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Los Pipis: Instrucciones para romper el protocolo

La joven pareja artística condujo la ceremonia de los premios María Guerrero. En esta entrevista, sus dos integrantes hablan sobre la experiencia y lo que buscan generar en el escenario.


Por Flor Cosentino



Matías Milanese y Federico Lehmann son la dupla creativa que conforma la compañía teatral Los Pipis Teatro. Actores, directores, dramaturgos y novios que desde hace cuatro años copan la escena teatral de Buenos Aires con sus obras. En este momento cuentan con tres obras en cartel: El mecanismo de Alaska, los domingos a las 14, en Timbre 4 (México 3554); Las jóvenes promesas, los sábados a las 16, en El Cultural San Martín (Sarmiento 1551); y Edmond, la obra del francés Alexis Michalik con la que reabrió el teatro Alvear (Corrientes 1659), de miércoles a sábados a las 20 y los domingos a las 19. Pero este año hubo algo más: fueron convocados por la Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes (ATNC) para conducir los Premios María Guerrero edición 2022, ceremonia realizada el 2 de agosto por primera vez después de la interrupción en 2018 (ver abajo recuadro Volvieron los premios María Guerrero).



-¿Cómo les llegó la propuesta para conducir los Premios María Guerrero?

Matías: Cuando nos llegó la noticia nosotros estábamos en medio de una vorágine: programando la gira a España, haciendo funciones de El mecanismo de Alaska y de Las jóvenes promesas y empezábamos a ensayar Edmond. En ese contexto, nos llegó un mensaje de Amigos del Cervantes acerca de tener una reunión por un proyecto. Nuestra política es siempre, por más llenos de cosas que estemos, escuchar las propuestas porque creemos mucho en abrir mundos y no cerrarnos a lo que hacemos y ya. Entonces nos juntamos en el MALBA con las representantes de la ATNC (María Laconi y Carolina Petroni) y nos dijeron que habían visto nuestros trabajos y que querían llevar ese espíritu a los premios.

Federico: La Asociación quería volver a organizar la premiación pero desde un lugar nuevo, algo que no fuera simplemente sentarse en la sala a ver gente recibiendo estatuillas. Hicieron hincapié en que las entregas son aburridas, que no tienen una impronta propia y querían que de alguna forma fuera un evento en sí, por fuera de quién recibiera el premio.



-¿Cuáles fueron los ejes principales a la hora de planear el evento?

M: El principal miedo que tenían era que la gente no se quedara hasta el final, que no se llevara nada más que gané o perdí y nosotros queríamos destruir eso. Primero porque los premios se hacen en un lugar muy hermoso como la sala María Guerrero y a esos lugares hay que ofrecerles un poco de respeto por lo que simbolizan históricamente para nuestra escena; y segundo porque el evento en sí es un encuentro entre gente que hace teatro.

Entonces al transmitirnos muy bien las dudas y los problemas que tenía la entrega, pudimos pensar maneras para que eso no pasara y lo primero que se nos ocurrió fue estructurarlo dentro de un mensaje: volver a ese momento cuando eras chico e inventabas un discurso para algún premio.

F: Claro, porque nos invitaron a conducir pero también a pensar una especie de concepto que englobe la ceremonia y lo que hicimos fue trasladar la forma que tenemos de armar una obra o pensar un evento escénico a esas características que necesitaba la entrega. Ese concepto está relacionado con la sinceridad escénica o con cómo no dar por sentado el velo que envuelve, en este caso, la premiación. Entonces, fue enaltecer un poco el valor de la ceremonia, como cuando ves en la tele los Oscar o los Martín Fierro. ¿Viste las reuniones de fin de año, de Navidad? De repente estás ahí y pensás: “Che, pero ¿por qué yo estoy compartiendo tiempo con estas personas que no vi en todo el año y ahora estamos comiendo y haciendo esta perfo de celebración?”. De esa sensación tratamos de agarrarnos para armar el evento. Quizás no poner el foco en lo importante que es ‘el premio’ sino en la sensación de encuentro y de estar en este lugar.



-¿Cómo surge la idea de invitar al elenco de Las jóvenes promesas a formar parte?

