Breve recorrido por la videodanza en la Argentina
- gestiondepublicos
- 9 sept 2024
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¿Cuáles son los antecedentes de la videodanza en nuestro país? Desde ¡Tango!, la primera película sonora argentina hasta Juego del tiempo, la danza y la cámara han compartido momentos juntas.
Por Camila Vittar y Giovanna Cirianni

El 25 de julio, Margarita Bali estrenó Juego del tiempo en el Teatro Nacional Cervantes. La obra escenifica el diálogo entre la bailarina y su recorrido artístico mediante la proyección de material de archivo, juegos de luces y un gran trabajo coreográfico. La experimentación y la hibridación de lenguajes –danza, cine, teatro– no son una novedad en la trayectoria de Bali, sino más bien una marca personal que la ubica como una de las pioneras de la videodanza en la Argentina. Pero ¿cuáles son los antecedentes de este género en nuestro país? ¿Qué direcciones parece tomar en el siglo XXI?
La danza ha estado en contacto con el formato audiovisual desde los comienzos del cine. Por ejemplo, ¡Tango!, de 1933, dirigida por Luis Moglia Barth, la primera película sonora de la Argentina. Aunque la danza no es el tema principal, contiene escenas de baile que muestran formas posibles de articular estos lenguajes. Otros ejemplos pueden ser Callejón sin salida (1938), de Elías Alippi, y Yo quiero ser bataclana (1941), de Manuel Romero, ambas coreografiadas por Mercedes Quintana. En su tesis doctoral sobre la danza escénica en el primer peronismo, María Eugenia Cadús identifica esta modalidad de representar la danza en el cine. La tendencia había comenzado a fines de la década de 1930 y principios de los años 40 y se extendió durante los siguientes años.
En este contexto de diálogo entre ambas disciplinas aparece Apollon Musagète, de 1951, dirigido por la artista checo-argentina Irena Dodal. Consiste en un cortometraje de 16 minutos que adapta el ballet homónimo de George Balanchine, interpretado por bailarines del Ballet Estable del Teatro Colón. Al inicio del film, se exponen las palabras del crítico Fernando Emery, quien define a la obra como una “contribución al cine puro” y afirma que se trata de un “poema visual”, dialogando con la visión de Balanchine de crear coreografías liberadas de los argumentos del repertorio tradicional o significados ulteriores. En este sentido, podemos comprender Apollon Musagèt como uno de los antecedentes más importantes de la videodanza en nuestro país. La obra fue subvencionada por el Instituto Cinematográfico Argentino y participó en varios festivales internacionales como Cannes, Viña del Mar y Berlín.

Durante la década de los setenta, las producciones audiovisuales centradas en la danza comenzaron a proliferar por fuera del circuito cinematográfico. El Instituto Di Tella cumplió aquí un rol muy importante y alentó la experimentación artística e interdisciplinaria. En este marco, el coreógrafo Oscar Araiz presentó las obras Crash y Sinfonía, ambas en 1969, las cuales sentaron un precedente para la danza multimedia. Según Rodrigo Alonso –especialista en arte contemporáneo y nuevos medios–, el primer antecedente específico de la videodanza es Ana Kamien, un cortometraje realizado en 1970 por la coreógrafa y actriz Ana Kamien junto al cineasta Marcelo Epstein. El film fue subsidiado por el Fondo Nacional de las Artes y obtuvo gran reconocimiento. Gracias a la buena recepción de la crítica, Epstein ganó un concurso que le permitió estudiar en el American Film Institute de Hollywood, donde filmó Annunciation, una obra también inscrita en la videodanza.

En 1985, se estrenó Tangos, el exilio de Gardel, de Fernando “Pino” Solanas. Como indica Alonso, esta película –y el tango– fueron fundamentales para el desarrollo de la videodanza y sus gestores. Además de los recursos audiovisuales utilizados para tratar la danza, la película logró la confluencia de diversos nombres que serían pioneros del género, como José Luis Castiñeira de Dios, Margarita Bali, Susana Tambutti y Jorge Coscia.
En 1993, se da un hito definitivo de la videodanza en la Argentina: el Primer Seminario Taller de Videodanza para Coreógrafos y Compositores. El mismo era organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación y estaba a cargo del cineasta Jorge Coscia. Del taller resultaron las obras Temblor (1993), de Silvina Szperling; Crónicas de la tierra (1994), de Melanie Alfie; El banquete (1994), de Paula de Luque, y Paula en suspenso (1993-1994), de Bali.
Dos años más tarde se celebró por primera vez el Festival Internacional de Videodanza de Buenos Aires (VideoDanzaBA), un espacio de promoción, difusión y formación artística en torno al eje cuerpo-tecnología. A este evento le han seguido muchos otros que actualmente forman el Circuito Argentino de Videodanza, compuesto por diversos festivales con sede en Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Resistencia, Posadas y Rosario. Loana Pagani, directora de cine y bailarina, destaca la importancia de estos espacios: “Los festivales generan un público específico, son un punto de encuentro para creadores y espectadores. Sobre todo son los lugares de exhibición de este tipo de obras y permiten que lleguen al público”. También considera que es interesante buscar otros espacios de exhibición para la videodanza, como museos, galerías de arte o centros culturales. “Lo que hace Margarita Bali es muy interesante, porque ella lleva proyecciones a un teatro, donde al mismo tiempo hay danza. Hoy en día hay muchas obras que indagan en lo audiovisual y es común el uso de proyecciones, pero lo interesante es cuando se da una integración entre los diferentes lenguajes”, aclara.

Después de al menos tres décadas de historia, la escena de la videodanza está en pleno crecimiento de la mano de las nuevas tecnologías digitales. La omnipresencia del formato audiovisual en Internet ha puesto a los bailarines y coreógrafos mucho más cerca de estos formatos, al tiempo que los cineastas se interesan por la expresión centrada en el cuerpo y el movimiento. Para Pagani, este cruce de las dos escenas constituye uno de los principales retos: “Algo común en los festivales de videodanza es ver a cineastas que quieren grabar bailarines o bailarines que quieren mostrar la danza a través del video, en lugar de pensar en el todo. En las obras de Margarita Bali, hay una búsqueda que no solo parte del movimiento de los bailarines, sino también de todos los recursos de la cámara: el montaje, los tamaños de plano, el movimiento interno del plano. Hay un montón de cosas que se pueden hacer y que hacen que una obra termine siendo completa”.

Aunque figuras como Margarita Bali y Silvina Szperling –directora y fundadora de VideoDanzaBA– son pioneras, hoy podemos pensar en nuevos nombres que se han convertido en representantes clave del género. Por ejemplo, es interesante la trayectoria de Wanda Lopez Trelles, realizadora audiovisual, investigadora y miembro activista de la Red Iberoamericana de Videodanza (REDIV). Su cortometraje Grulla (2014) ha sido reconocido por el Festival de Danza y Arte Movimiento Vivo y, también, el Festival Internacional de Videodanza Danza Habana, entre otros. Ailén Cafiso e Iván Asnicar, por su parte, son los realizadores de Parque, obra que recorrió el mundo entre 2022 y 2023 gracias a festivales como el Context Film Diana Vishneva, de Moscú; el Dance Camera West, de Los Ángeles; y el MITS, de Barcelona. La experimentación e investigación artística no deja de explorar los alcances de los cruces interdisciplinarios y tecnológicos, contribuyendo a la videodanza como un campo en constante expansión.

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