Al noreste de la provincia de Buenos Aires y a menos de 100 kilómetros de la
Ciudad Autónoma, los 130 mil habitantes de la localidad de Zárate no parecen
interesarse por la actividad teatral, salvo cuando los visitan figuras famosas.
Nuestra joven periodista, vecina de esa ciudad, describe el paisaje cultural y busca
las razones de ese desencuentro.
Por Rocío Vélez
Frente al río Paraná, en la costanera de Zárate, una pareja de bailarines busca
recordarles a los transeúntes que están en la “capital provincial del tango”.
La costanera está llena, sin embargo, somos tres los espectadores. La gente se cruza
desdeñosa por el escenario improvisado, mira de reojo, filma un poco y sigue.
La cultura no es moneda corriente en esta ciudad industrial pero, a veces, uno se puede
detener a mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos.
En el centro de la ciudad se encuentra la principal sala de espectáculos, el Teatro
Coliseo, uno de los más reconocidos de la provincia de Buenos Aires por su arquitectura
y acústica. La sala teatral responde a la tipografía del teatro lírico italiano, en forma de
herradura y con más de 700 localidades.
Esas tablas que en 1933 pisó Carlos Gardel hoy son pisadas, únicamente y cada tanto,
por obras de teatro comercial (una de las que se ven en cartelera es “En el aire”, con
Facundo Arana) o actos escolares de colegios privados.
“Casi siempre las direcciones de cultura traen compañías de Buenos Aires que probaron
su éxito en la calle Corrientes, pero a nadie se le ocurre traer una obra que se da fuera de
ese circuito. De alguna manera, el que dirige la actividad teatral en Zárate o en otros
pueblos de provincia, en realidad trabaja con una mentalidad televisiva. Aquello que la
televisión ha legitimado es aquello que va a traer y que, además, la televisión ya
convenció al público de que esa obra es exitosa. La ciudad de Zárate replica a la calle
Corrientes y no al Teatro San Martín, y ahí queda encerrado ese espectador que no ha
tenido, porque no se le ha dado al pasar por el colegio, la posibilidad de elección dentro
de lo que es la estética”, dice con respecto a este fenómeno René Palmieri, docente de
lengua y literatura, conocedor y apasionado del arte.
A pesar de todo esto, a veces, aparecen rosas. En 2012, la secretaría de Desarrollo
humano y Promoción social de Zárate firmó una serie de convenios con el Teatro
Nacional Cervantes para presentar obras como La zorra y las uvas (2013), dirigida por
Tina Serrano; Así es la vida (2014), dirigida por Santiago Doria y con la actuación de
Roberto Carnaghi, Mario Alarcón, Rita Terranova, entre otros; La muerte y la doncella
(2015), dirigida por Javier Margulis; y ¡Pum… en el ojo! (2016), dirigida por Rita
Terranova.
La zorra y las uvas, y ¡Pum… en el ojo! fueron co-producciones, un camino que les
brindó a los trabajadores de la cultura de la zona la oportunidad de ser parte de una
producción con directores destacados, participar de giras por toda la región, presentar
funciones en el TNC e, incluso, cobrar puntualmente por su actividad ya que el trabajo
fue remunerado; y, por otro lado, le acercó al público la posibilidad de conocer otro
teatro.
¡Pum… en el ojo!, como casi todas las obras que trajo el Cervantes, se llevó a cabo en la
sala del Fórum Cultural, una sala que surgió del fuego. En 2007, un incendio intencional
causó graves daños en la estructura del galpón cultural, ya estaba bastante deteriorado
por los años. Frente a la demanda social por falta de espacios para actividades
culturales, el municipio decidió reutilizar el predio para la creación del Fórum.
Acerca del alcance de ¡Pum… en el ojo!, Hernán Antúnez, quien fue el asistente de
dirección, comenta: “Las funciones a sala llena fueron las primeras, luego tuvieron sólo
un 10 o, como mucho, un 20 por ciento de la capacidad total”.
La creencia de que “el teatro es cosa de la alta sociedad” quedó instalada y, por ahora,
nada pudo cambiar eso. Según la experiencia de Hernán, “la base del teatro también es
la exposición de todas las historias de las personas o las obras literarias. Sería ideal que
fuera parte del sistema educativo, ya que ayuda a las personas a comunicarse, a superar
miedos, ser creativos, entre otros”.
