Una invocación a lo desconocido con conocidos: miedos, crisis, pasiones y tensiones
Tres de los doce intérpretes de Obra del demonio: Invocación XI Pina Bausch,
Margarita Molfino, Ivan Haidar y Rodolfo Opazo, comentan cómo fue el proceso
de realizar un espectáculo de danza-teatro por primera vez producido por el TNC,
con la dirección de Diana Szeinblum.
Por German Gonzalez y Sofía Romero
Margarita Molfino, Ivan Haidar y Rodolfo Opazo no habían tenido la oportunidad de trabajar juntos, aunque se habían cruzado algunas veces en eventos sociales como la residencia “NIDO”, en Uruguay. El trío comparte profesiones, los tres son performers, docentes y coreógrafos. Y, actualmente, comparten Obra del demonio: Invocación XI Pina Bausch, dirigida por Diana Szeinblum y realizada en el Teatro Nacional Cervantes.
Molfino es actriz, bailarina, performer, docente y graduada en Artes combinadas. Además, actuó en Relatos salvajes (Damián Szifrón) y El manto de hiel (Gustavo Corrado). Fue intérprete de varias obras como Reinos (2019), Palíndroma (2019), Piezas para audiencias (2016) y, en el teatro Nacional Cervantes, No me pienso morir (2017)
Iván Haidar es performer, coreógrafo y director. Egresado del Taller de Danzas del Teatro General San Martín, trabaja en Tecnópolis en un programa de danza y fue director e intérprete de obras como Lugar Propio (2014), Lugar monstruo (2017), Otra Línea (2019) y ¿Cómo las cosas llegaron aquí? (2022).
Rodolfo Opazo es creador escénico, coreógrafo, performer y docente. Se formó en danza contemporánea y butoh, teatro físico, entre otros. También realizó el Laboratorio de Acción del Teatro General San Martín y estudió Actuación en la Universidad de Valparaíso. trabaó en El bosque de sus Delicias (2011), CRÍOS (2014), Diarios de odio (2017), Pasadas de Sexo y Revolución (Silvio Lang, 2018), entre otros.
Diana Szeinblum, la directora de la obra, trabajó con la coreógrafa Pina Bausch al bailar para la Compañía alemana Folkwang Tanz Studio (F.T.S), que apoya a jóvenes bailarines en su camino hacia el campo profesional de la danza. Para Margarita Morfino, que la conoce hace años y previamente participó en proyectos de Szeinblum, el modo de trabajar en esta obra fue “absolutamente distinto”. La actriz comentó emocionada que “fue una locura, totalmente atravesado por muchas cosas: la invocación a Pina Bausch; nosotros 12 con ella, cada uno con su poética, con su trabajo, con su mirada; y el trabajo de Basualdo -el artista plástico- que atravesaba todo”. Por otro lado, sobre la manera de manejarse de Szeinblum, Ivan Haidar agregó que se hizo una especie de curaduría y se eligió un elenco de profesionales que estén pensando, creando e investigando. Rodolfo Opazo asentía.
Para Haidar, la oportunidad de participar en esta obra y ser parte de “la escala Cervantes” es una novedad. El intérprete aclaró que “fue salir del circuito independiente y encontrar una escala oficial con burocracias y un montón de cosas nuevas”. Molfino comentó que el tiempo de trabajo también fue distinto y aseguró que la mayoría de los otros trabajos son “mucho más independientes” y no pueden tomarse 6 horas por día para ensayar, porque “todos trabajan de muchas cosas para vivir”. Para la actriz, el tiempo de búsqueda, de trabajo y de puesta en común que tuvieron no siempre está presente, “es más acotado o se arma de otros modos”.
-¿Qué fue lo más difícil de la obra?
-Haidar: Lo más difícil y lo que menos desarrollamos fueron las coreografías grupales, los unísonos, cosas que no aparecen tanto en la obra porque no tenemos esas características como colectivo conformado. Venimos de lenguajes distintos y por eso es una obra tan heterogénea, que tiene tantas materialidades y formas. Cada quién hace cosas que solo ellos pueden hacer y cada uno se apropió de su propio material. Hubo un trabajo que fue el ensamblaje de todo. Nos llevó mucho tiempo entender cómo todo esto convive, las simultaneidades.
-Opazo: El proceso de la obra no tendió tanto a las grupalidades, sino a la ebullición de materiales individuales en grupalidad. Me llevó un tiempo mirar los materiales de otros. Siento que el grupo fue bastante generoso en cómo mirar y cómo hacer entrar los materiales de otros en un universo compartido. Fue re particular cómo el grupo trabajó y la afección de los materiales individuales en la actualidad.
-Molfino: Sí, ahí radica un poco la riqueza de la obra.
