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  • SALA TOMADA

El derecho a la cultura

En el marco del Programa de Accesibilidad Cultural, gestionado por la Dirección Nacional de Innovación Cultural, el Teatro Nacional Argentino - Teatro Cervantes y el British Council, la reconocida especialista británica Kirsty Hoyle visitó nuestro país para brindar una capacitación sobre funciones distendidas en la que participaron 30 trabajadorxs del teatro a nivel nacional, incluyendo al equipo del TNA-TC.

Por Sol Putrino y Laura Gómez



Kirsty Hoyle parece tener la sonrisa dibujada en su rostro. Una sonrisa totalmente franca. A pesar de no hablar español, la especialista en Accesibilidad intenta comunicarse como puede eludiendo las mediaciones: mueve las manos, arquea las cejas y ensaya toda clase de gestos destinados a reducir las brechas que impone el idioma. Una pequeña confusión con el nombre de nuestro blog ayuda a romper el hielo y desata la carcajada. “¿Tomato salad?”, pregunta. Y nosotras respondemos: “No, no, Sala Tomada”.


¿Cuál fue tu relación con la cultura durante tu infancia y adolescencia? ¿De qué manera influyó ese vínculo en el trabajo que hacés hoy en materia de accesibilidad?

No me habían hecho esa pregunta hasta este momento, así que gracias. Yo no soy una persona con discapacidad y tampoco hay personas con discapacidad en mi familia, entonces el mundo siempre fue sencillo y accesible para nosotros: muy fácil de navegar, de recorrer. Crecí en distintas partes del mundo porque mi padre trabajaba en el ejército, por lo tanto, nos mudábamos constantemente. Pero siempre había un teatro o alguna función disponible y esa era mi manera de conectarme con la cultura del lugar. Además, se trataba de una experiencia que vivíamos como familia porque nos unía fuertemente cuando más lo necesitábamos.



Este proyecto empezó como algo muy pequeño en Londres pero no tardó en expandirse: ¿cómo fue ese proceso?

Estaba trabajando con las funciones distendidas en tres teatros, entonces tomaba las ideas de un lugar para plasmarlas en otros. Tiempo después conocí a una mujer con más experiencia en el mundo del arte que tenía un hermano autista: ella vio lo que estaba haciendo, le gustó y me quiso ayudar. Por supuesto, ella tenía una visión mucho más estratégica que la mía y fue así como empezamos a trabajar en un proyecto nacional de funciones distendidas. El primer espectáculo con el que trabajamos se presentaba en el West End (Londres), así que invitamos a algunas personas de Broadway (Nueva York) que luego quisieron replicarlo en sus teatros y nosotras colaboramos en el proceso. Fue un trabajo en equipo.

Según la británica, las funciones relajadas eran conocidas anteriormente como “funciones adaptadas para personas con autismo” y estaban destinadas a diversas franjas etarias. “La principal diferencia con respecto a las funciones tradicionales es que si hay personas que quieren hacer ruido, gritar, cantar, bailar, reírse, aplaudir o caminar durante la función, no hay problema. Nadie les va a decir nada porque todxs están en las mismas condiciones. Otra diferencia importante es que el personal de la sala recibe capacitación específica y el público que asiste ya sabe lo que va a ver, entonces se reduce la ansiedad”, detalla la experta.

A la hora de capacitar al personal de los teatros, Kirsty suele advertirles que probablemente habrá más ruido y movimiento en las salas. Sin embargo, por lo general ocurre que todo está tan tranquilo como de costumbre porque las personas alcanzan verdaderos estados de relajación. “Recuerdo que en una de las funciones había un chico de 17 años que se paraba en la butaca para decir ‘Feliz año nuevo’ a cada rato y otro que ululaba constantemente. Sus madres los agarraban y trataban de callarlos porque se ponían nerviosas, pero no tardaron en darse cuenta que nada de eso era percibido como algo malo dado que estaban todxs en las mismas condiciones. Después de un tiempo lo dejaron de hacer ya que sus madres se relajaron gracias al entorno. En cualquier otra función ellas se habrían estresado, sus hijos también y quizás hasta hubieran tenido que abandonar la sala”, comenta.



