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Valeria Lois: “Volvería mañana mismo a hacer una obra en el Cervantes”

La actriz de Las tres edades y La vida extraordinaria cuenta sobre su experiencia en el TNC, sobre su carrera desde los inicios y todo su recorrido por el teatro, cine y televisión, además de sus primeras incursiones en la escritura.

Por Auca Gómez




Valeria Lois es actriz de , teatro y televisión. Se formó junto a Pompeyo Audivert, Alejandro Catalán, Ciro Zorzoli, Paco Gimenez, entre otros.

El 2 de julio realizó su última función de Las tres edades en el Teatro Nacional Cervantes. Ahora espera que el teatro les renueve para una temporada corta en 2024 o, en caso contrario, continuar la obra en otro espacio. En paralelo, sigue actuando en el teatro Picadero con La vida extraordinaria, en Dumont4040 con Precoz y, en la televisión, por las noches con la segunda temporada de Argentina, tierra de amor y venganza por Canal 13.

Por otra parte, está comenzando un proyecto donde dirigirá a Mariano Saborido en una obra escrita por Santiago Loza, con posible producción de la compañía Teatro Futuro. Se trata de un unipersonal que cuenta la historia de un joven de pueblo que vive con su madre, escrito que Loza realizó especialmente para el actor Saborido.


Cuando Valeria entra a la cafetería donde se realizó la entrevista, a un grupo de chicas se les ilumina la cara. Al rato, se acercó a saludarla Ana María Picchio. “¡Sos una grande!”, le dijo, ocasión que las fans aprovecharon para demostrarle su admiración a Lois quien lo recibió con naturalidad.


-¿Qué te llamó la atención de Las tres edades para que aceptaras el proyecto?

Junto a Patricio Aramburu, Santiago Gobernori y Vanesa Maja, los actores de Las tres edades, tuvimos la idea de convocar a cuatro directores para que nos dirigieran antes de la pandemia. Queríamos hacer una experiencia con distintas direcciones para crear una especie de laboratorio. Unos de esos directores convocados fueron Walter Jacob y Agustín Mendilaharzu como dupla; también Ciro Zorzoli, Gustavo Tarrío y Mariano Echaude. Hicimos encuentros con cada uno de ellos, pero Agustín y Walter fueron los únicos que escribieron algo. Ese texto que ellos habían empezado a escribir lo siguieron desarrollando para luego presentarlo en el Cervantes. Fue al revés la experiencia, nosotros los convocamos a ellos, produjeron la obra y al Cervantes la presentaron con nosotros como elenco armado. No fue el típico proyecto donde decís “sí, lo quiero hacer”, sino que sabíamos que era eso lo que íbamos a hacer.


-En la obra se plantea el lugar del autor en el cine, ¿cómo ves esa relación desde tu lugar de actriz?

Creo que la obra hace bien en plantear esa discusión en el cine aunque ese problema está en todos los terrenos. Es un problema que no tiene mucha solución. En un momento de la obra, mi personaje dice que a veces es necesario, para conseguir algo, nombrar a alguien. A veces pasa que hay actores que trascienden a los directores y entonces es la película de Darín y no la del director. Sí, lo siento injusto, pero es una injusticia que está desde que las artes son las artes; en mi caso, vengo de una filosofía del actor-autor, no por mandarme la parte sino que tomo decisiones actorales que también son autorales. Me parece injusto pero, al mismo tiempo, creo que es un problema no tan grave y sin solución, depende mucho. La obra muestra que los artistas sabemos estar unidos cuando nos va mal, pero cuando nos va bien nos cuesta más: el momento donde las cosas salen podría ser un momento en el que sería más fácil, pero es cuando todo comienza a ponerse más rígido. Confieso que no soy alguien a quien le resienta mucho esta situación, me parece que ya es como una realidad contra la que es casi mejor no pelearse. Hay algo de las justas jerarquías y también de las injustas, esos lugares donde poder atacar o donde prescindir de ellos y trabajar en una situación más amable. Esta obra plantea el problema del autor pero también la otra cara, la de la directora que dice que también hay que ocupar ese lugar, estar ahí implica tener charlas, poner la cara, el nombre, si algo sale mal la cabeza que rueda es esa: ahí la obra también abre la mirada benévola para los ambiciosos que ocupan esos lugares.


-En la obra también se habla del trabajo colectivo, ¿qué opinás al respecto? ¿qué importancia le otorgás?

