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Vibrar Alto

El Teatro Nacional Cervantes ofrece, desde este año en modo presencial, una oportunidad extraordinaria: El gesto poético y la Palabra, el laboratorio de creación escénica en Lengua de Señas Argentinas (LSA). La cronista de ObCervantes compartió toda una clase con las docentes y el grupo de estudiantes: ésta es su nota.


Por Sofía Romero


El laboratorio de creación escénica en Lengua de Señas Argentinas (LSA) El gesto poético y la Palabra que ofrece el Teatro Nacional Cervantes busca indagar las nuevas maneras de construir la escena teatral a través de la LSA y las posibilidades del cuerpo. Además, trata prácticas de movimiento, entrenamiento específico, ejercicios teatrales y reflexiones sobre la creación, traducción y versionado escénico de materiales literarios (poesía, cuento y teatro).

Las personas oyentes y sordas interesadas en la propuesta podrán participar si son mayores de 18 años, hablantes de nivel avanzado en LSA y con experiencia previa en disciplinas escénicas. También, deberán contar con disponibilidad horaria ya que el laboratorio de creación se cursa de manera presencial una vez por semana durante 3 horas desde mayo a octubre. Este es el primer año en que se realiza con estas características, a cargo de la actriz y directora Gabriela Bianco, Karo Torre (ambas hablantes nativas de LSA- CODA) y Daniela Fortunato, actriz señante.

El martes 9 de agosto se anunció en las noticias como día nublado, con vientos y temperatura que rondará los 15 grados a la tarde y los 9 grados a la noche. Es invierno, es normal en la Argentina. Lo inesperado sucede a pocas cuadras del histórico Obelisco, en el edificio centenario de Libertad y Córdoba, donde personas de diversas edades se encuentran en un noveno piso. El suelo vibra, la función comienza y el frío se va.

“No ha habido históricamente oportunidad para las personas sordas de ser espectadores de teatro, ni de tener espacios de formación para pensarse a sí mismos con esa vocación”, señala, en medio de la sala, la docente Bianco: “Este laboratorio trata de abrir la mirada hacia lo que las personas que saben LSA ofrecen como innovación para la escena teatral”, dice.

Los alumnos se ponen al día entre risas y complicidades mientras se encuentran rodeados de elementos de utilería, sillas, mesas, un espejo del piso al techo en una pared y muchas lámparas que caen como estrellas del cielo. En una esquina del suelo hay un parlante negro, que permite a la música utilizada para practicar dispersarse mediante vibraciones sonoras por el piso de madera al apoyar el accesorio boca abajo.

La tutora y sus asistentes ofrecen a los aprendices diversos ejercicios que requieren la utilización de cada parte del cuerpo, un entendimiento preciso y un manejo rápido de LSA, ya que el laboratorio investiga la lengua como un elemento y una posibilidad de transitar la escena teatral de otra manera.

“No es la intervención -interpretación- directa, esta es una creación escénica”, expresa la profesora, actriz, señante teatral e intérprete de LSA, Daniela Fortunato. Agrega, también, que se trata de una experiencia distinta a lo acostumbrado en este ámbito y que desea que la inclusión sea una parte más de los proyectos escénicos.

En medio de las actividades surgen improvisaciones originales a partir de ideas conceptuales; tal vez sean estas actuaciones las que le permitan al alumno Brian Ruiz -que se declara “orgulloso de ser sordo”- cumplir su sueño de ser actor, conocer y ser compañero o amigo de sus dos actores favoritos: Jim Carrey y Dwayne Johnson (La Roca).

Varias zonas de la Ciudad y del Gran Buenos Aires están representadas en el lugar, algunas más cercanas como el barrio porteño de Villa Crespo y otras más lejanas como las localidades de Ituzaingó y San Miguel, de donde es Lucía Fernández, una alumna que recorre una hora y media de viaje hasta el TNC, pero que después de participar de la primera edición virtual de 2021 no pensó en abandonar la oportunidad de poder asistir en forma presencial.

La noche se hace presente fuera de la ventana del salón, pero nadie parece darse cuenta. Todos están concentrados y se mueven al unísono. Es como una coreografía improvisada: manos en alto y cuerpos flexibles, diversas poses. Todo concuerda y parece coordinar. Hay una conexión en esos pasos y los movimientos de las manos, tan ágiles que es fácil perderse.

El laboratorio, debido a su intensidad, permite practicar y mejorar la lengua de señas, como en el caso de Candela Goldschmidt, una estudiante sorda con familia de oyentes. Para ella fue un camino en el cual debió tomar coraje y se anotó gracias a una persona que la motivó. Ante la propuesta del laboratorio, Candela expresa que “es muy interesante para practicar, actuar, construir y olvidarse de la vida cotidiana”.

Una clase de teatro a otro nivel, otro mundo, otra intensidad, otra percepción, otra expresión y una fluidez atrapante. Cuerpos que se balancean de aquí para allá y una mirada los sigue como un gato a una luz de un puntero láser. Es mágico, el espacio se pierde y solo hay un pensamiento: “Que bonito es hacer eso”.



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