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SALA TOMADA

Una obra esponja

El director Gustavo Tarrío y la actriz Milva Leonardi hablaron con les Jóvenes Periodistas sobre cómo armaron el rompecabezas poético que guían desde 2017 en el TNA – TC: La Guiada o cómo emprender un viaje a las bases de la Nación.


Por Leticia Galeano y Victoria Vidal



“¿Cuán nacional es el teatro nacional?”: con la pregunta en la espalda, Gustavo Di Sarro, Marcos Krivocapich, Milva Leonardi y Nicolás Levín llevan a (re)correr todas las salas, pasillos y rincones del Teatro Nacional Argentino. Dirigidos por Gustavo Tarrío, el viaje de La Guiada que comenzó en 2017, continúa este año.

El trabajo empezó con la investigación histórica acerca de los orígenes del teatro Cervantes y el recorrido a fondo de sus instalaciones. Pero no solo eso. Como cuenta Tarrío, “le preguntábamos mucho a la gente de utilería y escenotecnia, porque buscábamos los rumores, el chusmerío. Ahí aparece la información de Fernando Fernán Gómez, estos datos más jugosos que en los libros no estaban. Aparecían más en revistas del corazón”.

La visita guiada anterior que dirigió Tony Lestingi, estaba basada en el origen español del teatro. Sin embargo, esta vez, Alejandro Tantanian, director del TNA-TC, tenía pensado algo distinto. Le sugirió a Gustavo que, en vez de retomar la tradición española, abordara la cuestión de lo nacional, que agotara esa palabra e indagara qué quería decir. Fue entonces cuando empezó a armarse el equipo, con la actriz y bailarina Milva Leonardi y Virginia Leanza, coreógrafa y colaboradora artística. “Como la gente del teatro le decía ‘la guiada’, dijimos, pongámosle así”, dice Tarrío. Ya sabían, en ese momento, que el código iba a ser ése: los personajes iban a ser trabajadores del teatro y, a su vez, iban a encarnar otros personajes.



Híbrida en su forma –medio visita guiada, medio espectáculo teatral–, la obra mantiene al público despierto y activo. Suben, bajan las escaleras, se meten por el edificio, ven el detrás del teatro. “Es como llevar al público de viaje”, dice Milva. Apta para todo público, la visita recibe grupos escolares y muchas veces es el primer acercamiento que tienen al teatro. “El teatro suele tener sus protocolos (hay que apagar el celular, quedarte callado) y está bueno porque los estudiantes no tienen ese protocolo. El público acepta la propuesta enseguida. Se predisponen en el espacio como para una visita guiada, empiezan a sacar fotos, o se ponen como cuando van a ver el Obelisco a la 9 de Julio”, describe Milva. No obstante, detrás de ese acercamiento hay mucho trabajo: “En una obra de teatro, a veces, tirás texto y el que lo agarra, lo agarra. Ellos, en cambio, tuvieron que entrenarse en cómo hablarle a otro para que te escuche; tenés que conseguir que te sigan, que acepten ser guiados”, explica Gustavo.



El recorrido por el edificio es la estructura de la obra. Claro que, si bien la historia es siempre la misma, el espectáculo nunca lo es. Las escenografías de las salas van cambiando y la visita tiene que acomodarse a lo que va sucediendo. “Como la sala Luisa Vehil, lo hicimos con todas las escenografías que pasaron por ahí”, explica Milva. La Guiada se monta sobre lo que ofrece el teatro y lo hace marchar. “La gente de técnica nos decía que tuviéramos cuidado y nosotros les decíamos, ¿está el piso inclinado? ¡Venga! Se aprovecha lo que hay. Tenemos cosas propias que están siempre, como la mesa y el cartel de Fernán Gómez. Después nos gusta que haya novedad, es la gracia de la visita”, acota el director. Gran parte del vestuario, por ejemplo, labor de Endi Ruiz y Emiliana De Cristofaro, se recuperó del depósito del teatro. Los vestuarios guardados de producciones anteriores tienen los nombres de los actores y actrices para quienes fueron diseñados. “Íbamos al depósito y nos probábamos –cuenta Milva–, la panza que uso yo tiene el nombre de Paloma Contreras; eso es hermoso, usar la ropa que usaron y pensar para qué obra la usaron.”

Sobre la marcha, los guías se visten y desvisten; no alcanza con contar lo que sucedió dentro del teatro, quieren ilustrarlo: ‘‘La visita turística en realidad es una pantalla; es para que te sientas acogido en una situación que te permita conectarte con la cuestión teatral”. Por eso, el despliegue performático tiene que estar a la altura: personificaciones, acentos y números musicales. “Cuán nacional me encanta, es una parte de puro disfrute”, suelta la guía riéndose porque se siente como “en un barco, en el Titanic”. Muchas de las canciones las escribieron en conjunto Tarrío y Pablo Viotti, con quien suele trabajar. También allí rige la novedad. Según Gustavo, “nunca había habido una obra con cumbia en la sala María Guerrero y dijimos: hagamos lo que nunca se hizo; que las lucecitas esas hermosas, de palacete, se prendan para acompañar una cumbia”.



