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Un artista del under porteño devenido en gestor cultural, ahora subdirector del Teatro Nacional Cervantes

  • gestiondepublicos
  • 6 dic 2024
  • 7 Min. de lectura

Como subdirector del TNC, Cristian Scotton es el encargado de gestionar lo cotidiano en lugar de la mirada macro. Con mucha experiencia en esa tarea, cuenta con detalle cómo trabaja con el director Gonzalo Demaría además de dar algunas pistas sobre la programación que viene.

Por Mersi Sevares


La experiencia le da al oficio especificidad y convierte a quien ejercita esta tarea en una joya única. Podemos decir que Cristian Scotton fue pulido por los años y su potencial en bruto devino en una de las personas más especializadas en gestión de espacios teatrales de la ciudad. Scotton cuando habla, habla con entusiasmo, es generoso. Hace mucho que descubrió que no necesita ser autor ni estar arriba del escenario para estar igual de comprometido con un proyecto. Formar parte como gestor cultural le genera la misma satisfacción. Cuando habla sobre su trabajo, eso se nota. Mueve sus manos con agilidad, comparte sus conocimientos sobre el área como quien quiere transmitir un saber, abre sus reflexiones.  

El rol de gestor cultural es bastante nuevo en la Ciudad de Buenos Aires, tiene entre 20 o 30 años y cada vez hay más espacios de formación. Sin embargo, Cristian empezó estudiando actuación porque cuando entró a la universidad, no existía esta forma de nombrar lo que él hace hoy en día. “Estudié teatro porque era en lo que uno piensa cuando piensa en el teatro y va a estudiar actuación”, dice con gracia, trayendo a la memoria a ese chico que tomó esta decisión sin saber que el hacer lo iba a llevar hacia otros horizontes. Sus primeros estudios lo tiñen a Cristian de particularidad. Tiene una experiencia muy específica gestionando el área de las artes escénicas en espacios culturales. A diferencia de la mayoría de los productores escénicos que se concentran en llevar adelante una obra de teatro, la especificidad de Scotton está en la gestión de los teatros como espacio. 

Como gestor cultural trabajó en el teatro El Cubo, en la Ciudad Cultural Konex, en el Centro Cultural Recoleta. Fue asesor en artes escénicas de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires desde sus inicios. Creó el Festival de Obras Cortas Teatro Bombón junto a Monina Bonelli y es autor de varias obras de teatro, como Noches de verano, 4 Hermanos y (APS) Amigas para siempre. Su llegada al Teatro Nacional Cervantes (TNC) augura una propuesta fresca, varias ideas claras sobre cómo generar circulación de artistas y de públicos en diálogo con nuestro teatro. 



-¿Qué principales tareas o cargos asumís como subdirector del teatro?

-En sus orígenes el teatro no tenía director y subdirector, sino que eran dos directores, uno era el director artístico y otro, el administrativo. Cada dupla que se arma de director y subdirector divide un poco las tareas de maneras distintas. En este caso, claramente Gonzalo Demaría tiene un perfil exclusivamente artístico. Sí ha producido sus propios espectáculos o hasta una película, pero se dedicó siempre más a la escritura,  no tiene recorrido en gestión cultural. Gonzalo estaba buscando a alguien con esa experiencia que le pudiera aportar toda esa parte, no sólo de producción y gestión, sino sobre el espacio público en particular, que tiene sus características distintas al privado.


-¿Cómo funciona esta dupla en particular?

-Gonzalo tiene la mirada más general, más macro de lo artístico y de la dirección ideológica artística que va a llevar el teatro mientras que yo ejecuto, llevo adelante las decisiones que se van tomando, obviamente con todo el equipo que hay en el Cervantes. Trabajo sobre lo particular con las diferentes áreas. En general, la fantasía sobre la gestión cultural es que pueden venir a programar el teatro con su mirada artística y eso es todo. Mi día a día es autorizar compras, contrataciones, los pasos para realizar las obras o el mantenimiento del teatro, hacer el seguimiento de las tareas pendientes y tener muchas reuniones con el equipo, con administración, con producción, con técnica, con prensa y con gente de afuera.


-Hay una especie de balance entre vos y Gonzalo, entre las ideas artísticas y lo que se puede concretar después, ¿no?

-Siempre tengo ese rol en los trabajos, ser la voz de la razón, tratar de ser realista, que los objetivos sean alcanzables para no frustrarnos tanto. Hay que buscar el equilibrio entre lo que uno proyectó y lo que se puede. En general, uno presenta una proyección presupuestaria el año anterior de lo que va a necesitar para el año siguiente. Supongo que el Ministerio de Economía prepara el presupuesto, eso va al Congreso y se aprueba o no se aprueba.


-Antes mencionabas que los espacios públicos tienen sus características diferentes a los privados, ¿cómo aplica esto al Cervantes?


-En el Cervantes hay más de 300 personas trabajando, algunas hace 40 años. La gestión pública tiene eso en particular, que vos llegás arriba de una nave espacial a un lugar donde hay gente que está en su casa y vos les tenés que decir qué es lo que tienen que hacer a partir de ahora, como si vos lo supieras mejor que ellos. Obviamente no hicimos eso, pero no sabes cómo te van a recibir y un poco se dan esas situaciones hasta que te acomodás. Todo eso lleva mucho tiempo, te diría que el 80% del día, y lo artístico es un ratito que te reunís con los directores con los querés trabajar y una vez que definiste qué vas a programar, corre con los equipos.


