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La paridad no se actúa

Columna de opinión a propósito de Las mujeres x el TNA - TC


Por Mariela Asencio (actriz, autora y directora)




En 2014, participé de un ciclo semimontado de autoras en el Teatro Nacional Cervantes (hoy TNA - TC). La iniciativa no fue de los directivos del teatro de entonces sino de dos colegas que tuvieron la impronta de plantear que era inadmisible la escasa o nula presencia de obras escritas por mujeres en la programación. Una omisión evidente, si tenemos en cuenta la cantidad que somos en actividad. La idea era darle visibilidad a la dramaturgia de autoras argentinas. Fue entonces que recibí una invitación para ser una de ellas, lo que me dio mucha alegría y acepté con gusto.

Me enviaron un correo electrónico con orientaciones concretas respecto de las condiciones del trabajo y los pasos a seguir. Serían 4 funciones, en una de las salas del teatro aún no definidas. Podía armar un equipo de un máximo de 5 personas, me asignarían una cantidad especifica de ensayos y debíamos presentar una documentación. Convoqué a un elenco de actrices con trayectoria y talento y comencé a trabajar en la que luego se convertiría mi obra Vivan las feas.

Inicialmente había una posibilidad de que el ciclo se realizara en la sala Luisa Vehil, pero finalmente nos asignaron la sala Trinidad Guevara. Para quienes no conocen el teatro, estamos hablando de un espacio que puede ser de gran utilidad para brindar charlas o conferencias, pero que presenta serias limitaciones a la hora de pensar en una puesta en escena. Entendiendo que se trataba de un ciclo semimontado y que los demás espacios probablemente estaban ocupados, no vi mayor problema.

Días después recibí otro correo en el que se me informaba que los elencos debían incluir nombres. “Nombres”, esa forma políticamente correcta que se utiliza en el ambiente para decir “famosos”. Confieso que me pareció ridículo. No solo por tratarse de un requerimiento bastante frívolo, previsible en un productor comercial pero no en un ámbito oficial, sino porque lo que nos ofrecían a cambio eran cuatro funciones semimontadas en una sala muy pequeña.

Me sorprendió la “necesidad” repentina en nombre de la convocatoria. Mi respuesta fue parecida a la de otras compañeras que estaban en mi misma situación. Mi elenco ya había sido convocado y los “nombres” eran los que había pasado días atrás a la producción del teatro tal cual lo requerido inicialmente. No pensé que la cuestión pasaría a mayores pero me equivoqué. La necesidad repentina de “nombres” se volvió condición y había que “entender” que ahora “las cosas eran así”.

No hace falta mucha lucidez para entender lo violento de la situación. Dramaturgas convocadas para escribir obras y armar equipos libremente, son informadas, fuera de tiempo, de que esos elencos “ahora” debían ser de una determinada manera. Se trataba de un “requisito” que había que cumplir y que casi ninguno de los elencos había previsto. De aquí en más todo fue algo bizarro. Idas y vueltas de correos en los que las autoras tratábamos de explicar la situación en la que estábamos frente a las actrices convocadas. Siempre dejamos en claro nuestras posturas frente a los hechos. Mientras, del otro lado, los directores del teatro no se movían de esta “necesidad”, en favor de “lo mejor para el ciclo”. Transmitían esta postura a través de nuestras colegas. Las mismas que habían conseguido abrir ese espacio y que ahora trataban de sostenerlo aun cuando comenzaba a parecer insostenible.

En esas horas de confusión, más de una vez manifesté que estaba dispuesta a dialogar directamente con los directores -entendiendo que estar en el medio es incómodo y tiene un limite respecto de las decisiones- pero nunca se habilitó la posibilidad de ese diálogo. Entonces, me bajé de la convocatoria. Tomé la decisión de no participar. Antes y después de mí, también se fueron otras colegas. Fue triste. Cuando ya todo no podía ser más penoso, nos contactaron para invitarnos a volver manteniendo “nuestros elencos”.

Finalmente, estrené Vivan las feas en el ciclo de autoras argentinas, ciclo al que los directores del teatro no asistieron. Creo que, simplemente, por falta de interés. Su voluntad inclusiva se limitó a hacernos un hueco en su programación de autores hombres, pero en el camino lo tuvimos que padecer. Más allá de que es impensado un “ciclo de autores varones” y de que la lógica de la segmentación se sigue aplicando sólo con nosotras, muchas veces me pregunté con qué necesidad generaron todo ese malestar. No encuentro otra respuesta que no sea el mal uso del espacio de poder.

Si bien dejo expresa mi gratitud hacia las colegas que trabajaron para que ese ciclo existiese y abrieron la puerta para que podamos participar, digo también que

no quiero que dependamos más de voluntades pasajeras, en general masculinas, para formar parte de un espacio de trabajo.

Por esto y por muchas otras cosas más, apoyo la ley de paridad teatral.

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JÓvenes periodistas

Durante un año, 9    jóvenes de instituciones educativas públicas y privadas, con el acompañamiento de especialistas en la materia, llevan adelante un laboratorio-taller de periodismo y análisis de las artes escénicas, vinculado a la programación del Teatro. Este blog se propone como un espacio de reflexión y análisis a partir de la producción artística del TNA - TC. 

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