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Reconstrucción improbable o la crónica de lo que fue

  • gestiondepublicos
  • 8 nov 2024
  • 9 Min. de lectura

Un Joven Periodista observó los ensayos de Las lágrimas de los animales marinos, de Toto Castiñeiras, y a modo de bitácora, relata lo visto y escuchado en esos estresantes y gozosos días anteriores al estreno.


Por Joaquín Fernández





Las lágrimas de los animales marinos, la última obra estrenada en el Teatro Nacional Cervantes (TNC) en octubre 2024, con texto y dirección de Guillermo “Toto” Castiñeiras, se está ensayando desde agosto y retrata la nostalgia de las tardes veraniegas en el mar fuera de temporada para todo aquel que sea afortunado de verla. El tiempo, el duelo y el amor que hay entre familia, amigos o desconocidos pronto a ser conocidos, se ve desde la corporalidad, la destreza y un ensamble musical que lleva al espectador a esa esencia característica del autor y director. La complejidad de las relaciones humanas y metahumanas son interpretadas por un vasto y talentoso elenco, en la sala María Guerrero. 


¿Quienes intervienen en la construcción de este imaginario? ¿Cómo vive el elenco las horas de ensayo y los días previos al estreno? En las próximas líneas y a modo de bitácora, se intenta retratar el recorrido que permite, brevemente, observar una parte del proceso que es necesario para un estreno de esta magnitud. 


Ensayo 4/9 

El primer miércoles de septiembre depara un “ensayo atípico”, como explica Vanesa Campanini, la asistente de dirección del TNC. Ese día, El abuelo, Guillermo Angelelli, no fue, así que trabajaron con la coreógrafa Luciana Acuña algunos movimientos animalescos. Práctica corporal en vez de puesta y con los músicos probando distintos arreglos a los que luego se sumará la voz de La cantora, Julieta Laso. 


Pasadas unas horas llegan las vestuaristas, hay tapados para cada animal. Van a lo largo de la escala de grises y uno rojo, para El cantautor, Lucio Mantel, voz y armador de la puesta musical de toda la obra. Mientras los ojos atentos de las vestuaristas miden qué tal queda todo, el elenco juega y se saca fotos.  


Toto se mueve a lo largo de la amplia sala de ensayos en el piso 11 del TNC, el último. Va con cada uno de los artistas dando sugerencias, mientras a los músicos les pide cuestiones relacionadas al estilo. “¿Un poco más folclórico este tema se puede?”, pregunta y los músicos en un instante pasan de algo más tanguero al folklore que pide el director.

La convocatoria que lanzó el TNC llamaba a músicos que también actúen, acróbatas, un bailarín especializado en parkour, contorsionistas y luchador/a libre profesional. Cada rol está ocupado a la perfección y tiene su momento para brillar.



Ensayo 5/9


Hoy si hay puesta en escena. Toto está con el semblante más serio y se practican algunas partes del último acto. Con voz firme comanda a los actores, que responden a una calidez ya conocida para ellos y desconocida para alguien externo. “No te apures, Chacha, no te pongas nerviosa”, tranquiliza Toto. 


-¿Me puedo poner ansioso? - pregunta El abuelo entre risas. 

-Si, en esa parte queda muy bien - le responde Toto, todavía con una leve sonrisa que le sacó Guillermo.


Por su lado, la risa de Julieta, potenciada por el micrófono, inunda la sala. 

-Repetí mierda, ¿está bien? -pregunta con dulzura.

-Sí. Mierda, mierda, mierda -responde Toto mientras señala el orden de actores encargados de decir mierda.


El abuelo se sienta y casi se cae. Risas. Al ser una obra tan extensa y con un elenco tan grande, hay muchos intercambios entre personajes en el fondo. El amigo, Ignacio Torres, le recibe una taza de café a El nieto, Gonzalo Carmona, para llevarla a la cocina. La interacción es sutil, un toque de manos más largo de lo habitual, una mirada directa a los ojos, mientras La flaca, Payuca, espera que agarre su taza también. Entre los tres no hay animosidad, hay necesidad de contacto, de hablar o simplemente estar. Ellos son los protagonistas de su pequeño momento, mientras las luces están sobre El abuelo, el hombrecito que nos cuenta todo lo que pasó el día que murió. Spoiler.


-Ahí entraste con otro texto, pero parecido- le menciona tímidamente Julieta a El amigo.

-¡Dije todo bien!- exclama Ignacio con actuada frustración. 

Todo es risa durante un momento y de nuevo en caracterización. A la tercera pasada -y equivocada- Toto dice con un guardado suspiro “vamos todos con el texto” y todos corren a buscar sus fotocopias. El trabajo es en conjunto entre los actores y Leonela Petrizzo, colaboradora de Toto, que les recuerda las líneas, mientras el director marca la identidad y enunciación de cada palabra. 


