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Entre nieve, cerros y días de siete horas: hacia la construcción de la identidad teatral fueguina

Hombre de teatro del norte en el extremo sur, el catamarqueño Gustavo Salcedo representa a Tierra del Fuego en el INT, región que aprendió a conocer desde adentro. Su intención es colaborar para que los artistas de la zona se desarrollen y encuentren una voz propia.


Por Candela Rodríguez y Alan Cabral



“Fui representante del INT en Catamarca pero, por una cuestión económica, me mudé a Tierra del Fuego y dejé el puesto. Cuando se abrieron las convocatorias para representar al INT en el sur, participé y me convertí en el primer representante de dos provincias”, explicó Gustavo Salcedo.

Nació en Catamarca pero no vivió allí hasta su adolescencia: su padre pertenecía a la marina de guerra, por lo que viajó y vivió por todo el país. Recién a los 17, por primera vez, vivió en esa provincia y asistió a un taller de teatro, experiencia que definió su vida. Trabajó como animador de fiestas infantiles, dirigió un elenco estable, actuó y produjo. En la actualidad, es docente y representa a Tierra del Fuego en el Instituto Nacional del Teatro. Además, actúa en dos obras: la primera, Los restos, a los que el amor nunca olvida, de Victoria Lelario, donde interpreta a uno de los presos de la famosa Cárcel del Fin del Mundo, y la segunda, Antigua Casa, también de Lelario.



-¿Cómo surgió tu vinculación con el teatro?

-Soy profesor de teatro, tengo 45 años y trabajo en escuelas secundarias. Como se dice de los jugadores de fútbol, que desde chiquitos están con la pelota, yo actué de San Martín, Belgrano, Sarmiento y hasta de árbol, en la escuela. Ese era el lugar donde me sentía cómodo, era mi lugar. Nunca entendí al teatro como un trabajo hasta que, al terminar el colegio, comencé a asistir a un taller al que unas compañeras me habían invitado. Ellas lo dejaron porque, para ellas, fue una etapa de sus vidas; pero yo seguí porque, para mí, fue toda mi vida. Después, empecé a hacer cursos y apliqué a becas del Instituto Nacional del Teatro, donde comencé a perfeccionarme.


-¿Cuáles fueron esos cursos? ¿Tenés algún referente?

-Como vivía en Catamarca, provincia que contaba con un solo terciario y donde el espacio de formación no era tan continuo, como sí sucede en Córdoba, Buenos Aires o Mendoza, tomé la decisión de profesionalizarme en el INT. Estudié en Córdoba con Paco Giménez y, en Buenos Aires, con Mauricio Kartun. Esos son los dos referentes de las áreas a las que terminé dedicándome, la dirección y la dramaturgia. Desde los 18, hago teatro de forma independiente, y eso ha hecho que yo decida que sea mi forma de vida. Hoy, el INT es mi actividad principal, y tiene mucho que ver con el trabajo independiente.



-¿Cómo pasaste de aplicar a las becas del INT a representar a Tierra del Fuego?

-Es muy loco cómo pasó. Empecé con las becas y entré como actor en un elenco estable en San Fernando del Valle de Catamarca. Trabajé ocho años como actor, cuatro como asistente de dirección y dos como director del elenco. De ese recorrido, se abrió la posibilidad de ser representante del INT en Catamarca y así pasó hasta que, un tiempo después, mi pareja de ese momento y yo tomamos la decisión de ir a vivir al sur, por una cuestión económica. Con el tiempo, se abrió el concurso de representantes acá, en Tierra del Fuego. Mis compañeros del instituto me llamaban y, riéndose, me decían que me presentara, porque iba a ser el primer y único caso de un representante de dos provincias, con lo diferentes que son. Y acá estoy; primero, representé a Catamarca y, ahora, a Tierra del Fuego.



-¿Cómo afectó la pandemia al trabajo que realizás?

