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Luis Machín: “La mente del actor se torna algo siniestro porque estás constantemente con dos en tu c

El protagonista de La gesta heroica habla acerca de la relación con el director Ricardo Bartís y sobre distintos desafíos artísticos en su larga y prestigiosa carrera, desde ponerse en la piel de Domingo Cavallo para una miniserie hasta interpretar a un padre abusador.


Por Auca Gómez y Melina Dinoto




¿Es posible trabajar en teatro y en televisión al mismo tiempo? ¿Qué tan factible es seguir apostando a las tablas? ¿Existe un desdoblamiento del actor en estos espacios tan disímiles? Para Luis Machín todo esto es posible e, incluso, ha tomado a la actuación como su estilo de vida y, por supuesto, como su principal profesión.

El protagonista de La gesta heroica (LGH) -obra estrenada el 4 de mayo en el Teatro Nacional Cervantes y dirigida por Ricardo Bartís- llega a la entrevista de forma parsimoniosa y se ubica en una de las sillas de forma tranquila y relajada. Este año, a Machín se lo ha visto en multiplicidad de proyectos: Diciembre 2001 -miniserie que está disponible en la plataforma StarPlus- y LGH, que se puede ver en el Centro Cultural Thames, ex Sportivo Teatral, hasta fin de septiembre.


-¿Cómo fue comenzar a trabajar con el texto de Shakespeare a partir de improvisaciones hasta llegar al guión final?

Cuando me sumé al grupo, ya habían comenzado a ensayar hacía un año con Rey Lear, la tragedia de Shakespeare. Conozco la forma de trabajar de Bartis, en relación a textos ya escritos, tiene una forma muy personal de trabajarlos y de romperlos para irse a otros territorios vinculados con el ser argentino. De todas formas, insisto en que cuando ingresé a LGH ya estaba todo bastante armado.


-Considerando que es una versión actual de Shakespeare, ¿tuviste que leer la obra original para interpretar? ¿Cómo interpretás el vínculo entre teatro y literatura?

La obra por supuesto la conocía, volví a leer varias traducciones porque quería tener más fresca la idea de ese padre y de su relación con sus hijos. Desde que me convocó Bartis, sabía que el texto iba a estar totalmente violentado.

Me parece que es un buen paso basarse en la literatura para trabajar en dramaturgia. Son formas que me seducen en cuanto a cómo el cuerpo y la cabeza tienen que hacer un mecanismo de comprensión para poner en escena lo escrito.



-¿Es la primera vez que trabajás con los textos de Shakespeare?

Hace muchos años, en Rosario, trabajé en Noche de Reyes. También, estuve en Lástima que seas una puta -una obra de John Ford, contemporáneo a Shakespeare- que se hizo en el Centro Cultural Recoleta.


-¿Qué te cautivó del proyecto de Bartis?

Lo conozco a Bartis desde los años 90, cuando empecé a estudiar con él cuando vine de Rosario. Me resulta convocante su manera de abordar los textos: pone al actor muy por delante y se enfoca en la energía de actuación. También, se centra en la poética asociativa de los actores, cómo resuenan los textos de cada uno y cómo esas poéticas más personales aportan algo a una construcción colectiva del desarrollo de la escena. Siempre me gustaron mucho los lugares desde los que parte, que no son nunca la obra en sí o el texto terminado, sino una fragmentación. Bartis posibilita habitar otros mundos que no son necesariamente los de esos personajes que fueron concebidos por el autor de forma solitaria.


-Esa flexibilidad que mencionás, ¿la podés vincular o ver en la televisión o el cine?

Sí, es trasladable en la medida en la que uno haya tenido una formación potente. Considero que mis años en el Sportivo fueron eso, por un lado, recibir una forma distinta a la que estaba habituado o los actores están habituados y, después, también apelar a cuestiones más personales que se van contestando a medida que uno va teniendo recorrido. Eso lo tengo todo el tiempo en la cabeza, me ha quedado como marca, por eso me siento tan influenciado por esta corriente.


-Tus compañeros de elenco también se formaron en el Sportivo, ¿sentís que la formación va cambiando a través de las generaciones?

Hay un núcleo que se mantiene mucho con los años, hay formas que en lo personal se atacan. El otro día en Conversaciones (ciclo del TNC), dije que en el Sportivo había empezado a ver muchos “Bartolitos”, eso me incomodó, los actores absorbemos mucho de la persona que nos dirige o forma, al igual que en otras disciplinas, hay maestros que te influyen definitivamente. Siempre me interesó que una vez absorbido eso, esté la posibilidad de generar un recorrido personal. Pienso mucho desde el lugar del actor, no tengo un recorrido como director ni como formador de actores, más allá que he dado algunas clases, pero mi esencia y naturaleza está vinculada a pensar como actor. Cuando vi que la forma del Sportivo era tan poderosa, empecé a tener curiosidad en cómo romperla y a quedarme en un lugar más estrecho que la energía que es la que posibilita matices y formas de abarcar o pensar un personaje.