¿Cuáles son las principales diferencias entre el sistema comercial de teatros y la estructura de los teatros públicos? ¿En qué se diferencian esas lógicas?

Hay grandes diferencias y he participado en muchos debates donde se discuten estas cuestiones. Dentro de la industria comercial, la práctica consiste en comprar todos los asientos de la sala y facilitar esas entradas a personas con discapacidad como si se tratase de un acto de beneficencia de carácter paternalista. Las intenciones pueden ser muy buenas, pero no es la mejor alternativa porque se trata de una visión anticuada, muy enfocada en la caridad. Aún así, es importante que se haga porque si no nadie les daría espacio a estas personas en los teatros, sobre todo en países como los Estados Unidos que no cuentan con un Consejo Nacional de las Artes. De todos modos, creo que es algo que siempre deberíamos haber hecho. Se trata de un deber y no un favor, por lo tanto, tampoco deberíamos esperar aplausos y celebraciones.

Las historias narradas en los teatros, en los museos, en las galerías o en cualquier tipo de expresión artística han sido tradicionalmente las historias de aquellos a quienes se les ha permitido contar sus historias, el tipo de persona “correcta y aceptada” por la cultura. “Eso está cambiando y debería cambiar; todxs deberían tener la oportunidad de que se cuenten sus historias”, subraya. Algunos países que comenzaron a implementar este tipo de funciones accesibles son Canadá, Singapur, Estados Unidos, Chile y Suiza. Hoyle explica que la principal diferencia del Reino Unido con respecto a otros sistemas de gobierno es que cuenta con un Consejo Nacional de las Artes, entonces buena parte de la financiación para este tipo de proyectos proviene de las arcas públicas. Otros fondos llegan a través de las fundaciones y organizaciones de beneficencia –que en Inglaterra son muy fuertes– pero la especialista aclara que después de un tiempo ya no se necesitan fondos adicionales porque los gastos iniciales de la capacitación se requieren una única vez y luego el teatro incorpora estas funciones en su programación habitual.



Buenos Aires es una ciudad donde proliferan espacios teatrales permanentemente, algo que acá denominamos el circuito independiente o alternativo. ¿Cuál te parece que debería ser el primer paso para que todos esos espacios puedan generar conciencia sobre la necesidad de implementar las funciones distendidas en su programación?

Me parece que lo más importante es que la gente de todos esos teatros se reúna e intercambie ideas sobre cuáles son las posibilidades concretas, porque si no cooperan entre sí y sólo existe un único teatro con funciones relajadas en su programación, las audiencias no van a crecer. Es importante el trabajo colaborativo, la capacitación y el intercambio de ideas. También es importante que los directores o gerentes de los teatros vayan a este tipo de funciones para que puedan tomar contacto con aquellas personas que tradicionalmente son marginadas, ya sea porque no pueden utilizar el transporte, porque no pueden acceder a un empleo o porque no son consideradas capaces de llevar una vida como cualquier otra. Y en ese proceso se empieza a considerar a estas personas como clientes, ya no como un gasto.

El movimiento por las personas con discapacidad cobró relevancia en el Reino Unido durante la década de los ochenta: en aquel momento comenzaron a luchar por el derecho a la vivienda, al empleo, al respeto y también a la cultura. Hoyle destaca que “la cultura es parte de la vida y de los derechos humanos, es alegría y disfrute. Creo que por eso nos encontramos en este momento histórico donde el tema se ha puesto en discusión. Por otra parte, la cultura refleja lo que a la sociedad le parece importante en un momento determinado, y hubo muchos grupos que tomaron conciencia de que aún desde la cultura se estaba marginando a muchísimas personas”.



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