M: Porque íbamos a estar en una sala llena de gente consagradísima, con un montón de años de trayectoria, y la mejor forma de contraponer algo a eso era invitar a un elenco de pibes muy jóvenes -incluso para algunos es la primera obra que hacen en su vida- a habitar la Maria Guerrero y actuar delante de todas esas personalidades en el escenario de un teatro histórico.

En nuestras obras hacemos algo parecido al metateatro: en El mecanismo de Alaska existe la obra pero lo más conmovedor es que estás viendo a dos personas que se quieren contar algo; en Las jóvenes promesas existe la obra pero lo más importante es contar que hay un grupo de diez personas que no se conocían que están haciendo una obra en una sala que no tiene ni una luz. La conformación del espectáculo se vuelve más importante que el espectáculo en sí y algo de esto queríamos replicar porque en Los Pipis hacemos obras de teatro que desde el momento que pisas la sala ya están hablando de algo más grande que la obra.

F: Y eso nos pareció importante especialmente en este momento del mundo en el que parece que todo ya está hecho y no sabés qué hay detrás de eso. Creo que está ligado con algo de lo que decía Mauricio Kartun en su discurso al ganar el premio trayectoria, de confiar en la maquinaria y en ese proceso que no invisibiliza la ficción sino que la enaltece. Tomar la potencia que está relacionada con el trabajo desde lo tangible pero también desde lo místico. Y pienso en quienes fueron a la premiación, que se subieron a bailar con nosotros o en el elenco de Las jóvenes promesas besando el escenario con esa intención de volver a actuar en el futuro, que forma parte de ese universo que está por fuera de lo que está contando en sí el texto: para mí, ése es el acto más genuino de potencia en promesa.

M: Cuando las Marull (Paula y María) estaban presentando sus ternas desde los palcos, nosotros -que habíamos planeado ese momento- quisimos verlo mientras sucedía. Y nos sentamos en el escenario a mirarlo. Será una boludez pero ¿por qué la premiación no puede tener un momento que sea así? Darnos la libertad de romper un poco el protocolo porque en esas dos horas la sala fue nuestra y pudimos darnos el gusto de hacer lo que queríamos, no perder la esencia por ir a una sala más grande.


-¿Cómo fue dirigir en el TNC a comparación de dirigir en un teatro independiente?

M: Como ya trabajamos en El Cultural San Martín y en el Alvear que son teatros públicos, ese entrenamiento nos ayudó a saber que hay cosas que uno quiere hacer que quizás salen de lo común y pueden ser complicadas para el establecimiento. Pero, por suerte, hubo muy buena predisposición y se pudo lograr.

F: También está bueno desmitificar que la idea del artista es total. Porque en el proceso de ponerse en contacto con otros trabajadores de otras áreas del teatro, que ya tienen una forma de trabajar organizada y que tienen luchas internas, podemos darnos cuenta de que estas características moldean la forma del arte en sí. Y entender que también hay potencia en eso, que es una forma diferente de trabajar que responde a un teatro nacional que existe y que es el único que tenemos. Esa maquinaria que está operando puede albergar cosas nuevas o ideas nuevas.


-Después del éxito y el disfrute que tuvo la premiación ¿les interesaría ser conductores?

M: Aceptamos conducir estos premios porque también se nos ofreció la dirección. Nos invitaron a crear antes que solo conducir y poner la cara y eso es lo que más disfrutamos nosotros, el resto fue algo colateral. Crear dentro de la sala María Guerrero y para algo tan histórico como los premios María Guerrero fue lo más lindo y lo más importante. Lograr que la gente se identificara con lo que estábamos haciendo en una premiación fue muy poderoso y me hizo sentir realmente orgulloso de lo que habíamos hecho. Nos llamaron para ponerles vida a los premios y siempre que me llamen para eso yo lo voy a hacer, lo demás no sé si me interesa tanto.

F: Era muy sincero hacerlo, pararnos con el micrófono a presentar estos premios que ya existían pero con nuestra impronta, fue una forma de abrirle más paso a la escena que estamos planteando pero no sé si es algo que yo desarrollaría como profesión. Aunque me parece muy divertido jugar con la fauna teatral, las premiaciones, los trajes de etiqueta: ficcionalizar con esos mundos es algo que disfruto mucho.