Le otorgo mucha. Hice muchos trabajos que no tenían que ver tanto con el trabajo colectivo entonces me pasa que en los trabajos que no son tan colectivos favorezco, cuando puedo, a que se forme lo más colectivo posible; es decir, buscar decirnos todo lo que hay que decir y abrir el juego a que las propuestas circulen entre todos. El trabajo colectivo es el lugar por el que hay que empezar y, en la medida que esté el deseo, hay que sostener siempre la posibilidad de hacerlo; a veces, el trabajo más concreto te lo impide, a veces se quiere llevar a cabo un proyecto pero pensás en no poder hacerlo por falta de recursos y se decide no mover a toda la gente. La vida nos va llevando a un individualismo, resultado de una serie de cosas, pero siempre está bueno poder tener la vía del trabajo colectivo: hay algo de eso que me hace bien.


-¿Cómo es el componer múltiples personajes al mismo tiempo?

Hay que cambiar un chip, hacer varios personajes al mismo tiempo está buenísimo. Cuando me ofrecieron hacer Precoz, había empezado a ensayarla bajo la dirección de Lorena Vega. En ese momento, también estaba haciendo teatro comercial con La Verdad y con La Vida Extraordinaria en el Cervantes. No podía hacer Precoz en ese momento, me daba miedo, tenía un prejuicio con la obra, me parecía oscura y solemne, no sentía que el texto fuera tan agradable y, finalmente, dije que no. Decidieron llamar a otra actriz, Julieta Diaz, que fue quién estrenó; cuando Julieta no quiso seguir más, Lore me volvió a llamar y ahí sí dije que sí, me quise dar la oportunidad de transitar la obra desde un lugar más copado y así fue, ahora me encanta actuarla. Es una obra que no tiene mucha relación con el público, no tiene tanta respuesta, es una obra densa pero que va a lugares que me encanta explorar. En ese sentido, esta obra y Las tres edades, me agotan mucho más física y mentalmente que La vida extraordinaria que la tengo muy incorporada. Ahora sentí el costo de hacer muchos personajes en paralelo pero quizás tiene que ver más con la edad que con la novedad de tener tantas cosas en la cabeza. Todo el mundo me dice que trabajo mucho, pero arranco a las 19 y a las once o doce de la noche ya estoy en mi casa, trabajo cuatro horas al día, la gente trabaja mucho más que eso; si bien es agotador porque estoy poniendo todo, no trabajo más que otros.


-Formaste parte de Grupo Sanguíneo, ¿cómo fue ese proyecto?

Junto a Pablo Garaventa, Lorena Vega y Martín Piroyansky, estuvimos juntos diez años. Fue algo muy del trabajo colectivo, de una decisión de grupo. Ninguno de nosotros nos dedicábamos a la actuación: Lore era asistente de Nora Moseinco, yo trabajaba en la Cultural Inglesa de Buenos Aires, creo que Juan era cadete y Martín era un nene que iba al colegio. Ninguno era actor pero sabíamos que queríamos serlo, entonces nos juntamos a probar y le pedimos a Nora el estudio que nos lo prestaba los sábados a la tarde. Íbamos a improvisar, a tirar ideas hasta crear algo y así hicimos nuestra primera obra. Formamos un código, una forma de trabajo que continúa con La vida extraordinaria, hay algo ahí que no se corta de ninguna manera, es como una comprensión de cómo se hacen las cosas que con Lore ya tenemos muy incorporadas. Pasaron 16 años y, locamente, lo siento cercano.


-Lorena Vega una vez dijo que ustedes dos juntas son como un monstruo de dos cabezas

Es verdad (risas). Lore tiene una capacidad de ver más de afuera para producir y yo soy más de meter el cuerpo, de hacer y tirar ideas sueltas. Funcionamos muy bien juntas como pareja teatral, no es exagerado decir que no hay función que no la vea y piense en qué divino y que increíble que lo está haciendo, no me canso de actuar al lado de ella. Hay dichos de que las actrices compiten y se envidian, pero creo que hay algo de mucho amor entre nosotras; por supuesto que una puede ser la medida de la otra, según como le esté yendo, pero cada una tiene su lugar. Hay un amor y una comprensión que casi sin hablar sabemos en qué estamos. ¡Qué suerte tenemos! Hace 30 años que trabajamos juntas, es una locura, verla a Lore actuar es algo muy potente.


-¿Considerás que la actuación en cine, teatro y televisión es diferente?