Los estrenos son, en general, un momento de emoción, nervios y anticipación. Y, en una obra que inaugura la producción de danza en el teatro nacional, las sorpresas son cosas de cada minuto. Por ejemplo, Molfino pensó que la gente se iba a ir porque la obra era “muy larga” pero, contrario a sus expectativas, se sorprendió de que muchos quisieran ver la obra nuevamente. Además, para la actriz, que la obra vaya “bien” significa abrir puertas para el sector de la danza. La docente comenta la importancia de que se estrene esta obra en la sala María Guerrero: “Muestra que la danza tiene mucho más público que el que se dice que tiene. Es muy hermoso que suceda y que siente un precedente para que esto siga sucediendo, que sea la apertura”.
Por otro lado, el estreno para Opazo es el momento en donde se arma una especie de guión de reacciones del público. El actor se sorprendió por las reacciones, que la gente quisiera volver y agotará todas las funciones. Haidar, por su parte, comentó que no tenía idea si al público le iba a gustar, entender o soportar la obra, pero que las repercusiones fueron “re buenas”: “Estábamos haciendo algo que ya no sabíamos qué era lo que estábamos haciendo, y tampoco mucho menos sabíamos que era lo que podía llegar a recepcionar”. Y aunque el mayor miedo fue la recepción del espectáculo, ocurrió algo que nadie esperaba: una sorpresa que pudo ser negativa, pero que con pasión se superó. Haidar se desgarró el pie en el estreno, en medio de una escena.
-¿Cómo fue lesionarse en medio de una función?
-Haidar: En el segundo acto estábamos haciendo los solos y me di cuenta que me había lastimado el pie. Me asusté muchísimo, no pude caminar y me fui para atrás. Le pedí a Marga si me dejaba sentarme, estábamos todos en escena y ahí me desmayé. Me sacaron y a los ojos del espectador no fue notorio, capaz alguien que me estaba viendo se dio cuenta que me pasó algo, pero también podía ser parte de la obra. Cuando volví en sí quise seguir la función, no me dolía mucho la pierna porque estaba tibia en ese momento. Terminé la obra y las siguientes funciones no podía pisar bien, entonces hice la parte sonora-técnica y los chicos me fueron cubriendo físicamente.
-Molfino: Fue muy hermoso, algo de todo lo que Ivy trajo para este trabajo seguía estando ahí perfectamente. Alguien lo reemplazó corriendo, su solo se suspendió dos funciones, después lo hizo de otro modo, se transformó. Hay algo de eso que es muy hermoso, porque la obra es tan amplia en todo lo que pasa que él podía estar de otro modo.
-Opazo: Me acuerdo de que fuimos a la celebración y en medio de la comida estábamos: “¿y qué hace Ivy?”. La comida, la celebración, fue trabajar colectivamente para resolverlo.
La obra había sido programada para ser realizada antes de la pandemia pero debido al confinamiento hubo varias idas y vueltas. “Queríamos hacer este proyecto, pero en un momento pensamos que no se iba a dar. Nuestras vidas cambiaron radicalmente y este proyecto increíblemente subsistió y eso tiene que ver con que lo queríamos hacer. Lo militamos un montón”, expuso Haidar. Además, agregó que era una oportunidad que no se querían perder. Por eso, aunque no fue fácil, lo sostuvieron y lo defendieron.
“Había mucho deseo y creo que eso fue un motor importante en el grupo, de hacer algo juntos. Era muy mágico, era no querer soltarlo, al menos, para tener esta experiencia. Esta obra era un proyecto casi imposible y tenía muchas trabas, era muy complejo, pero salió”, explicó Molfino. Ante las opiniones expresadas por sus compañeros, Opazo se encontró de acuerdo y agregó que los obstáculos lo hicieron pensar “¿cómo relanzar el deseo?”.
Transitar una obra es difícil. Para Haidar, este espectáculo fue un trabajo que obliga a que “todos los intérpretes aparezcan''. Por eso, si le preguntan que aportó a la obra, responderá que es difícil decir algo específico porque “no vio la obra”: “Es difícil tomar distancia del trabajo que estamos haciendo, va llegando de a poco entender la obra”. De acuerdo con sus palabras, Opazo agregó que ellos de a poco entienden cómo transitar la obra, sus tiempos. Del mismo modo, Molfino explicó que “no entendía lo que se veía, hasta el momento de hacer la obra en su totalidad, de entender el tránsito de cada uno ahí adentro. Con la devolución, las miradas del público, lo que dicen y devuelven se empieza a armar todo, a completar de a poco”.
Se puede pensar que para presenciar y entender esta Invocación hay que conocer sobre Pina Bausch, su vida, sus obras. Pero, para Opazo y Molfino, lo único necesario es una “viandita, una petaquita, agua o caramelo”. Para explicar sus palabras, Haidar agrega que son tres horas de obra, que comienza a las 20 y termina a las 23. Por eso todos sienten que es importante aclarar el tiempo para disfrutar el evento.
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