-Este es mi tercer año como representante pero, a causa de la pandemia, mi segundo año de gestión se paralizó. Es importante dimensionar lo esencial del movimiento constante relacionado con el turismo que ayuda a los sectores culturales en el sur, porque de este se desprende una revolución de gente, una energía de mucho movimiento. Acá hay pocos grupos que se dedican al teatro y, como en todos lados, donde primero se producen los recortes es en el área cultural, es allí donde se empiezan a sentir los primeros índices de una crisis. En Tierra del Fuego, como en todos lados, luchamos contra eso. Tenemos tres ciudades: Ushuaia, Río Grande y Tolhuin. Yo vivo en Ushuaia, un lugar sumamente turístico. Tolhuin es muy pequeño, tiene 10 mil habitantes y, si bien hay funciones en las escuelas, no hay un espacio específico para hacer teatro. Río Grande es tan grande como Ushuaia y tiene salas, pero es más bien fabril, dedicada a las industrias metalúrgica y electrónica. Entonces, podríamos decir que el centro cultural está en Ushuaia, por eso me mudé acá cuando empecé a trabajar como representante. Al venir acá tuve que ocuparme de conocer a la gente, sus costumbres y el teatro local. Antes, vivía en Tolhuin y me dedicaba a la pesca y a ver cómo caía la nieve (ríe), y después me instalé en Ushuaia para ver esto que es hermoso, pero que requiere de mucho más trabajo y atención. Después de un año de parate, nos está costando mucho salir adelante en los lugares más pequeños, porque la puja de la gente no es tan fuerte como lo es en las ciudades más grandes. Este último año encontramos una salida en el radioteatro: comenzamos a pensarlo y a hacerlo funcionar, porque era la única forma de trabajar los espectáculos. Las distancias, las prohibiciones por la pandemia y el clima polar, nos impedían los movimientos.


-¿Qué teatros hay en Tierra del Fuego? ¿Qué tipo de teatro y obras se consumen?

-En Ushuaia, tenemos las salas Niní Marshall, Onírico Sur y el Teatro del Hain; mientras que, en Río Grande, tenemos Dionisio Teatro y Tierra de Teatro. El tipo de teatro que se produce y consume en Tierra del Fuego es muy heterogéneo: va desde lo más comercial, que apunta a amplios sectores y está muy influenciado por lo que se produce en Buenos Aires, hasta el teatro independiente, influenciado por las vivencias fueguinas. Tierra de Teatro está muy marcado por la dramaturgia propia; hay un director que vive en Bs.As, David Gudiño, que dirige por zoom y luego viaja para ajustar la obra y estrenarla. Hace unos espectáculos hermosos, casi todos vinculados con la identidad del fueguino. Por otra parte, en Dionisio no hay mucha dramaturgia propia; pero, se corrieron un poco de ese eje y, de teatro independiente del interior, presentaron Terapia del dramaturgo tucumano Martín Giner. Onírico Sur apunta a las obras más vistosas, pretendiendo ocupar ese espacio. Por otro lado, el Teatro del Hain, que tiene muchos años y mucho recorrido, es una sala bellísima y el INT ha aportado mucho para que se encuentre en esas condiciones; y, uno de los integrantes de Asociación del Hain (ente que maneja el espacio), Eduardo Bonafede, es el director y dramaturgo que más obras hace en ese lugar. Él trabaja ahí desde hace muchos años y es muy reconocido, es un referente de la Región Patagónica. Hacen un teatro más bien de dramaturgia propia e independiente, sin buscar tanto lo comercial. Con respecto a los grupos y sus obras, con lo cíclico de la gente y su movimiento debido al turismo, y a los viajes constantes de los locales hacia Buenos Aires, cambian constantemente. Hay tres grupos de titiriteros muy buenos que llegaron hace poco, pero después se van, no se instalan. Ojalá ese tipo de grupos comiencen a quedarse, porque a nosotros nos sirve, nos hace crecer. Hubo una gran participación de la gente de circo, una gran movida con esta cuestión de la pandemia que promovió el trabajo al aire libre, lo cual resulta muy difícil de concretar acá, por el clima. Los compañeros de circo son los que más se arriesgaron e hicieron espectáculos al aire libre, pequeños pero hermosos, trabajando para volver a instalar la situación teatral.


-¿Qué creés que falta para mejorar la posición del teatro en Tierra del Fuego?

-Hay una carencia en cuanto a lo académico, y siempre lo planteo cuando tengo reuniones con las autoridades. En algún momento, se va a tener que tomar la decisión de abrir un profesorado, porque eso garantiza que la gente empiece a pensar el teatro. Yo no puedo meterme en la cabeza de un director de teatro independiente y decirle que piense de determinada manera; pero, en un espacio formativo, puedo dar linealidades para la producción y herramientas a los estudiantes para que empiecen a construir a partir de eso. Hay talleres, pero son espacios muy informales. He visto, trabajando en Catamarca, cómo el profesorado de arte generó movimiento. Dentro de los eventos que hace el instituto se encuentra la Fiesta Provincial, donde participan diferentes elencos, y en Catamarca se presentaban tres o cuatro pero, al abrirse el instituto, empezaron a presentarse de diez a doce. Es súper interesante lo que ocurrió y a eso apuntamos en Tierra del Fuego, a crecer en cantidad y que aumente la oferta pero también la calidad de los espectáculos. Entendemos que, a veces, esta distancia también se refleja en lo tarde que nos llega la data. Más allá de que estamos muy vinculados con Bs.As, entendemos desde la representación patagónica del instituto, que necesitamos herramientas para construir nuestro teatro. Necesitamos que la gente de Tierra del Fuego hable de Tierra del Fuego, que tenga las herramientas para hacerlo. Tenemos mucha suerte de contar, hoy por hoy, con dramaturgos como Martín Marcou (Hijo del campo), santacruceño radicado en Buenos Aires, que tiene una dramaturgia muy cercana a la geografía de Río Grande, un trabajo muy del campo, de la cría de ovejas y la estepa. Esa forma de trabajo genera una cercanía y que los chicos de acá se animen a escribir ese tipo de teatro, un teatro que nos permita identificarnos. Me encantan las obras de Kartun y Tolcachir, pero me gusta cuando voy a verlos a ellos. Yo, tengo que volverme loco y hacer mis propias locuras, no lo mismo que hacen ellos. Quiero hacer las locuras de acá, con nieve, cerros enormes a cuatro kilómetros y días de siete horas.