Algunas personas podrán preguntarse ¿por qué en una ciudad como Zárate de
aproximadamente 130.000 habitantes, en la primera función de esa obra, en el Fórum
hubo 220 personas y después tan sólo 80, 70 y 65 personas? Julio Belando, productor
teatral y quien, en ese momento y hasta 2020, fue el director general de Cultura
responde: “Me imagino que la explicación es que no hay tanto público para el teatro
independiente como para el teatro comercial, puede tratarse de una obra excelente pero
sin figuras conocidas se complica. Estuvo muy bien en el estreno porque mucha gente
acompañó, pero después ya no concitó la misma expectativa que una obra con figuras,
eso es un problema que sucede en todo el país”.
En la calle principal del centro de la ciudad de los naranjos en flor está la sala de teatro
Vicente Primavera, perteneciente al Círculo Popular de Cultura de Zárate, con 280
localidades. Esta sala se comenzó a pensar en 1937, cuando los jóvenes luego de la
jornada laboral se reunían en lugares como el Bar Mimo o el Círculo Popular de
Cultura.
Vicente Primavera, un trabajador de Celulosa, formaba parte de la comisión directiva
del Círculo y buscaba que el espacio tuviera un carácter más popular. Ese objetivo
rondó en la cabeza hasta que se materializó en lo que los jóvenes llamarían “El Pozo”.
Vicente les propuso a los integrantes de Amigos del Arte la construcción de camarines y
una sala, todo en El Pozo, un trabajo que duró casi 10 años. Asesorados por el
escenógrafo Saulo Benavente y el arquitecto Carlos Coire, trabajaron tanto obreros
como aficionados al arte a la par, con picos y palas.
La sala Vicente Primavera tiene mucho menos movimiento que el prestigioso Teatro
Coliseo pero sigue ahí, firme para recibir obras que lo soliciten, como fue el espectáculo
de Teatro Ciego. Y, además, el demiurgo de la sala, Ricardo Bivi, habita ese espacio
desde los años 70, dándole vida con sus clases y sus obras teatrales que van desde
August Strindberg hasta Abelardo Castillo. Sin embargo, la gente a veces no se detiene
a observar la rosa que hay en este espacio. “Voy a decir una verdad muy dura, hasta el
año 2010, 2012, yo llenaba este teatro o el Coliseo, de ahí en adelante, no sé si es
porque internet está matando al cine, está matando al teatro, no sé, tengo 60 personas
aproximadamente, imagínate de 200 pasar a eso. Es deprimente, te duele, tanto ensayar.
También da bronca que venga uno, no sé, de la tele, al Coliseo, pone en bolas a dos
chicas, dicen chistes y se llena. ¿Cómo puede ser? Mil pesos la entrada, yo cobro
trescientos”, explica Ricardo cuando se le pregunta acerca del público teatral zarateño.
También por el centro, pero no en una calle principal, hay una gran casa donde se
encuentra y da pelea contra la pandemia y una ciudad prejuiciosa con el under, el Anexo
Fantasma. Un espacio cultural joven, independiente y colectivo, donde se desarrollan
diferentes talleres y exposiciones, entre ellos, los de artes escénicas. “Con respecto a lo
que es el teatro en la zona de Zárate, ¡la verdad es que hay que trabajar muchísimo! Se
ve en las obras de teatro que voy haciendo con el Anexo, escritas por Juan Seré. Si bien
hacíamos muchas funciones, es difícil trasladar el público al teatro, más que nada al
teatro under, porque después quizá viene una obra con actores populares o reconocidos
al Coliseo o al Fórum y explota, pero cuando los actores no son conocidos y son de la
zona, muchas veces se hace juicio de valor”, dice Gastón Meo, actor local, quien fue
protagonista de ¡Pum… en el ojo!; es parte de VarietalesxDoquier, un grupo de
improvisación. y está en el grupo teatral del Anexo.
¿Cómo se soluciona este proceso en Zárate (o en el interior)? “la única manera de llegar
a la población es mediante la educación, el que entra a la escuela debería salir con una
formación que le permita saber con la lectura del diario si le gusta o no le gusta Becket,
qué tipo de autor es Becket, qué implica eso, quiere verlo o no quiere verlo. No estamos
obligando a que la gente vaya, sino a que la gente pueda elegir ¿por qué se le niega a la
población ese conocimiento mientras que se lo atora con la matemática?”, responde
René.
Quizá hagan falta más políticas municipales que difundan el teatro, quizá haga falta que
se involucren más en la educación de los más jóvenes, quizá hay que esforzarse un poco
más como espectador, detenerse a observar una rosa y comprender que hay un mundo
maravilloso sobre el escenario, esperando los aplausos de una ciudad dormida.
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