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Miedo a conocer lo desconocido

En esta crítica de Obra del Demonio. Invocación a Pina Bausch, la Joven Periodista se anima a reflexionar a partir de sus dudas.


Por Sofía Romero



¿Qué es peor que ir a un lugar y no entender qué sucede? ¿Qué es peor que no entender? No dar el espacio, no arriesgarse a pasar un momento, para algunos, “incómodo”. Y eso es lo que necesariamente se debe realizar para romper ciertos paradigmas e ideas preconcebidas. La valentía es difícil pero necesaria. Un esfuerzo para salir de esa inmensa y silenciosa oscuridad, como la que se presenta en Obra del Demonio. Sólo que en este caso se hizo la luz, o mejor dicho, la lanzaron.


Obra del demonio: ¿que se puede esperar de una obra con tal nombre y tal peso como para invocar a Pina Bausch? De todo, pero no lo que se vio, nunca lo que se vio. Danza, arte, música y suspenso convivieron en la noche. Todo en un solo lugar, con una sala llena, fue un espectáculo muy acompañado, pero en aquella oscuridad había soledad, tal vez miedos. La obra mantiene un ritmo “indeciso”, a veces rápido, a veces lento, siempre discontinuo. Además, durante las escenas, se presenta un escenario con presencias inconstantes, a veces repleto, a veces unísonos, dúos o tríos. Irregular, como todo lo que se designa distinto. Lo que se rechaza o esquiva. Pero bello, esa belleza de lo incomprendido, aquello que se quiere conocer, saber, entender. Una obra reflexiva, el significado es mixto, la historia es mental.


La obra contó con la dramaturgia, la coreografía y la dirección de Diana Szeinblum, que bailó con la Compañía alemana Folkwang Tanz Studio (F.T.S) en donde trabajó con la coreógrafa Pina Bausch. Además, es el undécimo espectáculo del Ciclo Invocaciones, curado y coordinado por Mercedes Halfon y Carolina Martín Ferro. Por otro lado, los productores del Teatro Nacional Cervantes fueron Nadia Crosa, Silvia Oleksikiw y Anabella Zarbo Colombo, mientras que la colaboración artística estuvo a cargo de Damiana Poggi.

Es un espectáculo disruptivo, confuso, un poco salvaje pero emotivo, detrás de todo hay una historia de superación, una lucha sin terminar. Es una narración significativa que rompe con cánones. ¿Qué es la danza? ¿Qué es la danza teatro? Tal vez un artista pueda responder esto mejor, pero la danza podría ser todo, o nada. Abrir una puerta a nuevas incógnitas es algo que el espectáculo realiza. No hay certeza de la intención, tal vez no tuvo ninguna, pero genera un remolino en el espectador. Una curiosidad infinita.


La escenografía elaborada por Cecilia Zuvialde se armó en colaboración con el artista plástico Eduardo Basualdo, lo que le dio una estética muy visual, llamativa y atractiva. Además, la idea conceptual se basa en la obra de Basualdo, Pupila, lo que le dio otro nivel de complejidad. La composición del espacio es destacable, también los elementos estéticos utilizados y las referencias a obras de Pina Bausch, como Café Müller. La imagen tenía peso visual por la utilización de Black Foil en la composición de algunos elementos de la escena, el material estuvo muy presente e interactuó con los intérpretes de modo que se indaga sobre las materialidades y el cuerpo. Además, el anteproyecto escenográfico pertenece a Laura Gamberg.


Un detalle que resalta en todas las escenas: la convivencia del ser humano con elementos fuera del orden natural, la corporalidad y lo que se supone de ello ¿Hay metáforas acerca de la vida, de las conexiones y del ser? ¿Qué supone convivir con “lo otro”? El uso de diversos materiales para crear conceptos es un aspecto filosófico muy presente en el arte, pero ahora también se presenta en esta obra que se sale del margen de lo esperado. Un análisis de la introspección de los seres humanos. El caos representativo de las personas y el poder de moldear o modificar nuestros entornos, tan fácil como mover Black Foil.


Las escenas son muy intensas, con aparición de reconocidos intérpretes y bailarines que participaron en la elaboración de coreografías. Además, se requirió de gran destreza para realizar actos como revolear una soga en medio del escenario, hacer unísonos, coreografías complicadas y mantener un ritmo coordinado. Los encargados de darle vida a la obra con su participación fueron Celia Argüello Rena, Pablo Castronovo, Hernán Franco, Iván Haidar, Bárbara Hang, Josefina Imfeld, Alina Marinelli, Margarita Molfino, Andrés Molina, Quillen Mut, Rodolfo Opazo, Florencia Vecino y Diego Velázquez.


La obra es conflictiva, sus modos de manejarse pueden agradar o desagradar, pero a cada espectador (seguramente) algo le quedó en su memoria, un mensaje que solo esa persona escuchó, y, en ese pequeño detalle, está lo magnífico. Es una obra elaborada a partir de la convivencia de 12 historias, un mega espectáculo que no podría imaginarse de forma distinta. ¿Qué otro modo de representar a Pina Bausch podría haber impactado como este evento?


En el espectáculo se destacó la iluminación producida por Alejandro Le Roux con la asistencia de Facundo David y el anteproyecto de David Seldes. Se utilizaron varias composiciones de luz, hubo muchos juegos de luces para crear detalladas ambientaciones. El buen manejo del elemento permitió que los espectadores se sintieran en diversos universos en un mismo instante, desde apagados momentáneos que dejaron al público en completa oscuridad, hasta un rojo puro destellante. Los tonos lúgubres de la escenografía acompañaron a las luces para crear un entorno que nada tiene que envidiar a cualquier película de suspenso o terror. Los cambios de iluminación extremos que juegan con el corazón de cada espectador fueron un detalle absoluto de la imagen.


Una puesta en escena inesperada, con muchas sorpresas. Una luz que ilumina la cara de los espectadores, que los hace ser conscientes de sus actos. ¿Es para que vean su fealdad como personas? Endemoniados, tal vez ver la obra fue como un exorcismo. Endemoniados. Dominar los demonios, la salvaje furia y los malos sentimientos, ver la luz. Una luz y una escena que nos marcan que el público existe, un espectáculo que parece decir: “hay muchos más como vos”. Gente sentada que mira algo que lo deja atónito, impactado, y lo hace sentir distinto, tal vez. Personas sin personalizar, que desaparecen cuando sube el telón, pero que en esta obra están obligados a aparecer, ya no se invisibilizan, son parte.


La música original y en escena estuvo a cargo de Ulises Conti, hubo sonidos de reverberación, un sonido de archivo que remite a la llegada a la luna, sonidos ASMR y música que llevaba la escena a un punto de quiebre de un momento a otro. Por otro lado, un detalle importante fue el diseño de vestuario realizado por Damasia Arias que aludió a algunos vestuarios utilizados en la obra de Pina Bausch y también le dio un nuevo concepto a la obra dirigida por Szeinblum.


¿Lo primero que se puede pensar de una Obra del demonio? Es como estar en un infierno de laberintos. Cada pasillo abre nuevos caminos, hay idas y vueltas, confusión, miedos, un sentimiento tan solitario y de desolación, pero al final hay una luz, un camino correcto, una salida. Dejar de estar entre “demonios'' y avanzar al “exorcismo”. Una obra que hace referencia a una mujer impactante, tenaz y perseverante, que avanzó por caminos sinuosos y compartió su luz a una nueva época. Una obra demoníaca que rompe con todas las expectativas y que trae nuevas formas de narrar.


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