Se repite la escena, ahora con calma, un silencio más largo con el fin de que la línea sea más graciosa o con más interacción entre los personajes y objetos para más caos coreografiado. Eventualmente, el trabajo rinde frutos y las tarimas se transforman en el piso de un departamento en una ciudad costera y todos los no actores, en turistas.


La escena que estaban ensayando es del último acto. Ahora hacen una pasada del comienzo, desde cero y completa. La voz de Julieta abre todo. Los animales empiezan a moverse, tarimas incluidas. El amigo queda en calzoncillos y todo empieza a tomar ritmo. Payuca se roba la atención con sus líneas y comedia. Es imposible quitar la vista, hay movimiento en todos lados y de golpe se escucha “CORTE”. Ante los ojos de un simple espectador, fue estupendo, aunque solo fuera la apertura, pero Toto tiene años de experiencia. Las próximas horas vienen con arreglos a los detalles de esa primera escena, llamados de atención y resignación en algunos casos.  Finalmente, no va a ser una pasada completa.


-No vamos a poder esconder el ruido del velcro, así que la música se va a tener que encargar de acompañar eso con fuerza -dice Toto y enseguida los músicos se ponen manos a la obra, usando una correa para hacer el ruido de velcro despegándose todavía más potente-. Y ustedes chicos, justifiquen los movimientos, no hagan de más o menos, hagan lo que consideren necesario. 

Toto tiene una fuerte visión espacial, en su cabeza todo está pensado en un cuadrado, no hay diagonales, también tiene muy presente al público y lo que éste va a ver. Lo único que pide a sus animales es que “no corran en diagonal”. Con la cantidad de cambios hasta ese punto, la primera escena ya es completamente distinta. Más simple en partes y más compleja en otras. Todavía falta un mes para el estreno. Aparece la pregunta, ¿el director cambia su imagen en tanto los actores se apropian de su texto? 


Después de cinco horas de ensayo se puede suponer el cansancio, aunque no es tan fácil reconocerlo, son los gajes del oficio. Hay más errores, una mochila que se cae cuando antes no había ocurrido. Ahora se corrigen cosas sobre la pasada, sin frenar. Este es el tercer ensayo con Guillermo Angelelli, El abuelo, tras la salida del proyecto del actor Mario Alarcon. No se nota.



Ensayo 11/9


En esta jornada hay música acompañando. Todo ensamblado. 

-Ahora comedia de nuevo -pide Toto a los músicos y continua-, por ahora solo plato hasta que entra el personaje. 

Otra vez casi se cae El abuelo mientras se sienta (esto se va a repetir varias veces en las próximas semanas). 

La pasada sigue y de golpe un chasquido, Guillermo se olvidó la línea, cara de frustración y vuelve al ritmo cuando se acuerda, todo dura menos de un segundo. Nadie parece notarlo o es la necesidad de mantener el flujo. 

-Esto es el pasado -dice Julieta, notando su error-, el presente  -continúa y procede a mirar el texto. Con un susurro y una pequeña mueca de vergüenza, casi invisible, dice finalmente la línea correcta “el futuro”. Su voz está constantemente presente, construyendo algo que tomará forma más adelante y se verá en la obra: un eco. 


La dinámica se repite a lo largo del día. Hoy hay pasada completa, pero el autor de este escrito no llega a verla (esto también se va a repetir varias veces). 



Ensayo 12/9


A las seis y media es momento de un descanso. Una parte del elenco sale a la terraza a fumar, mientras otros se quedan ensayando sus movimientos marinos. Algunos se quedan hablando y comiendo facturas. Ya llevan un mes trabajando juntos. Esta es la última semana en la sala de ensayo, después ya pasan a la sala María Guerrero. Falta un mes para el estreno. Están de martes a domingo, de cuatro de la tarde a diez de la noche ensayando, dando todo para que salga lo mejor posible. 


Cerca de las siete llegan más animales y empiezan a prepararse para la pasada. La escena que siguen limando es del último acto. 

-Está fallando algo -dice Lucio mientras busca a Esteban De Sandi, asistente de producción del TNC o a Vanesa. Esta última lo escucha y agarra el radio para llamar: “Sonido, ¿me copia?”.

-Ah, ¡ya está! Estaba desconectado algo -se apura Lucio con una sonrisa. 

-Bueno, igual tengo que hablar con ellos.

Toto exclama: “Lu trajo su mega cello profesional -aplausos y vitoreos- así que cuidado con eso, cuando se muevan y pasen cerca de ella”.

Lu es Lucía Gomez, La foca cellista, quien junto a Maximiliano Más, El archilaúd, y Lucio Mantel aportan toda la musicalización y esencia a la historia. Entre los tres tocan los diversos estilos que pide la dirección, se mueven e interactúan. Del mismo modo, ellos se encargan de hacer cada efecto de sonido que se va a escuchar. Este tridente musical tiene uno de los roles más importantes encima, aunque cada rol es esencial para el resultado final. 


Empieza la pasada.