-¿Qué te aporta como actor la búsqueda de Bartis de trasladar la energía del Sportivo a todas sus puestas?

Conozco el Sportivo desde que estaba en Rodriguez de Velazco y Juan B. Justo, era una casa chorizo y ahí, a fines de los noventa, hacíamos El pecado que no se puede nombrar para no más de 30 personas. Cuando el Sportivo pasó a la calle Thames, lo hicimos en un lugar un poco más amplio sin perder la naturaleza de la cercanía, de hecho la reproducción del espacio donde los personajes se mueven acá en el Cervantes es en la misma reproducción que en esa sala del Sportivo. Es una posición ideológica la de Bartis de darle la espalda al teatro oficial, si bien pondera los espacios estatales como para hacerse de ellos y considera que es un lugar de recorrido de grandes actores y actrices, para todos nosotros es un orgullo poder estar en este teatro. Conserva algo de la naturaleza expresiva de lo que fue el Sportivo, busca ganar ese espacio y de ahí opinar, producir, autogestar.



-¿Cómo fue la composición de Domingo Cavallo para Diciembre 2001?

Cuando recibí la propuesta, me resultó muy atractiva. El guión está basado en la novela El palacio y la calle de Miguel Bonasso. Viví esa época y sentí que había una responsabilidad de mostrar ese período para las generaciones que vienen, sobre todo por los chicos y chicas que van a votar ahora, que si bien tuvieron la suerte de no vivir esa época, sus padres sí. Hay una confusión más grande en cuanto a lo que son las políticas neoliberales, lo que fueron y las consecuencias. Ahora se anuncia como la posibilidad de retomar esas ideas, donde hay ausencia del Estado, sobre todo los discursos de ultraderecha. Me resultó interesante hacer un personaje como Cavallo que tuvo un protagonismo excluyente desde que fue ministro de Economía de Carlos Menem hasta la debacle de Fernando De la Rúa. Hay un plus en relación a la composición, creo también que arrimarse lo más posible fisonómicamente a los personajes, porque son personas que existen o existieron, que tuvieron protagonismo. En este caso, la dirige Benjamín Ávila, quien tiene una producción que ampara el hecho de ser contado por alguien que tiene conocimiento y sensibilidad.



-¿Recordás algún personaje que te haya costado interpretar?

Hubo un personaje que me causó mucho rechazo y al principio me negué a hacerlo, pero finalmente terminé aceptándolo. Era para un capítulo de Mujeres asesinas, un padre que abusaba de su hija mayor y el hijo chiquito escuchaba esos abusos. Se trató de un desafío (aunque no me guste esa expresión) más como persona que como profesional, fue más una interpelación a uno mismo. Como persona-actor uno pone una gran cantidad de instrumentos propios en juego, mucho de eso tiene que ver con cómo funciona la cabeza. Tu mente se torna algo siniestro, estás constantemente con dos en tu cabeza. Me acuerdo que en una de las escenas tenía que jadear como si estuviera teniendo sexo con mi hija y del otro lado el nene, que tendría 7 años, estaba escuchando del otro lado de la cortina. Pedí que la mamá del nene estuviera presente, hay situaciones que son de mucha velocidad y que tenés que resolver. Hoy en día, hay más cuidados para esto. Nosotros teníamos que hacer los gemidos de la violación y había un nene que preguntaba si había un perro ahí, a mi se me helaba la sangre. En una película también hice de un abusador y dos actores muy conocidos antes que yo rechazaron el papel diciendo que su público “no los quiere ver en esos papeles”. Ataco esa postura, es un lugar de comodidad, una posición burguesa.


-¿Cómo es el reconocimiento popular?¿De qué te habla la gente en la calle?

Por la pandemia la gente consumió mucho Youtube. Las nuevas generaciones me escriben porque miran novelas emitidas por canales abiertos que tuvieron mucho éxito; parece mentira que un pibe de 20 años esté viendo eso por primera vez con sus padres. Me dicen de todo, por Instagram me comentan, me adulan, me quieren, me odian, las dos cosas a la vez. inmediatamente, bloqueo a quienes hacen comentarios nocivos, en un momento me enfermó bastante, sobre todo por opiniones en relación a lo político. La gente se siente habilitada a decir cualquier cosa sin ningún tipo de reparo, con naturalidad y liviandad. Ahora con algunas cosas me divierto, antes las padecía.


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