 

Volvieron los premios María Guerrero

(Informe: Kathe Chacón)


En el Teatro Nacional Cervantes, el miércoles 2 de agosto se llevó a cabo la fiesta de ceremonia con motivo del regreso de los premios María Guerrero, discontinuados desde 2018 a causa de la pandemia y cambios de gestión.


El cambio de gestión en el teatro y la disolución de la Asociación Amigos del TNC desde 2019 hasta 2021 fueron causa de la interrupción de estos premios. En 2022, fue relanzada con nuevos estatutos y comisión directiva. La Asociación Amigos del Teatro Cervantes (ATNC) es la encargada de promover el desarrollo artístico e institucional del teatro, de promover la cultura como medio de inserción social y de recaudar fondos para fomentar el desarrollo de actividades vinculadas al arte de toda índole. Así como es la encargada de celebrar anualmente los Premios María Guerrero, otorgados desde 1985.


En esta edición 2023, la ceremonia contó con 15 jurados a cargo de la selección teatral que otorgaron los premios con el nombre de María Guerrero en honor a la prestigiosa actriz española que impulsó la creación del TNC.


Entre los 120 nominados a las 19 categorías, los que se consagraron ganadores fueron:


DIRECCIÓN: Claudio Martínez Bel, por Olvídate del matadero.

DRAMATURGIA: María Marull y Paula Marull, por Lo que el río hace.

ACTUACIÓN PROTAGÓNICA / COPROTAGÓNICA: Pompeyo Audivert, por Habitación Macbeth, y Lorena Vega, por Las cautivas.

ACTUACIÓN DE REPARTO: Lucía Adúriz, por Luntai y Pampa escarlata, y

Mariano Saborido, por Lo que el río hace.

ACTUACIÓN REVELACIÓN: Gabi Parigi, por Consagrada, y Julián Ponce Campos, por Los finales felices son para otros.

ACTUACIÓN UNIPERSONAL: Pablo Finamore, por Olvídate del matadero, y

Miriam Odorico, por Una.

ADAPTACIÓN: Pompeyo Audivert, por Habitación Macbeth.

TRADUCCIÓN: Giampaolo Samá, por Una.

ESCENOGRAFÍA Y DISEÑO ESPACIAL: Micaela Sleigh, por Los finales felices son para otros, La Gran Renuncia, Las manos sucias, Conurbano cotidiano y La vida sin ficción.

ILUMINACIÓN: Horacio Chino Novelle, por Habitación Macbeth.

VESTUARIO: Magda Banach, por Las cautivas y Vassa.

REALIZACIÓN AUDIOVISUAL / MULTIMEDIA:Lucio Bazzalo, por La Era del Cuero, Fuck Me, La última Bonaparte y Pablo Rotemberg, por Lecture on Nothing.

FOTOGRAFÍA: Carlos Furman, por Vassa, El rayo verde y Lo que el río hace.

TEATRO DE TÍTERES y OBJETOS: Luciano Mansur (actuación titiritera), por Proyecto Frankenstein.

TEATRO PARA LAS INFANCIAS y ADOLESCENCIAS: Emiliano Dionisi (autoría y dirección), por Sueño y Recuerdos a la hora de la siesta.

DANZAS Y ARTES del MOVIMIENTO: Diana Szeinblum (coreografía, dramaturgia y dirección), por Obra del Demonio – Invocación XI Bausch.

MÚSICA: Claudio Peña (música original e interpretación), por Habitación Macbeth.

TRAYECTORIA: Mauricio Kartun.

ESPECTÁCULO INTERNACIONAL: La batalla de los ausentes, La Zaranda.

PREMIOS ESPECIALES: Espacio Callejón (30 años), Grupo de Teatro Catalinas Sur (40 años de teatro comunitario 1983-2023), Carlos y Tomás Rottemberg por el Teatro Liceo, la sala privada en actividad más antigua de Latinoamérica.

INSTITUCIONES: Teatro Rodolfo Funke, de Tornquist (100 años).


Con un jurado integrado por Jorge Dubatti, Carlos Fos, María Fukelman, Ignacio González, Natacha Koss, Patricia Lanatta, Héctor Madrigal, Pablo Mascareño, Mercedes Méndez, Carolina Petroni, Lorena Peverengo, Flavia Pittella, Pamela Raponi, Dulcinea Segura Rattagan y Itziar Txarterina.


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