-¿Qué relación tiene la región con el Teatro Nacional Cervantes? ¿Se presentó alguna obra en Nuestro Teatro Federal?

-David Gudiño se presentó en el concurso de dramaturgia federal con Blizzard, una obra sobre la historia de amor entre dos científicos en la Antártida, y ganó. Es enorme lo que representa para un pibe que vino de Salta con su padre a trabajar al fin del mundo, estar viviendo ahora de su teatro. Ya es el segundo año que sus espectáculos representan a Tierra del Fuego. Nuestra forma de trabajo con las diferentes entidades es a través de la cogestión. Por ejemplo, Río Grande es nuestra segunda ciudad más grande y cumple 100 años; entonces, vamos a organizar la Fiesta Provincial allí y, de esa forma, contribuimos a los festejos del centenario. Aprovechamos los momentos políticos, tratando de estar siempre presentes. Además, se lleva adelante la Fiesta Nacional de la Noche más Larga, que celebra nuestras noches de casi 20 horas. Siempre participamos en ese evento, contando con la cogestión de los diferentes entes: la municipalidad y la provincia, a veces juntos y, otras veces, separados. Nosotros contamos con unos representantes que son casi históricos, de La Pampa, Río Negro, Chubut, Neuquén; con mucha fortaleza son los que, a nosotros que somos nuevos, nos instruyeron y acomodaron. Tratamos de pelearle hasta el último minuto a los eventos porque movernos de una ciudad a otra significa recorrer alrededor de 200 kilómetros de ruta. La única forma de trabajar bien, es armar un bloque fuerte y pensar funciones que se muevan por todas las provincias.


-Respecto del Teatro Nacional Cervantes, ¿cuál creés que debería ser la misión del único teatro nacional argentino?

-Al teatro lo conocí como la mayoría de la gente, cuando pasaba o entraba, pero yo soñaba con actuar ahí. Sentía que, trabajando en Catamarca, jugaba en un hermoso equipo del interior; pero, pasar por el Cervantes era como ir al Monumental, y quería jugar ahí, porque es el sueño que uno tiene guardado. En uno de los programas que hizo el Cervantes, presentamos varios espectáculos de teatro del interior, concursamos para hacer funciones. Tuve la suerte de acceder a uno de esos espacios y fui a hacer funciones a la salita de arriba. No sé si he tenido un día de funciones más hermoso que ese, era un sueño cumplido, fue como un abrazo al alma. El TNC es el único teatro nacional y eso es hermoso, un sueño. La misión es lograr la mayor difusión del teatro a lo largo y ancho del país, y siempre surgen diferentes programas y políticas que contribuyen a que podamos dimensionar que es un teatro de y para todos, que nos representa a todos, aunque yo esté a 3000 kilómetros. Como anécdota, puedo contar que trabajaba en una obra con una bolsa de arena y la llevaba a todos lados, ¿y si no quién me la iba a llevar? Llegué al teatro, estaban las bolsas abajo y dije ‘estas son mis bolsas, ¿por dónde las subo?’, vino un señor y se las llevó. Luego, pregunté si tenían una plancha, pero llegó una señora y me planchó la ropa. Alguien podría pensar que es una gilada pero, para mí, que alguien me atienda para hacer teatro era un montón porque yo pedía permiso para hacer teatro. Estaba sentado en un camarín del Cervantes, donde había una foto de Alberto Olmedo e Irma Roy firmadas, miraba y no podía creer donde estaba. Esto es sólo una anécdota, pero es sumamente importante reconocer las políticas que fueron y son necesarias para llegar a la gente, que se comprenda que es un teatro nacional, y se reconozca el recorrido de los hacedores para poder llegar allí. Entendamos que es un teatro de todos.


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