Debe ser desafiante y por momentos frustrante también

-Por momentos sí, pero la verdad es que tuvimos muy buena recepción por parte del personal del teatro. Me encuentro muy cómodo, con los problemas que hay en la gestión pública en general, y en la cultura en general, pero mi balance es positivo, Hubo un momento del año en que sentí que no iba a poder y que me tenía que ir a otro lado. Si yo no conecto con las personas y con la tarea, si no me empiezo a encariñar con el lugar, me cuesta mucho. Hoy ya estoy completamente enamorado del Cervantes y con muy buena recepción de parte de los equipos, que era un gran miedo que yo tenía. Claramente va a ser un año de muchísimo laburo y espero de mucha diversión. Creo que estamos planeando una programación que va a estar buena, que va a generar un lindo movimiento en el ámbito cultural.

Para Cristian Scotton la parte humana es muy importante. A la entrevista llegó cansado, pero se tomó un momento para saludar a todas las personas que estábamos en la sala, una por una. Una vez que se sentó, pudo relajarse y hablarnos con una frescura que lo caracteriza. Cuando se piensa en públicos o en las comunidades, lo primero que se piensa es hacia afuera del teatro, pero está la comunidad del mismo Teatro Nacional Cervantes, que, como señala el nuevo subdirector, es muy importante. Este año se retomó un proyecto de la época del director Rubens Correa, que se llama El Cervantes en el Cervantes y da lugar a que los empleados del teatro se conozcan entre ellos y lo que hacen por fuera de su actividad en el teatro. Muchos de los trabajadores del TNC son artistas también. Es una oportunidad para que puedan mostrar su arte, realizar exposiciones visuales en el hall del teatro y recitales en la terraza.


-Las obras de este año fueron las que quedaron de la gestión de Jorge Dubatti y Gladys Contreras. ¿Tienen algún mapa o decisión en torno a la estética o la programación del año que viene?

-Toda la programación de 2024 fue programada por la gestión anterior. El teatro, al ser un teatro fábrica, necesita pensar su programación o definir su programación entre 6 y 8 meses antes del estreno para cumplir con el procedimiento y que se llegue a realizar en tiempo y forma. Entonces es inevitable que una gestión cuando termina te deje parte de su programación. Con Gonzalo, nuestros principales intereses tienen que ver con la dramaturgia nacional y con la dramaturgia joven, en particular. Nos interesa poder propulsar, buscar directores y dramaturgos que no hayan estado programados en el Cervantes y que tengan la oportunidad. Trabajar en un teatro público para un artista que no lo hizo nunca es un cambio de modo de trabajo bastante importante, es una experiencia súper relevante en su trayectoria, porque son unas condiciones medio únicas, donde te realizan lo que vos estás soñando. Tenés maquillador, vestuarista, peluquero, cambiadores, utileros. En Buenos Aires, es en el Teatro Cervantes o el San Martín. No hay otros espacios donde te pueda tocar eso. Por otro lado, también nos interesa la recuperación del patrimonio no tangible, que tiene que ver justamente con lo que no se puede tocar, como las obras de teatro, las partituras históricas que se realizaron acá en el Cervantes o en el teatro argentino. Queremos recuperarlas, traerlas a lo contemporáneo y producir a partir de eso. En eso estamos laburando para el año que viene.





-¿Cuál es el criterio dentro de esa amplitud? ¿Qué es lo que buscan en una obra para decir, “esto lo queremos llevar al Cervantes”?

-Ahí entra un poco nuestra subjetividad, la de Gonzalo y mía, que vamos investigando, entrevistamos a muchas personas, se arma como una especie de rompecabezas. No hay una idea de que haya una sola estética, porque Buenos Aires es una capital teatral muy importante. Para mí una de sus principales virtudes es que hay muchos tipos de teatro y no hay uno más importante que el otro, o más valioso estéticamente que el otro, por más que algunos curadores lo piensen así. Este teatro nacional justamente debe poder reflejar esa diversidad que tenemos y que tiene mucha calidad dentro de sus diferencias.

No hay dudas que el recorrido de Cristian Scotton por el teatro independiente repercute en lo que se proyecta para el año que viene. Algo de Teatro Bombón parece hacerse presente en el nuestro teatro nacional.  La trayectoria del subdirector en obras de sitio específico, obras creadas para relacionarse con el espacio en donde les toca ser llevadas a cabo, parece acercar una nueva forma de habitar el Cervantes. ¿Quién no entró a la Sala Luisa Vehil a ver una obra y se distrajo mirando las imponentes arañas doradas, las columnas y sus detalles? ¿Quién no intentó ver más allá de la escenografía montada o atrás de las butacas superpuestas en medio de un salón que ya habla por sí sólo? Habrá que esperar al año que viene para ver si esta sala vuelve a sus épocas de Salón dorado.

“El estado de bienestar de las personas no es solamente que coman y tengan un techo, también tiene que ver con la salud y con el arte y la cultura. La imaginación, la creatividad, son las cosas que nos elevan de esta existencia absurda. El acceso a la cultura y al arte hace que nuestra existencia cobre sentido, construye identidad, nos vincula y nos ayuda a vernos representados”: con estas reflexiones acerca de su trabajo como gestor del espacio público es que Cristian Scotton se prepara para darle vida al Teatro Nacional el año que viene.



 
 
 

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