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Voz y lágrimas de animal musical

  • gestiondepublicos
  • 8 nov 2024
  • 7 Min. de lectura

La cantante y también actriz Julieta Laso conmueve y se conmueve en Las lágrimas de los animales marinos.  En esta nota, habla de sus discos anteriores, por qué se animó a volver a actuar y las diferencias entre el escenario teatral y el musical.


Por Paloma Kreder



El revés de la ilusión/ la razón de mi dolor/ la caída duele mucho más/ si el salto fue mayor: antes de subirse el telón, escuchamos esa voz. Quienes ya la hemos oído, reconocemos la entonación inconfundible: áspera, profunda, de barro y desgarro. Quienes no, probablemente se pregunten quién proclama ese conjuro. Es Julieta Laso, que cantando inaugura la última obra escrita y dirigida por Toto Castiñeiras, Las lágrimas de los animales marinos


La canción (“El revés de la ilusión”) bien podría formar parte de su repertorio personal. Quizás porque la compuso Lucio Mantel, el director musical de la obra, con quien ya ha trabajado en otras ocasiones y hasta le ha escrito canciones a pedido: “La sombra”, por ejemplo, del disco La Caldera. Concentrada en la interpretación, para Laso “es muy importante quién compone”.


Julieta (o Juli, como se llama a sí misma) cuenta con una trayectoria musical que comienza con la milonga y el tango, consolidada sobre todo a partir de su participación como vocalista en la Orquesta Típica Fernández Fierro desde 2013 a 2018. Ese mismo año se desvincula y lanza un disco solista, Martingala. Después, en 2021, La Caldera, que ganó el Premio Gardel al Mejor Álbum de Tango. En 2022, Cabeza Negra, que recibió el mismo premio y además al de Mejor Portada, con diseño de Alejandro Ros. 


Pata de Perra -el último disco hasta el momento, lanzado en 2023- cuenta con una fuerte impronta latinoamericana, y está especialmente enfocado en la música popular chilena. En relación a su estreno, Julieta comenta: “Pata de Perra se presentó una sola vez, en el Margarita Xirgu. No lo olvidaré más porque vino Norita Cortiñas. Fue muy difícil porque yo tenía que traer una banda de chilenos que son unos cracks. Uno se nos fue este año, Pajarito Araya, una figura mítica de Chile. Pudieron venir ese día pero es complicado para mí traer una banda chilena a tocar acá. Entonces lo que voy a hacer es irme yo a tocar con ellos a Chile”.


A medida que pasan los años, va incorporando otros géneros populares: vals, copla, blues, zamba… en todos ellos, sin embargo, resuena la voz del tango reo.


–Tus discos son bastante distintos

–Muy. Mi último disco, Pata de Perra, es el único disco de folclore latinoamericano. Y el anterior, Cabeza Negra, es el disco más trágico, dramático y telúrico que haya hecho y que creo que vaya a hacer en mi vida. Y Pata de perra creo el más alegre.


–¿De dónde surge este contraste?

–Salió un poco así, pero de todas maneras yo tengo las dos características. Cabeza Negra es un disco extraño y arriesgado en su formación, está producido artísticamente por Yuri Venturín de la Martín Fierro. Y Pata de Perra está producido por Macha Asenjo de Chico Trujillo, el chileno. Son dos mundos totalmente diferentes y los dos habitan en mí.


-Hablando de dos mundos, también habitás el teatro y la música. ¿Te formaste en actuación? 

–Empecé a cantar tango a los 22 años y a estudiar teatro a los 9. De Toto fui alumna a los 16. También fui alumna de Guillermo Angelelli (“El abuelo” en Las lágrimas…). No pude durar tanto porque el entrenamiento era feroz y a mí no se me da mucho… pero también lo he ido a ver, le tengo una gran admiración, el trabajo que hace es impresionante.


–Optaste en mayor medida por la música: ¿cómo se dio esta metamorfosis? 

–Estaba en una crisis, una mala experiencia, algo no funcionó. Me sentía un poco frustrada. La última obra de teatro en la que trabajé tenía mucha música y llamaron como director musical a Alejandro Balbis, el cantautor uruguayo: fue el primero que me dijo “vos tenés que cantar”. Yo cantaba en la obra y sabía que entonaba, pero nunca había pensado en ser cantante. Él me llevó a una milonga y así empezó todo. Y hasta hace muy poco me dediqué exclusivamente a la cantante. Igual yo para cantar soy muy actriz, interpreto mucho. Pero me había quedado como un miedo a la actuación. Después retomé algunos entrenamientos, volví a ir con Toto, también estudié con Nora Moseinco. Hice algunas cosas como para que no me quede esa sensación. Y con esto me estoy curando, creo.


El reencuentro con el escenario teatral se materializa hoy en Las lágrimas de los animales marinos, pero empezó con Ojo de Pombero (también escrita y dirigida por Toto Castiñeiras). En esta obra que relee el mito popular desde la venganza femenina -y que desde 2021 realizó tres temporadas en distintos teatros del país-, Julieta interpretó el papel de “La Juanita”, por el que recibió el Premio Trinidad Guevara a la Actriz Revelación.


–Esta es la segunda vez que actuás en una obra de Toto Castiñeiras.

–En Ojo de Pombero me animé a volver a actuar después de 15 años. Me animé porque era él, por el cariño y la admiración, pero no sé si me hubiese animado en otra. La verdad no me arrepiento para nada, por eso estoy acá de nuevo. 


–¿Encontrás alguna relación entre lo que interpretaste en Ojo de Pombero y lo que hacés en Las lágrimas…?

