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Doménico enjuiciado: el poder interpelativo del humor

Este unipersonal humorístico de Alan Robinson que cuestiona el paradigma de la salud mental, llamó la atención de nuestra joven periodista teatrera que quiso, y pudo en este espacio, plasmar su mirada sobre esta puesta en un teatro del off.

Por Florencia Ricardi




Doménico enjuiciado es una obra de Alan Robinson en coautoría con Esteban Parola que fue estrenada en 2017, que se presentó durante septiembre de este año en el Teatro Popular del barrio porteño de Balvanera y que tendrá sus próximas funciones en el teatro Corrientes Azul, los viernes 12 y 26 de noviembre. Una obra que, bajo la forma clásica del unipersonal de humor, pone a jugar en escena elementos del clown y la improvisación, al mismo tiempo que vuelve sobre algunos de los temas que más le interesan a Alan: de qué maneras opera el sistema narco-terapéutico y quiénes son los encargados de demarcar una y otra vez la delgada línea entre la cordura y la enfermedad.

Entra en escena el payaso, interpretado por Esteban Parola, escupe pastillas de clonazepam y otras drogas psiquiátricas, tiene un chaleco de fuerza. Aunque el tono es burlesco, desde un inicio se instala una atmósfera de aprisionamiento y brutalidad. El payaso se dirige a “su Señoría”, le pide por favor que le desate los brazos. Todo el relato se enmarca en el juicio al que es sometido Doménico por haber arruinado un cumpleaños infantil. “A lo largo de la historia de la psicosis hay una relación muy estrecha y perversa entre justicia y medicina. Por ejemplo, las Brujas de Salem son condenadas por un jurado, por ser locas. Algo parecido pasó con Juana de Arco”, comenta Alan poniendo el énfasis en las resonancias históricas de la trama. Precisamente, Doménico es juzgado no sólo en términos morales o legales sino, fundamentalmente, en términos médicos. ¿Quién decide si está loco o cuerdo? ¿Quién decide si merece su libertad o si debe ser encerrado y apartado del resto del mundo? Alan explica cómo el sentido común del espectador participa de este juicio: “En mis espectáculos, contemplo qué representa el público, aún con una cuarta pared. Justamente lo que me interesa es ese límite convencional que separa realidad de ficción, poder borrar un poquito ese límite”.


Desde el comienzo de la obra, se abren preguntas sobre los alcances de ese juicio, sobre la moral que está operando y sobre las figuras representativas de un determinado orden. Alan comenta que para componer esta obra -al igual que, por ejemplo, para escribir su libro Actuar como loco, publicado en 2014- se apoyó en su experiencia como internado en un neuropsiquiátrico: “Doménico enjuiciado fue un intento que hice de reirme de mis propios dramas, de mis propios dolores. No de que haya perdido la razón, sino de que me la hayan quitado”. Efectivamente, el personaje que, en definitiva, está disputando su derecho a la razón y a la palabra (“usted no quiere que yo hable, quiere que yo escuche”), no se instala en la posición de víctima y el tono de la obra se descorre de la simple denuncia; desborda constantemente la situación enunciativa del juicio y juega con el humor y el absurdo. El discurso, que siempre pretende un efecto persuasivo en sus interlocutores, apela tanto a estrategias emotivas como humorísticas y reflexivas. Así, a partir de un trabajo vocal y corporal muy bien logrados, el personaje de Esteban encarna su relato, lo vivifica, lo lleva hacia el presente. Y no pone en escena solamente sus recuerdos individuales, sus reflexiones y sus vivencias, sino también fragmentos muy disímiles de la memoria y del acervo cultural colectivos: letras de tangos, de boleros, citas de Shakespeare, referencias a la historia política de la Argentina.

Ante todo, Doménico es un personaje que no se encierra en lo políticamente correcto, todo lo contrario; de ideología conservadora, hace observaciones incómodas e incluso en un momento desliza un comentario que definiríamos como machista. No es la víctima perfecta ni tampoco la idealización de una nostalgia circense. Por esta misma razón, la posición en la que la obra pone al espectador resulta mucho más interesante: aunque el personaje apela a la emocionalidad del público, también choca contra él; en este movimiento cada espectadorx puede hacerse cargo de cómo está implicadx en esa situación y bajo qué formas y con qué criterios encarna la figura del juez.



 

Ficha técnica

Dramaturgia: Esteban Parola y Alan Robinson.

Actúa: Esteban Parola.

Diseño de vestuario: Carolina Pofcher.

Banda de sonido: Santiago Barceló.

Diseño gráfico: Renata Cymlich.

Asistencia de dirección: Ramiro Mendoza.

Dirección: Alan Robinson.

Funciones: viernes 12 y 26 de noviembre, a las 20.

Sala: Corrientes Azul (Corrientes 5965).

Duración: 60 minutos. A la gorra.

Reservas en carteleratca.mailchimpsites.com


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