-Bien, parame un segundo -pide el director- cuando entra El pibe de la bici, vamos a mover el balcón.

Con todo en su mente Toto pausa, mueve y acompaña. Por su parte, los actores se acomodan y de a poco traen a la realidad esa visión. "¡Que calor hace acá!", exclama y al girar sus ojos caen fijos en el autor de este texto, que es un cuasi infiltrado. Pide que alguien abra una ventana. Las tardes todavía siguen frías. Mientras alguien se encarga de la ventilación, Toto solicita con un pequeño reproche que los animales “se manden” y estén de alguna forma presentes. Que haya una constante fluidez de movimientos en la escena. “Ustedes tienen que fijarse en eso, tomen iniciativa”, dice.

Vuelven a hacer la escena que están practicando desde el primer miércoles de septiembre. El último acto. Ahora es completamente distinta. El paso de la comedia al drama está mediado por un leve cambio en la entonación de una palabra. Todavía es muy pronto para saber cómo va a ser en el estreno. 


Se escucha un ruido estridente de golpe.

-¿Eso fue el calefón? -pregunta La foca payaso, Oliver Carl, y enseguida procede a saltar en frente del escenario y hacer su movimientos de clown. Ese pequeño destiempo hace que se frene la continuidad de la pasada.

-Sigan, no paren. Sigan. ¡SIGAN! -exclama Toto con creciente frustración. 

Ese día se probó algo distinto. La incorporación de un animal que acompañe al trío musical, La foca folka. Ezequiel Posse. El cambio no duró mucho. Toto lo necesita en el escenario. 


Ese día tampoco hay pasada completa.




Semana 27/9


Durante unos días los ensayos vuelven a la sala del piso 11, sin la escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez, ni el vestuario de Daniela Taiana. Hay un pequeño desperfecto técnico en la María Guerrero que la asistente de producción asegura que se va a arreglar antes de la primera semana de octubre. Ya falta menos para el estreno. 




Ensayo 3/10 


El primer jueves de octubre, Vanesa comenta que es un día movido y que va a estar trabajando con el sonidista. Esta fecha es también la que se había pensado originalmente para el estreno. En los pasillos están Guillermo y La vecina, Chacha Alvarado, hablando. Van a ser vecinos no solo en la obra, sino de camarines. 

-Chicos, vamos a hacer esto, sino no se organiza más -apura Toto con voz estresada y a modo de reproche agrega-. No hablen entre ustedes. 

Ahora cada personaje tiene un micrófono. También están las voces de Julieta y Lucio. Y al cóctel sonoro se suman los múltiples efectos e instrumentos que tienen que aparecer, notarse y evitar opacar. 


-Chacha, callate la boca, un segundo nada más -dice Toto con tono cansado. 


Ahora uno por uno los actores prueban su micrófono, con líneas de la obra, el clásico “uno, dos, probando” o en el caso de Guillermo, con “to be, or not to be, that is the question”. El abuelo tiene de forma natural hacer reír a sus compañeros con esas pequeñas ocurrencias.  

 

-Eu, ¿dónde están? ¡Vengan! Hace diez minutos que estoy pidiendo que estén en posición- corta Toto con su micrófono mientras se posiciona en el centro de la sala. Sentado a su izquierda está Lucio con la guitarra y a la derecha, Leonela.




-A las 19.30 era la pasada -continúa el director visiblemente irritado.

Finalmente, quince minutos después empieza la pasada. Hoy va a ser un ensayo parte por parte, probando varias cosas en lo que respecta al sonido. Primero sin voces. Luego con la música más baja. Una entrada a destiempo hace repensar a Lucio la composición de ese momento en específico. Mientras, Toto se levanta y va hacia el rincón del escenario que pertenece a Julieta. Se pone a su lado y le muestra de qué forma posar. La pasada sigue, con pausas y arreglos constantes, pero sigue.  



-Este es este día -dice Toto.

-Este es este día -repite Julieta, con su comedia sutil.

 

Todo el departamento es móvil. Se mueve en tarimas, gira, está vivo. Es arriesgado y dinámico, así que trae algunas complicaciones. A veces no se pueden fijar bien o quedan mal acomodadas. Toto es consciente que algo así puede pasar frente al público, así que recalca lo importante que es estar atentos. 

El abuelo casi se cae mientras se sienta. 


Hay un problema con la utilería. Los árboles del balcón no se mantienen de pie, hay que cambiar las bases. Son las diez de la noche, todavía no llegan a la mitad de la obra. 

En una parte, un pie de El amigo, mientras es cargado por Boris Bakst, El lobo del amigo, termina sobre la cabeza de El abuelo. Es momento de un descanso de diez minutos.


A las 22.30, el autor de este escrito se levanta y en silencio se retira. La próxima visita será el día del estreno. 

Spoiler post estreno: Definitivamente este escrito se trata de una reconstrucción improbable de algo que ya no existe.


 
 
 

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