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Víctor Arrojo: “Esta obra, como la campaña del desierto, es un abanico de violencia”.

El director de Los establos de su Majestad, la obra estrenada en Mendoza con el aporte del TNC Produce en el país, cuenta acerca de sus decisiones para la puesta y el camino que lo llevó al teatro.

Por Agustina Barbero y Leandro Lucero



Víctor Arrojo, director de Los establos de su Majestad, es un gran autodidacta. Además, de su gran trayectoria como actor en Mendoza, le gusta mucho hablar y expresar su punto de vista. Algo que se notó a lo largo de la entrevista es su manera pedagógica de expresarse, propia de su oficio docente en la Universidad Nacional de Cuyo. Es una persona muy convincente con sus pensamientos, lo cual se pudo ver reflejado en el total de la puesta.

Fundador de la sala Cajamarca en Ciudad de Mendoza en 1984, hasta hoy lleva adelante numerosas obras. Algunas obras que dirigió fueron: Juana de América, Las alegres comadres e Historia de Una Cara.

Estrenada el 1 de septiembre, Los Establos de su Majestad se presenta hasta el 26 de octubre en el Teatro Independencia (Chile 1184, ciudad de Mendoza). Es una coproducción entre el Ministerio de Cultura y Turismo de Mendoza y el Teatro Nacional Cervantes.


-¿Por qué decidiste presentar la obra Los establos de su Majestad al programa del Teatro Nacional Cervantes (TNT)?

Estaba entusiasmado por esta experiencia que era algo que no había hecho en los 40 años que llevo en el teatro. Y traté de buscar algo que resonara conmigo, algo atractivo para el jurado, que sea importante para el público mendocino y que fuera un desafío. Creo que Los establos de su Majestad cumplía con todo eso. Además, tengo mucha coincidencia ideológica con la obra, pero lo que más me gustó es que tiene mucho potencial escénico.


-¿Qué consideraste más importante al momento de respetar el libro y en qué te basaste para hacer los cambios?

Para empezar, me parecía que la versión de Sonnia (Sonnia de Monte, adaptadora) era contemporánea y eso permitía bastante juego. Me basé en lo rítmico porque creo que el espectáculo se basa en eso. Como, también, que la historia fuera más coral, que los personajes femeninos fueran más relevantes y señalar que, por la forma de repartición de las tierras que se hizo en la campaña del desierto, ahora estamos teniendo los problemas de producción propios de la Argentina.


-A medida que transcurre la obra se observan varios signos cargados de sentidos. ¿Cómo los pensaste?

Uno va buscando que pasen cosas. El acontecer es eso que sucede por arriba del sujeto. Por ejemplo, en la repartija de esa torta, no es importante cada uno de los sujetos, sino el acontecimiento, lo que pasa. Lo importante es que un grupo de personas que manejan el poder comen una torta y la reparten y nos miran comiendo, el embajador nos mira con amenaza. Ahí encontramos la semiótica, un signo por donde contarlo. Respecto a cómo narrar y mostrar el indio (como un muñeco de paja) fue todo un desafío porque a mí me parecía que ellos, dentro de todo, son cobardes.

Hice la colimba (servicio militar obligatorio) en Malvinas. Cuando terminó la guerra, me tenía que quedar en el cuartel y ver lo que hacen los oficiales con los suboficiales: los cagan a pedos. Y le echan la culpa, una hipocresía absoluta, de la pérdida de la guerra. Veía como en toda guerra, que esos “capos”, los de mayor rango, no entraban en combate. Es muy fácil mandar al frente a los cuerpos de los otros. La obra, y la campaña del desierto en particular, es un abanico de violencia porque está la violencia cultural, económica, política y religiosa. No solo le quitan la tierra, también su religión, su familia.


-¿Cómo lograste la sinergia de los personajes y el tono paródico de la obra?

A la parodia la mantuve bastante a raya, se podría trabajar mucho más, pero a mí me gusta polarizar a los personajes, o sea, que pueden ser algo y a la vez otra cosa. Por ejemplo: el comandante era como un niño y, en otros momentos, muy violento; Margarita también, es muy sensual pero firme y dura cuando tiene que serlo.


-Los personajes están constantemente en escena ¿Por qué?

