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Fue una ametralladora de actuación

Entrevista a Martín Goldber, actor participante en el Laboratorio de creación I de Ricardo Bartís.

Por Emiliana di Pasquo




“Nada tenía un fin ni cerraba sentido. Todo derivaba en otra cosa como un sinfín de momentos, escenas y actuación”, expresa el actor Martín Goldber. Sus palabras devienen de la experiencia en torno al Laboratorio de creación I de Ricardo Bartís, llevado a cabo en 2017, y que hoy vuelve a recordarse ya que el pasado 9 de octubre se realizó en el TNA – TC la presentación del libro Ahí vienen, en donde la premisa fue acercar la experiencia artística a un registro literario.

Coautor de Lo quiero ya, junto con Marcelo Caballero, la obra ganadora este año del premio Hugo a Mejor musical off, en este momento protagoniza con Marta Mediavilla Loop, amor sinfin, en el Teatro No Avestruz. Y en esta nota, Martín relata cómo fue su participación en la actividad propuesta por Bartís y qué piensa acerca de trasladar una pieza escénica a formato papel.


¿Cómo describirías tu experiencia trabajando en el Laboratorio de Creación I de Ricardo Bartís?

El Laboratorio fue una experiencia súper enriquecedora. Desde trabajar con un grupo numeroso y talentoso de actores y con un director de la talla como Bartis, hasta el tipo de propuesta que se eligió como trabajo. La dinámica, tanto del Laboratorio como de La liebre y la tortuga, proponía una constante prueba, estar muy presentes entre los actores. Cada función suponía una prueba constante con el espacio, los compañeros y los espectadores. Fueron varios meses de entrenamiento donde se fue adquiriendo y aprendiendo una dinámica escénica, un ritmo y una esencia. No se sabía exactamente qué momento podía venir, qué escena o qué imágenes iban a suceder. Había que estar muy atentos, con los sentidos a flor de piel. Una adrenalina circulaba todo el tiempo. Una fuerza grupal que traccionaba muy fuerte. Fue una experiencia de mucha voracidad actoral, una ametralladora de actuación. “Ahí vienen”, decía Bartis cuando se daba sala y había que estar listos para esa batalla.



¿Cómo fue trabajar con él como director?

En lo personal nunca había entrenado ni trabajado con él. Es muy generoso y tiene una pasión que te contagia. Propone todo el tiempo y te obliga a subirte a un ritmo y a una vorágine que está buenísima. Con sus textos e indicaciones particularizaba a cada actor más allá de lo coral de la propuesta. Su tipo de trabajo tenía como eje la actuación y desde ahí asociar y crear lenguaje, probando constantemente sobre el espacio. Bartís solía repetir acerca de la prueba sobre el espacio escénico con el que contábamos, hizo mucho hincapié en eso. Aparecía la actuación como premisa y desde ahí debíamos ser conscientes del ritmo, del punto de vista, del otro, de las derivas, del espacio, de todo... Te obligaba a estar ahí, con un amplio registro y en constante movimiento, teniendo que proponer sucesivamente. Nada tenía un fin ni cerraba sentido. Todo derivaba en otra cosa como un sinfín de momentos, escenas y actuación. Además había mucha reflexión. Después de los ensayos charlábamos con él sobre las escenas, las cuestiones técnicas y el campo asociativo. Estas conversaciones trascendían también a lo teatral. Eran charlas existenciales sobre el trabajo, la realidad, la actuación y también sobre el país. Fue un gran aprendizaje y una experiencia única.


¿Cómo pensás que funcionaba el tiempo y la percepción para los espectadores del Laboratorio? ¿Todos veían lo mismo?

En La liebre y la tortuga se trabajó en dos espacios. En ambos había una dificultad que era el sonido (la imposibilidad de escuchar por la acústica), y eso formó parte de la propuesta. Además, tanto abajo como arriba, el espectador tenía que elegir qué ver. No podía ver todo ya que en el subsuelo eran más de ocho escenas en simultáneo repartidas por todo el espacio y arriba el lugar era inmenso. Era como ver una gran imagen en movimiento. Un cuadro en el que uno podía elegir ver la totalidad o los detalles. Cada espectador armaba su propia obra o, más aún, su propia experiencia.


¿Consideras importante trasladar una experiencia teatral a otros formatos como, por ejemplo en este caso, a un libro?

Está buenísimo que suceda. Es un momento de repensar y reflexionar. Sirve para eternizar, para volver tangible algo que es efímero como una función o una experiencia teatral. También es un medio para rememorar aquello que tanto placer y disfrute nos dio y al mismo tiempo significó una excusa para permitir el reencuentro entre los cuerpos que trascendieron esta experiencia. Volver a mirarnos, sentir y habitar esa vivencia, pero como diría Bartís, “ni una pizca de melancolía”.



¿Crees que los libros que contienen experiencias escénicas ayudan a la difusión de las mismas?

Claro que sí. Permite traspasar las puertas del teatro y más una experiencia como la del Laboratorio, que no se caracterizó por tener los parámetros y estructura que suelen tener los espectáculos del Cervantes. Fue algo distinto y está bueno que se hable de eso: de su proceso, de su desarrollo y de lo que generó en el ámbito teatral.


¿Cuál es el aspecto qué más rescatas de la experiencia? Algo que rescato es que haya existido un espacio dentro del teatro oficial para una experiencia como ésta. Una convocatoria abierta, donde cualquiera podía presentarse. Eso me parece una oportunidad que no suele suceder, que se hayan abierto las puertas a nuevos actores. Creo que fue un precedente que está buenísimo y que tendría que ser una constante. Estuvo bueno que se haya creado un lugar para la experimentación dentro del teatro oficial, con tiempos que no son los de la producción habitual. En el Laboratorio el tiempo fue en pos de lo que se estaba creando. Rescato a mis compañeros, el compromiso y la entrega. También el haber podido trabajar con un director como Bartis. Destaco, por último, que La liebre y la tortuga fue un espectáculo atravesado por la realidad del país, políticamente comprometido y con una postura y voz propia.

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JÓvenes periodistas

Durante un año, 9    jóvenes de instituciones educativas públicas y privadas, con el acompañamiento de especialistas en la materia, llevan adelante un laboratorio-taller de periodismo y análisis de las artes escénicas, vinculado a la programación del Teatro. Este blog se propone como un espacio de reflexión y análisis a partir de la producción artística del TNA - TC. 

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