Por Elis Victoria Rizzo
En un juego sutil y experimental, la visita guiada de este año coloca al espectador en un lugar incómodo pero cómico para generar lo que más ansía: la crítica y la duda.
En un movimiento melodramático que anunciaba el final aunque el público no lo sospechaba, María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza subían lentamente las escaleras del hall de entrada del emblemático teatro que convocaba a los curiosos a dar un paseo por sus instalaciones, admirar su imponente arquitectura e intentar develar sus secretos. Qué cosa más excitante para los amantes del teatro que conocer el detrás de escena, los camarines, ver qué ocultan las puertas de "sólo personal autorizado" y formar parte aunque sea por 50 minutos de 95 años de historia del Teatro Nacional Argentino que en sus idas y vueltas por la lucha en la construcción de un espacio nacional, hoy más que nunca, reivindica la bandera del diálogo con la gente. Caras desorientadas que se miraban entre sí circulaban por el hall, se sacaban fotos en la escenografía bizarra compuesta por el ataúd de María Guerrero entre coronas fúnebres mientras conversaban impacientes a la espera de los guías para continuar con la visita. Pero al abrirse las puertas que dan a la calle libertad como indicador de salida, el encantamiento se rompió y los visitantes supieron que el tren fantasma había llegado al final de su recorrido.
“Es imprescindible pensar el modo en que el Estado se apropia del teatro independiente para producir. Acepté ese dinero escaso por ser un teatro público porque sabía que también iba a hablar de eso: de cómo el Estado nos fagocita como artistas y nosotros nos dejamos fagocitar”, dijo Rodríguez
Acá no hay fantasmas es la propuesta que trae este 2018 Lisandro Rodríguez como visita guiada del TNA- TC. Luego de la elogiada guiada del año pasado, llevada a cabo por Gustavo Tarrío, Rodríguez propone tensionar la relación del espectador con el espacio teatral e invertir, en un juego provocador, los roles de espectador- espectáculo. En la aparente fachada de una visita convencional se esconde un recorrido humorísticamente desordenado con subidas y bajadas por los pisos del teatro, entradas a cuartos, salas, baños -donde nada se sabe y nada se dice - conducido por la histórica pareja fundadora del Cervantes, interpretada por Carmen Tagle y Julián Lucero, dos personajes reconocidos en la escena del teatro independiente por sus registros clownescos.
Generar incomodidad no es usual en la cartelera porteña. Por eso, lo llamativo de esta visita es el uso de esa incomodidad para crear un encuentro entre el espectador y un teatro público que le pertenece. “Es imprescindible pensar el modo en que el Estado se apropia del teatro independiente para producir. Acepté ese dinero escaso por ser un teatro público porque sabía que también iba a hablar de eso: de cómo el Estado nos fagocita como artistas y nosotros nos dejamos fagocitar”, dijo Rodríguez hace pocos meses al diario La Nación.
Y es ahí, en el medio de una visita guiada, donde el público puede observar una arquitectura magnífica pero afectada por la falta de presupuesto; o en el juego propuesto, cuando los trabajadores del teatro hacen sus tareas acompañados por un audio que se reproduce como un loop eterno del actual Presidente hablando sobre los docentes y el Conicet.
Arte y realidad, Acá no hay fantasmas da la oportunidad de ver al Teatro Nacional tal y como es, sin trucos ni maquillaje, entendiendo que se articula alrededor de cientos de trabajadores que hacen posible su funcionamiento. Solo que en esta función los protagonistas son los mismos espectadores.
Ficha técnica
Autoría: Lisandro Rodriguez
Intérpretes: Julian Lucero, Lisandro Rodriguez, Carmen Tagle y Fernando Tur.
Músicos: Fernando Tur y Diego Vainer.
Vestuario: Norberto Laino.
Iluminación: Matías Sendón.
Música original: Diego Vainer.
Producción: Lucía Quintana.
Dirección: Lisandro Rodriguez.
Duración: 50 minutos Funciones: Sábado a las 11.
Entrada: $ 130.
