Una de las Jóvenes Periodistas escribe acerca de cuál es su mirada crítica sobre la obra estrenada en la María Guerrero y en cartel hasta el domingo 24 de septiembre.
Por Zoe Ledesma
Salvajada, escrita por Mauricio Kartun y dirigida por Luis Rivera López, estrenó su temporada en el Teatro Nacional Cervantes (TNC) en julio. Se trata de la adaptación del cuento “Juan Darién” de Horacio Quiroga, incluido en la antología El desierto (1924).
Kartun (autor y director de Terrenal y La vis cómica, entre otras) originalmente escribió la obra para la compañía de titiriteros de la Universidad Nacional de San Martín en 2015, estrenada con la dirección de Tito Loréfice y Hernesto Mussano, y la interpretación del elenco estable de titiriteros del Instituto de Artes Mauricio Kegel. En esta nueva puesta, Rivera López combina actores y actrices con títeres. Convocó a los titiriteros de Libertablas, la cooperativa teatral independiente que codirige con Sergio Rower desde 1979.
La obra cuenta la historia de Juan Darién (Pablo Mariuzzi), un niño-tigre criado por una madre humana (Valentina Bassi). Él ignora su condición, pero los rasgos que lo diferencian saltan a la vista: el pelo duro, su amor por la selva y el brillo verde en sus ojos son objeto de burla de sus compañeros de escuela constantemente. Un día, un inspector (Carlos Belloso) visita la institución y, luego de hacerle varias preguntas a Juan, descubre su verdadera identidad. Allí comienza una cacería de ese niño-tigre, “el diferente”, que involucrará hordas de campesinos enojados, un circo ambulante y un encuentro majestuoso con una manada de tigres.
El relato es mediado por una narradora, la Anaconda Pitonisa (Mónica Felippa), que desde su sabiduría y atemporalidad guía las acciones de los personajes principales. Sus reflexiones acerca de lo humano y lo animal, como su visión protectora de la naturaleza, generan momentos de profunda introspección en escena.
Aunque los títeres parecen destinados a un público infantil, Salvajada está sugerida para mayores de 17 años. Retrata el sufrimiento de un niño inocente y la crueldad humana de forma explícita y grotesca, especialmente durante los encuentros con el director de circo (papel que también interpreta Belloso), quien intenta adiestrar a Juan Darién con latigazos una vez que se revela su identidad. La complicidad de los habitantes del pueblo solo suma a esa construcción violenta y desgarradora de un mundo en el que la diferencia debe ser castigada.
Sin embargo, la obra sí se presta, en algunos momentos específicos, a que el adulto desacostumbrado al teatro de títeres pueda disfrutar de un regreso a las obras de la infancia. Los números de Juan Darién en la selva, en particular, son aquellos que permiten el mayor despliegue de estos artilugios. La música, las luces, los sonidos de los animales y la combinación de telas, títeres y escenografía dinámica generan la inmersión en un mundo vibrante y magnético, de libertad, alegría y juego infantil.
Las interpretaciones de los actores en sus diferentes roles suelen ser caricaturescas y exageradas, en la búsqueda estética del grotesco. Como resultado, las escenas más coloridas conquistan la risa y diversión del público, mientras que las representaciones de violencia oscurecen la experiencia del espectador. De todas formas, este estilo de actuación, combinado con un texto que, de por sí, es bastante explícito, por momentos se aleja de una mera representación grotesca y parece inclinarse por una performance que, en alguna medida, subestima al espectador.
A diferencia de Quiroga, el texto de Kartun parece realizar una explicación permanente de lo que se representa en la puesta. La alusión al bullying como tema es directa y explícita, sin dejar lugar a ninguna sutileza o ambigüedad en la interpretación. Nos dice “el bullying es malo” y no pareciera explorar nada más. Toma al espectador de la mano y le asegura, cuadro por cuadro, una experiencia concreta y por momentos violenta, pero también bastante plana, con un afán excesivamente pedagógico para transmitir un mensaje que no lo necesita. Tanta explicación, finalmente, aleja la crudeza real del relato y la diluye en una búsqueda reduccionista, lo que le resta fuerza a la puesta. Se genera un grotesco que, en lugar de impactar, podría achatar el tema que trata.
A lo largo de toda la obra se montan números musicales de diferentes géneros, que varían de acuerdo con la situación. Aunque las letras son autoría de Kartun, la música está a cargo de Daniel García, quien compuso la música original, además de la dirección musical. Las canciones y las coreografías suman dinamismo y versatilidad a una obra que, por los temas que trata, podría resultar mucho más densa y oscura. El leitmotiv “Ni ojo por ojo, ni diente por diente. Acá hay que darle al diferente” se repite, con ligeras variaciones, en muchos de los cuadros donde la violencia organizada recae sobre Juan Darién.
La puesta de Rivera López genera un choque interesante entre relato y representación, con un teatro de objetos que, aunque podría leerse como una puesta infantil, logra imágenes para otros públicos. Por momentos, las mismas figuras de los títeres pueden resultar macabras y siniestras, como cuando una fila de muñecos simula ser el campesinado que va en busca de Juan Darién, acompañada por luces oscuras y música de terror.
Salvajada es un relato repleto de crueldades, que se lee en un contexto donde el maltrato y la violencia escolar están en tela de juicio. Quizás en este sentido sea tan desgarrador que, finalmente, Juan Darién solo pueda vivir tranquilo en la selva, entre los suyos, abandonando su identidad humana. ¿Seremos realmente los humanos incapaces de aceptar al diferente?
FICHA TÉCNICA
Autoría: Mauricio Kartun a partir del cuento “Juan Darién” de Horacio Quiroga. Intérpretes: Valentina Bassi, Carlos Belloso, Mónica Felippa, Diego Ferrari, Carolina Guevara, Pablo Mariuzzi, Gustavo Masó, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda y Blanca Vega. Escenografía, títeres y vestuario: Alejandro Mateo. Luces: Luis Rivera López. Dirección musical y música: Daniel Garcia. Coreografía: Marina Svartzman. Dirección: Luis Rivera López. Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Funciones: de jueves a domingo a las 20.
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