Hacer una escena que parece imposible o lo inesperado, para ellos, es cuestión de ir escuchando qué le da ganas de hacer al otro y darse algunos gustos. Nico Levín es un actor fanático de hacer de todo y en la obra lo explota: hace numerosos personajes, toca el piano y hasta canta en chino. Marcos Krivocapich es poeta y todo lo que dice sobre la poesía concreta dadaísta punk “es real, es él, él mismo”. Por otro lado, Gustavo Di Sarro, también es escenógrafo y realizador, además de venir de una familia de artistas –su padre era mago y su madre lo asistía–, por lo que conoce de cerca el oficio del teatro. Así se va escribiendo la obra, entre el dato, la anécdota y la historia familiar. ‘‘Y Milva es bailarina de Pasión de Sábado –bromea Tarrío– así que sí, un poco está basada en hechos reales’’.

Para enlazar todo esto, primero empezaron ensayando en una sala en el piso 11, intentando imaginar la disposición del espacio y cómo se podría llegar a desarrollar el recorrido. Fue después que pasaron a armar el circuito, al hall, a la escalera, donde se encontraban con los trabajadores. Y a todos les gusta: en algunas escenas, las acomodadoras cantan y las vestidoras entran a bailar la cumbia. ‘‘Y no es que estén obligadas, lo hacen cuando tienen ganas”, agrega Gustavo.

Como la definieron ellos mismos, es una “obra esponja”, todo lo que sucede a su alrededor lo absorbe. Siempre hay algo que hace a la función particular, los actores agregan cosas o pasa algo con el público. “Yo podría no ir, pero voy siempre porque siento que si no voy me pierdo de algo”, admite Tarrío. Si bien al principio tiene un tono explicativo, informativo, se trata de un falso gesto didáctico: ‘‘La Guiada lo hace bolsa enseguida porque el guía no sabe dónde está parado y el que no esperas que sepa algo, lo sabe y te salva’’. En definitiva, termina hablando de otra cosa, de la solidaridad entre trabajadores. La obra devela el oficio del trabajador, del actor, del técnico, quienes están haciendo de todo para que las cosas funcionen. Hay todo un recorrido por detrás. “Los cruces que hay en relación a la gente que viene te pone la peluca, te maquilla, te cambia; es como otra obra –relata la actriz–, toda esa circulación a mí me encanta, en la obra hay algo de eso que en general no se ve.”



En realidad, en una puesta siempre hay un montón de gente trabajando desde que se levanta el telón, y la obra expone ese trabajo, como explican director y guía: “Les permite decir cosas, algo en relación a la situación del país o al macrismo, a la situación de la cultura; de lo específico de nuestra área y de los trabajadores también”. Se trata de una acción política, como en toda obra, pero que en La Guiada es totalmente directa.

En cuanto a la cuestión de lo nacional, tan difícil de definir, presenta un desafío. “La idea de lo nacional la bombardeamos todo lo que podemos, se presenta como algo a problematizar’’, dice Tarrío, subrayado por Milva: “Es una construcción de retazos, como el teatro, un rompecabezas de muchas cosas’’. Estas ideas resuenan en la visita, que saluda los bustos de los fundadores españoles mientras alguno comenta sobre el Instagram de Lali Espósito. “Es un poco también lo popular, como que metemos ciertos géneros que difieren de lo que se espera del Cervantes”.

A eso sumaron la idea de la nación asociada al lugar de nacimiento, lo que les permitió conectar con el público. ‘‘Esa parte en la que escuchas tu voz en la sala, es muy fuerte lo que pasa, porque conectás con tu propia experiencia, con que se escuche tu voz en el espacio’’, explica Gustavo. De nuevo, encuentran la respuesta en lo colectivo: las experiencias individuales, familiares, que se encuentran en una única experiencia teatral. ‘‘Yo conecté bastante con las veces que fui de chico al Cervantes”, recuerda sonriendo: “Mi papá me traía porque era fan de Eva Franco’’. Frente a un público que nunca fue al teatro, la obra ofrece la oportunidad de transmitirle algo de esa experiencia, es como un viaje de iniciación.

Varias obras de las programadas por el TNA-TC cuentan con funciones accesibles. ‘‘No sabemos si se puede, pero nos encantaría hacer una’’, comenta el director que sí realizó funciones con personas con movilidad reducida, en silla de ruedas. Todo es parte de lo que implica trabajar en un teatro nacional. “Más allá de que toda institución puede tener sus vicios, es una situación muy ideal, tener un sueldo fijo, que se reconozca tu trabajo, tener todo resuelto”, dice Tarrío. De nuevo, la solidaridad y colaboración es la clave para ambos: “Hay todo un sistema de trabajadores del teatro que están para ayudarte, para el que hace teatro, trabajar en un teatro nacional, es muy bueno”.

Además de seguir con La Guiada, en horario nocturno desde agosto, Gustavo Tarrío está haciendo Esta canción, codirigida por Virginia Leanza. Próximamente, el sábado 7 de septiembre, El Vestido de Mamá –obra basada en un cuento de Dani Umpi y de Rodrigo Moraes– va a estar en el Cervantes dentro del Ciclo Teatro por identidad. A su vez, con Milva y parte del elenco de La Guiada, una obra que define como “una especie de visita guiada, pero por la historia de la humanidad”, a estrenar el próximo año.

Por otro lado, Milva Leonardi se encuentra dirigiendo Frenesí, en la que actúa Nicolás Levín, y con Virginia Leanza forman parte del grupo Corina Wilson, con el que están desarrollando un proyecto que van a estrenar en septiembre, en la Bienal de arte joven. También está trabajando con Victoria Almeida y Nicolás Deppetre, creando un montaje con los jóvenes de Arte en Barrios para el festival Ciudad Emergente.

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