Interpretaciones de la obra En lo alto para siempre, sobre los fantasmas, las pausas, los silencios, el tinku y las emociones de los espectadores.
Por Guadalupe Taborda Goldman
En lo alto para siempre, escrita y dirigida por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, es un recorte de cuentos ficcionales y documentos del escritor estadounidense David Foster Wallace, perteneciente a la cofradía de escritores suicidas. Junto a Silvia Plath, Ernest Hemingway y Salvador Benesdra, entre otros, se los conoce como un grupo de escritores que comparten un mismo desenlace: el suicidio. Las directoras se introducen en el mundo de Wallace y lo proyectan en la sala semicircular Orestes Caviglia del Teatro Nacional Argentino – Teatro Cervantes.
Los personajes en escena son una madre, una hija, un hijo y el plomero: Virginia (María Onetto), Lidia (Delfina Colombo), Pablo (Pablo Kun Castro) y Emilio (Marcelo Subiotto). La obra hace foco en el suicidio de Pablo, quien se arrojó del techo de su casa y dejó a su familia abandonada. Transcurre en ese espacio, desde donde se tiró y Virginia, profesora de Filosofía, pasa los días buscando comprender la vida luego del suicidio de su hijo.
“Entonces, ¿cuál es la mentira? ¿Lo duro o lo blando? ¿El silencio o el tiempo? La mentira es que haya que elegir entre una cosa y otra”, escribe Foster Wallace
De repente, la casa comienza a inundarse por un caño roto y Lidia llama al plomero, Emilio, quien rápidamente entra en confianza con la familia y termina subido al techo. El espectador es testigo de que todos, una vez arriba, comienzan a sentirse atormentados por la necesidad de arrojarse al vacío. Las directoras recurren a las pausas y el silencio para ir generando tensión en el ambiente. La obra también busca marcar la diferencia entre el arriba y el abajo, el tiempo y el destiempo, el sonido y el silencio.
La tentación de saltar simboliza el abismo, el arrojo, el limbo, el suicidio; tal vez, solamente, la forma de ahuyentar a los fantasmas de sus conciencias. Virginia recuerda sus charlas con Pablo: “Prefiero un hijo con los pulmones negros que un hijo con fantasmas en la cabeza. Entonces, le dije que fume”. La presencia en silencio de Pablo es permanente y evoca, quizás, el suicidio de David Foster Wallace.
Los lectores del escritor pueden encontrar similitud entre la escenografía y el cuento Forever overhead, traducido al castellano como En lo alto para siempre y que da el título a la obra. En el cuento, Wallace describe el festejo de cumpleaños de un niño que se sube al trampolín de una pileta pero tiene miedo. En la obra, el techo es el trampolín y la casa inundada, la piscina.
“Entonces, ¿cuál es la mentira? ¿Lo duro o lo blando? ¿El silencio o el tiempo? La mentira es que haya que elegir entre una cosa y otra”, escribe Foster Wallace cuando describe al niño en el trampolín frente al agua azul y fría. En sus monólogos, Virginia usa ésta y otras frases como: “¡Es agua! ¿Qué somos cuando esperamos? ¿Cómo hacer para ahuyentar a los fantasmas?”.
Como método de liberación y renacimiento, el elenco baila una danza boliviana para soltar a estos espectros que aparecen. El ritual llamado Tinku alcanza la vida de Pablo en uno de los viajes familiares y se convierte en un bello recuerdo. La palabra Tinku significa encuentro y posiblemente la escena más emotiva de toda la función es la coreografía que recrean estos personajes al recordar la memoria de Pablo.
Ficha técnica
En lo alto para siempre
Dramaturgia y dirección: Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas.
Elenco: Pablo “Kun” Castro, Delfina Colombo, María Onetto y Marcelo Subiotto. Producción: Lucero Margulis. Música: Guillermo Pesoa. Coreografía: Virginia Leanza. Iluminación: David Seldes. Escenografía y vestuario: Mariana Tirantte.
Funciones: De jueves a domingo a las 21. Para comprar entradas haga click aquí: http://www.alternativateatral.com/espacio509-teatro-cervantes