Son muy diferentes, son tres lugares donde me gusta mucho actuar. La tele es donde menos cómoda me siento, tiene algo muy de “palo y a la bolsa” que, por lo menos a mi, me agarró medio de grande. La tele me domina más a mi que viceversa. El cine me parece algo realmente mágico, filmar es algo muy lindo y casi marciano: un día grabás que ponés la llave en la cerradura y quizás a los 10 días que abriste esa puerta, en el medio te pueden pasar un montón de cosas y no sos el mismo que tiene que filmar. La preparación es diferente, lo que hay que aprender es a ecualizar. En el cine se ve todo, cuando una actriz como yo que estoy muy acostumbrada a ir a fondo con la energía, para el cine la tengo que hacer desaparecer. Es una experiencia que me resulta muy divertida e increíble y me pasa que, a los 50 años, siento que en el cine soy nueva todavía, hay algo de una situación medio virgen. Me gusta estar ahí.


-Trabajaste en el teatro independiente, comercial y ahora nuevamente en el Cervantes, ¿qué diferencias encontrás en cada ámbito?

El independiente lo tengo muy asociado a un lugar donde se hace lo que uno tiene ganas de hacer, no en un sentido caprichoso sino de probar cosas, mientras que en el comercial o el oficial no se puede porque es más probable que te llamen para algo en concreto. El comercial es un trabajo en todo sentido porque te contratan para que hagas algo en particular, alrededor hay un equipo de gente que vos no elegís, es como subirte a un avión con una cantidad de gente que vos no elegiste. Respecto a la actuación, quizás tenés que actuar cosas que no necesariamente querés transmitir, pero tenés que vivirlo lo mejor posible y tener suerte para que te toque un lindo equipo y un buen libro. O tener la fortaleza para decir que no pero a veces la plata para el intérprete es importante. Respecto al oficial, nunca trabajé en el San Martín pero sí dos veces en el Cervantes. Es un lugar muy sagrado, sobre todo porque las veces que trabajé fueron procesos de trabajo rodeada con gente muy afín; a Mariano Tenconi no lo conocía pero al instante pegamos onda y, en general, son todas coincidencias con él, realmente valoro el nivel de director y autor que es, lo digo siempre y lo repito mucho pero siempre voy a estar agradecida por el texto y la oportunidad de actuar La vida extraordinaria. Tengo idealizados los equipos con los que trabajé en el Cervantes, el teatro es muy increíble, es nuestro único teatro nacional; viví con un poco de preocupación esta última temporada por el cese de actividades por el descontento gremial. Hay problemas en el teatro que, sólo con pensar que ese espacio dejara de existir, me quiebra el corazón. Volvería mañana mismo a hacer una obra en el Cervantes.


-¿Cómo es el reconocimiento popular? ¿De qué te habla la gente en la calle?

Siempre es muy a favor, tanto en la calle como en las redes. No es mucho, puedo pasar días sin que nadie me diga nada. A mi me encanta porque está todo a la altura de lo que yo hice, no hay una horda de gente que no me deja comer con mi hijo y tampoco hay gente que me diga o ponga en redes comentarios negativos. Siempre recibo cosas lindas, me gusta, no me altera en ningún sentido, nunca viví una situación incómoda. Ahora es una época muy de pedido de fotos, hay veces que me piden una y después me dicen “recordame cómo te llamás”, no me genera malhumor recordárselo o tengo problema con eso, pero pienso que es mejor tener una foto con alguien que realmente te interese. Cuando me saludan porque me vieron en el teatro o por alguna película me dan ganas de escuchar la opinión del otro, de tener un pequeño intercambio, eso es lo que más disfruto.


-En junio, se publicó El libro de los elogios, donde escribiste junto con otros autores. ¿Cómo fue la experiencia de la escritura?

Me gusta mucho escribir, me parece un proceso buenísimo y muy distinto a la actuación que es más de mandarse mientras que escribir implica estar sentado y vérselas con el vacío. Me gusta mucho, pero también me cuesta mucho. En este caso, Joana D´Alessio, la editora de Vinilo, me convocó y realmente me comprometí. Con ella compartimos un grupo en el “Mundial de escritura” y entonces pensó en mí para este libro. le tengo que poner más garra a la escritura, si es que lo querría hacer. Hay algo muy mío de resolver todo con el humor pero si quisiera ponerme a escribir más seriamente tendría que encontrarme más con ese vacío y poder atravesarlo. La escritura es un campo distinto, hay que cultivarlo.


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