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“La obra le dio a mi trabajo una manera de ser expuesto que buscaba hace mucho”

El artista plástico Eduardo Basualdo, inspirador y parte activa de la escenografía de Obra del Demonio, abrió las puertas de su estudio para que ObCervantes indagara acerca de su obra, la relación con Pina Bausch, Diana Szeinblum y el teatro. Además, anticipa su próximo libro.


Por Milagros De Luna, Pilar Pisano y Julián Guzzo


La sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes abre sus puertas para presentar Obra del Demonio, Invocación XI - Pina Bausch, dirigida por Diana Szeinblum. Se trata de una nueva entrega del ciclo Invocaciones, la primera dedicada a la danza teatro y en exhibirse en el Teatro Nacional Cervantes. Eduardo Basualdo, artista plástico argentino, participa activamente en la obra como artista visual. Con un estilo muy personal, le da vida a los materiales físicos que habitan sobre el escenario y que se convierten en un personaje más en la obra. A continuación, su propia voz.

-En el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires se exhibe una muestra con trabajos de tu autoría. Está dedicada a la función de la mirada, que es una temática con la cual los artistas visuales se involucran bastante: ¿Qué perspectiva contiene la muestra?

-La muestra, Pupila, nace de la elaboración de un esquema morfo conceptual que hilvana todos los proyectos que hice hasta el momento, divididos en 18 momentos. Es una muestra muy accesible, habla de un movimiento muy común a todos que consiste en mirar hacia adentro.

La imagen poética más fuerte de la propuesta consiste en cerrar los ojos y seguir mirando, algo que todos podemos realizar. Habla de la subjetividad, que es otro de los temas con los que trabajo: la convivencia del mundo subjetivo con el mundo material, la mente y el espacio físico.



-En cuanto al proceso creativo, ¿cómo te inspirás?

-Si la obra en el Cervantes no hubiera tenido estreno, me podría haber quedado trabajando muchos años. Hay algo algo muy funcional en someterse a las estructuras de tiempo para que las cosas decanten. El estreno es un corte temporal posible, pero nunca es el final, todo se puede mejorar porque es una materia fluctuante. En mi campo es distinto: el dibujo es el dibujo. Sin embargo, tanto en Obra del demonio como en Pupila me acerqué mucho más a esta lógica de que el dibujo no es el definitivo, lo vas mejorando. Para el teatro hago un dibujo por día que se rompe en escena, es el dibujo de una oreja, ahí hay algo performático: una obra plástica sometida a lo efímero.

En el proceso creativo de los artistas cada nuevo eslabón es un misterio. Este episodio en el Cervantes seguramente impacte en mi trabajo. Es una sensación muy linda tener una especie de organismo paralelo: tu obra se va alimentando de otras cosas, es muy mágico.


-¿Cómo surgió la idea de participar en Obra del Demonio? Hay una clara relación entre tu muestra, Pupila, y la escenografía.

-Estaba preparando esta muestra, que tiene como eje la pupila y habla de una introspección de la mirada como una especie de búsqueda en la cavidad craneana, en el cuerpo. Diana me invitó a participar en su obra como artista visual. Aunque no soy escenógrafo, me ofrecí para que busquemos en las piezas que hice en estos 20 años, algunas que podrían funcionar escénicamente. Trabajé con acciones performáticas hace tiempo pero más ligadas al teatro de objetos. Hace algunos meses quise volver a recuperarlas, estaba desarrollando esa parte performática de mi trabajo con otras personas cuando me invitó Diana a participar en este proyecto.


-¿Conocías o, mejor dicho, estabas involucrado con la obra de Pina Bausch?

-La conocía mediada por Guillermo Kuitca quien, además de homenajearla, fue una inspiración muy grande porque ha sido docente mío y es un referente del arte en la Argentina. En este caso, creo que sucede al revés: esta experiencia con la obra sobre Pina me acerca a una tradición pictórica argentina. Fue un reencuentro con la obra de Kuitca desde otro lugar.

Lo de Pina me interesa, pero hay cosas más cercanas de esta obra que me pegan y en este caso es haber vuelto de una manera muy profunda a una raíz teatral ligada al momento y a la escena, que eso está en mi trabajo de manera remota.



-En Obra del demonio se percibe que la escenografía no es estática, sino que se constituye como un personaje más. ¿Qué pensás de esta idea?

-También lo veo así, no lo había nombrado de esa manera. No hay una dramaturgia y un material, hay un material que establece dramaturgia. Es un material que genera acciones y movimientos, como un personaje. Las obras que estoy exponiendo ahora no son elementos estancos sino que están plagadas de acciones.


-El black foil es bastante delicado, ¿cómo fue trabajar con el material?


-Desde un lugar muy delicado, porque estás dialogando con el trabajo de los performers, que tienen un abanico de acciones personales. Las materias tienen condiciones y predisposiciones. El trabajo más fino, en términos de dramaturgia de objetos, requiere tenerlos, pesarlos, medirlos, moverlos y, a partir de eso, surgen las acciones. La obra no está basada en el texto, está basada en el cuerpo, en las acciones y en los materiales.


-Con la obra terminada, ¿cómo te sentiste al ver tus piezas fuera del museo? ¿Te sentiste satisfecho por cómo habían trabajado en base a tu obra?

-La obra le dio a mi trabajo una manera de ser expuesto que venía buscando hace un montón, con muchos recursos: la caja teatral es una barbaridad. Por ejemplo, el primer proyecto que hice profesionalmente tenía que ver con las sombras, que en la obra aparece al final y está asociado a la panza y al útero, una vía prenatal, que en Pupila aparece con la puerta de 1977, el año en que nací.

El lenguaje de la danza funciona muy bien con mis instalaciones, porque esa abstracción que tiene la danza abre mi obra a nuevas lecturas. Si fuera la narración del teatro por ahí quedaría en un fondo. Pero acá, al no haber palabras que dominen, el material dirige un tema y eso no es un fondo, es un actor más que dialoga con el resto.

Está muy claro un contrapunto: hay toda una parte de la obra que definitivamente no tiene que ver conmigo y le hace muy bien a mi trabajo: todo lo que tiene que ver con el humor y lo desopilante, es un buen contraste.



-¿Ya estás pensando en próximos trabajos?

-Hace unos meses presenté un proyecto en Berlín, hice la muestra en el Museo de Arte Moderno, la obra en el Cervantes y ahora voy a sacar un libro sobre mis trabajos, que es la coronación de todo este año. El libro tiene 18 capítulos que reúnen una cantidad de piezas e historias y termina con lo que produje hace un año y medio. Es como una carta natal de mi obra, un cuadro que la reúne. La pregunta al terminar de leer el libro fue ‘cómo sigue’. Mi respuesta a eso indicaba que era el fin de una etapa de mi producción casi introspectiva y, entonces, la manera de seguir, suponía, era en colaboración. Ahí surgió la muestra Pupila, que es casi el libro abierto, y la colaboración con Diana.


De jueves a domingo, hasta el 16 de octubre, el público puede disfrutar del teatro, la danza, la herencia de Pina, y las obras de Eduardo Basualdo en Obra del Demonio, Invocacion XI - Bausch. Y la muestra Pupila, en el Museo Moderno, todos los días menos los martes

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