Ese fue un recurso que reforcé. Nadie sale, están todos ahí porque son cobardes. El problema siempre está afuera, la atención está allá y por eso siempre se habla hacia la ventana. Están en su toxicidad dentro de los tachos. Solo le mandan órdenes a los que están fuera. Ellos se hacen los que practican con el muñeco que simboliza al indio, pero lo están haciendo contra un maniquí, nunca van afuera a practicar.


-¿Cómo fue la selección del equipo? (ver abajo Ficha técnica)

No hubo casting porque la convocatoria requería que estuviera el equipo completo. Yo conozco muchos medios, no necesito hacer casting. Sinceramente lo digo, no es soberbia. Me pasó de pensar, al principio, de hacerlo con actores jóvenes, porque si ves el punto de vista histórico, los personajes eran jóvenes. A vos te parece que no, pero Roca podría tener 28 años en el momento que ocurrió. Entonces, tuve la tentación de armar un elenco de actores más jóvenes. No sé en qué momento eso se me licuó y me apareció esta última elección. Lo bueno de Mendoza es que para cada personaje yo tenía 3 o 4 actores de muy buen nivel.

Necesitas gente que tenga una agenda liberada, compañeras o compañeros que trabajan en la actuación y que tengan horarios más flexibles. Que te permitiera trabajar por la mañana. No podríamos haber organizado los horarios de noche por el lugar, a mí me parece que los ensayos son más efectivos de mañana.



-¿Pensabas en un tipo de espectador teniendo en cuenta lo complejo del texto?

No, creo que el texto es bastante llano e histórico/político, y quería sacarle algo de solemnidad, pero lo más oscuro está en lo audiovisual y lo paródico. En cuanto al público, no soy de fijarme en eso, me concentro y trato de hacer el tipo de teatro que me gustaría ver.


-Hablemos de tu vocación: ¿Cómo empezó tu amor por el teatro y por qué te definís autodidacta?

No sé si la palabra que encaja es amor, yo no lo viví así y, como en todo, tengo una mirada bastante pragmática pero me parece que me encontré con el teatro y nos hicimos amigos. Nadie habita una profesión como la nuestra sin tener correspondencia de algún modo. Estaba estudiando música pero no me dialogó mucho y llegó un momento en que lo artístico tampoco me convocaba. Fue a los 16 años cuando tuve la necesidad de hacer algo y ahí me encontré con el teatro, me dio cobijo. Nadie se queda en un lugar donde le va mal. El teatro me permitió juntar cosas que me gustaban. Soy de la generación de los ochenta, el país venía saliendo de una dictadura y se hablaba de mucha política en mi familia. Entonces, el teatro me permitió expresarme con un lenguaje que no es partidario. Y con la formación no tenía mucha referencia, la facultad estaba intervenida por la dictadura y había un miedo cultural sobre de qué vas a vivir si te dedicás al teatro. Por eso estudié fonoaudiología. Gracias a eso pude entrar en la facultad de teatro: la búsqueda de la vocación tiene algo de misterio.



-¿Cómo te relacionás con tu equipo? ¿Aceptás sugerencias?

Dicen que escucho. Seguro que con los años he empezado a escuchar más. Yo me formé como director en grupo y eso ya te configura de otra manera. Estábamos haciendo teatro y probamos quienes se animaban a dirigir. Si yo en el primer montaje hubiera sido un desastre, no habría hecho el tercero. Los directores que hemos sido actores y nos hemos formado como grupo, se nos hace imposible no tener escucha porque sabemos la importancia de la actuación. Lo pedagógico también es importante porque ejercita la escucha. Pero, al momento de decidir no me tiembla la mano. No autoritariamente, pero no dudo.



 

Ficha técnica

Título: Los establos de su Majestad.

Dramaturgia: Adaptación de Sonnia De Monte de la obra homónima de Fernando Lorenzo y Alberto Rodriguez (h).

Intérpretes: Sandra Viggiani, Claudia Racconto, Pablo Díaz, Daniel Encinas, Fernando Mancuso y Matías González.

Escenografía: Analía Quiroga.

Vestuario: Marcelo Mengarelli.

Iluminación: María José Delgado.

Música: Aballay & Brachetta.

Audiovisual: Eduardo Rodriguez.

Producción local: Sara Noe Arrojo.

Dirección: Victor Arrojo.


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