–Son personajes diferentes, salvo el momento de la música: la canción de Ojo de Pombero también la escribió Lucio Mantel. Pero en Ojo… yo tenía un rol más de actuación de un personaje. En Las lágrimas… también, pero está más cargado en la parte musical, es como un personaje sonoro. 


Sobre un costado del foso se ubica la banda musical integrada por Lucio Mantel, Lucía Gómez en el cello y Maximiliano Más en el archilaúd. Junto con Julieta constituyen una pieza clave de Las lágrimas de los animales marinos. No sólo por la musicalización que atraviesa toda la obra, sino también porque se desenvuelven como personajes que entran y salen de un escenario con una puesta al menos arriesgada: tarimas en movimiento, performances, coreografías.


–¿Cuál es, para vos, el tema de Las lágrimas…?

–La obra habla de las relaciones humanas, sus complejidades, además de la muerte que también está presente. No creo que esté muy aferrada a la trama. Pasan muchas cosas al mismo momento. Tiene un elenco muy rico: bailarines, músicos, actores. Hay mucha belleza. Es una obra profunda, un poco dramática pero también hay mucho despliegue y momento lindo.


–¿Cuál es el rol que desempeña tu personaje?

–Mi rol se fue transformando en “el eco”. Es como una voz que participa de la obra, que repite algunas palabras que dicen personajes como “El abuelo” y algunos más, que va narrando y ubicando el tiempo y el espacio, porque hay tiempos distintos. Al principio fui sólo con la voz y después fui empezando a entrar en el escenario. Estoy muy concentrada en el Abuelo, hay algo ahí, entre nosotros.


Algunas frases que repite El eco se escuchan como mantras: “La pena es arena”, “La pena rueda”. Otras, como el dictamen de un oráculo: “Esto es el presente”, “Esto es el pasado”. Y otras parecen el maldecir de un duende: “La verga”, “¡Mierda!”


–¿Y qué relación tenés con los animales marinos?

–Yo soy un animal marino. 



La demostración corporal más extrema la llevan a cabo los “animales marinos intérpretes” (Julieta formaría parte de los “animales músicos”): son quienes mueven las tarimas, bailan, se suben los unos sobre los otros y acompañan a los personajes no-animales. “Los animales están en riesgo de vida permanente. No de vida pero de quebrarse. Yo estoy todo el tiempo (hace un gesto de susto); encima como tengo micrófono no puedo estar (hace un gesto de sobresalto). Me saco el sombrero con lo que están haciendo. Todo el tiempo rezo para que no pase nada. Igual son todos reentrenados”, dice. La apuesta es, en efecto, arriesgada; una combinación de escenografía, vestuario y performance que difícilmente se encuentre en un recital de música popular.


–¿Encontrás diferencias entre un escenario exclusivamente musical y uno teatral?

–Es bien diferente, no hay una cuarta pared. Entrar en un rol tan marcado, con un texto, es otro mundo. Y es precioso. También es otro mundo el de los bailarines, las actrices, los actores, los directores, que el mundo de los músicos. Cada uno tiene su encanto y está bueno. Además las cosas que me preocupan son muy distintas. Sobre todo en Las lágrimas… que trabajo con un equipo enorme y no recae todo sobre mis espaldas. Cuando canto tampoco recae todo sobre mis espaldas porque trabajo con músicos, pero estoy muy al frente y canto 18 temas. En cambio acá hay un montón de gente haciendo cosas interesantísimas. Y también hay algo de viaje, de entrar en otro mundo, que también sucede con la música, pero acá más todavía. El vestuario, los personajes, es muy hermoso el teatro. Es mágico. 



–También la María Guerrero es muy especial.

–Es tremenda, la sala es un sueño, una locura. Yo vengo solamente a verla, a sentarme ahí.


–¿Has cantado en teatros?

–Sí, canté en teatros lindos. En el Independencia de Mendoza canté este año, fue un show de tango. También canté en el Solís de Montevideo. Y el teatro Roma, de Avellaneda. Me encantan todos esos teatros. Soy muy amante. Me vuelven loca. El privilegio de la producción de gente trabajando, haciendo los trajes, de gente pudiendo ensayar todos los días, no existe eso. Quería conocerlo. Apenas llegué (al Cervantes) lo único que quería era ver todos los pisos, que te los van mostrando de a poco, pero estaba desesperada por ir viendo cada lugar, todavía me queda la mitad del teatro por conocer. Yo nunca trabajé así.


Para Julieta el trabajo con otros es vital. Lo revela su constante reconocimiento y elogio a quienes han formado parte de su trayectoria (músicos, directores, maestros) y a sus actuales compañeros de elenco: “El equipo es fascinante, son todos hermoses, se armó un grupo re talentoso y de gente re copada”. Su presencia es cálida como un abrazo. Agradece y se emociona. 


–En un ensayo noté que en cierto momento estabas lagrimeando ¿puede ser?

–Es algo muy notable, lloramos en los ensayos. Lloramos muchos, no es que lloré yo sola, Lu del chelo, a Chacha, todas llorando mal y en todos los ensayos. Muy conmovedor. 


–Las lágrimas de los animales marinos…

–A mí me trae lágrimas la obra.


–¿Te interpela el universo animal?

–Yo soy un animal, no tengo dudas. 


En un monólogo de la obra se exclama: “Esa voz. Tu voz. En este lugar está tu voz. ¿La voz de alguien es lo último que se olvida? ¿No era al revés?”. Con su eco inolvidable y entre lágrimas, Juli se funde en la animalidad.

 
 
 

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