emergentes.
Cómo federalizar los territorios y, a su vez, transversalizar el federalismo es otro de los desafíos a resolver pues las asimetrías y disparidades están presentes en todos los territorios. “Como parte de un diagnóstico general, hay una necesidad de diversificar los territorios de producción, circulación y acceso. Por lo menos en nuestro mapa, la inversión o la presencia del Instituto está muy centralizada y concentrada. Por un lado, la cuestión cuantitativa tiene que ver con que Córdoba cuenta con muchos hacedores y hacedoras y, por otro lado, hay un modelo de producción teatral que lo acompaña, pero no necesariamente es el mismo modelo de producción de gente que no es de Córdoba capital. Por lo cual, el gran dilema que tenemos es qué de las políticas que hace el Instituto siguen acompañando pero pueden ampliar su alcance y también lo que eso implica. Porque, por ejemplo, tal vez la gente de Oncativo viene haciendo teatro y no necesariamente accede o solicita subsidios al Instituto y sin embargo hace teatro hace cientos de años, ¿no?”, dice Franco que reconoce que la insuficiencia de información y datos es un obstáculo para conocer el panorama teatral con mayor precisión: “Lo que tenemos como referencia en cuanto a información e indicadores es una cosa que no es federal”, afirma acerca de la cuenta pendiente para gestionar a futuro de manera más efectiva la escena teatral.
Ingresar en la gestión en tiempos turbulentos implica adaptarse con mayor efectividad. Quizás es la velocidad de los tiempos virtuales o la gran necesidad de salir a flote pero, a lo largo de nuestra conversación, Franco rescata elementos de la organización pandémica que funcionan como salvavidas y que parece que llegaron para quedarse. Una es la importancia de la incorporación de lo audiovisual en la propia narrativa teatral y la otra es la presencia marcada de las redes sociales como herramienta de difusión y comunicación: “Tenemos que no sólo difundir sino también recuperar la voz de la audiencia. Si nosotros visibilizamos para pensar, cambiar y valorar qué piensan, sienten y viven aquellos que están o que potencialmente podrían estar en este acontecimiento, también es difusión”.
Encontramos una semejanza en la voluntad de lxs gestores para focalizar la mirada en la audiencia e incorporar esas percepciones para expandir los alcances del hecho teatral. El Área de Gestión de Públicos del Cervantes se encuentra en una sintonía similar partiendo de la premisa de que lxs espectadores son un componente ineludible del convivio, sin ellxs no hay teatro: “Toda política pública tiene que estar orientada a garantizar el derecho humano al arte, a la cultura, al goce y al encuentro. Todo teatro es un dispositivo de parte de una política que garantiza derechos”.
Apagón. Después del café, en condiciones no pandémicas, nos hubiéramos ido al teatro. Y una vez terminada la función caminaríamos hasta Santa Rosa al 826 para compartir nuestra opinión entre pizzas y birras. Pero como la vida sigue entre pantallas, nos despedimos de Franco con esperanzas de compartir espacios de la escena cordobesa en un futuro que se vislumbra cada vez más cercano. Apagamos las cámaras, cerramos los micrófonos y damos fin a la función.
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