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La tramoya de Nerón

Crónica de diez ensayos candentes

Se lo conoce por su estética grotesca, política bufona y humor bizarro. Alejandro Acobino, dramaturgo de Absentha, Hernanito, Continente Viril y Rodandollega finalmente al TNA – TC. Durante agosto, septiembre y octubre dos jóvenes periodistas presenciaron ensayos de su último y actual estreno, Enobarbo, con el objetivo de abordar el seguimiento del proceso creativo. Investigaron su obra completa y entrevistaron a algunas personas cercanas al dramaturgo, entre ellos Gabriela Acobino, Osqui Guzmán, Mauricio Kartún, Germán Rodríguez y Florencia Sacchi.

Por Guadalupe Taborda Goldman




Alejandro Acobino escribe Enobarbo como tesis en su cursada de Dramaturgia en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) en el año 2000. Tiempo después de su fallecimiento, en 2011, su hermana Gabriela emprende la búsqueda de sus obras inconclusas y se contacta con Mauricio Kartun. El maestro de Acobino la sorprende y le entrega Enobarbo, que Alejandro le había dejado para su corrección. El papel de Atticus –esclavo de Séneca y luego, ministro de Cultura de Nerón– había sido pensado y escrito para Osqui Guzmán. En el debut, en 2018, el actor también está a cargo de la dirección.

La obra transcurre en la Roma Imperial durante las horas finales de la vida de Nerón, momento elegido por Acobino para satirizar las conspiraciones del poder, el arte y la política. Enobarbo, que en griego significa barba de bronce, fue el apellido de este polémico emperador. Nerón, además de gobernante se consideraba un artista. Sus últimas palabras, antes de ordenar que lo mataran, fueron: “¡Qué gran artista muere conmigo!” En la obra, el dramaturgo elige esta figura histórica para presentar su crítica recurrente al artista pretencioso.

¿Cómo llega Enobarbo al Cervantes? La obra se presentó y quedó seleccionada en la Convocatoria de proyectos teatrales para la programación 2018. En ese momento comenzó a armarse el equipo de trabajo que finalmente, el lunes 13 de agosto, se reunió a pleno en el Teatro Nacional para conocer al equipo técnico de las diversas áreas del Teatro. En esa ocasión, asistí en representación de los Jóvenes Periodistas. Al día siguiente empezaron los ensayos diarios en el cuarto piso. El sábado 18, volví.



Nerón. Primer ensayo

Al llegar, vi a Osqui Guzmán dirigiendo una clase de yoga. En ronda, el elenco completo hacía ejercicios de respiración, proyección de la voz y movimientos corporales. No faltó el aroma a Óleo 31 que Pablo Fusco, nuestro Nerón, llevaba para uso común. La mezcla de eucaliptus, menta, limón y otras esencias recorría de mano en mano toda la sala de ensayo en dos envases diferentes, ambos con la capacidad de relajar y prevenir dolores musculares y de cabeza, restableciendo la energía y la agilidad natural al cuerpo. Estos frasquitos son los que, luego de todo este proceso, aparecen en la obra como suerte de sustancia alucinógena en la fiesta de Saturnales.

Desde hace unos meses llevo mi mate a todas partes. Mis hermanas dicen que es mi intento por parecer uruguaya y no lo niego. Gracias al mate entablé vínculo inmediatamente con los actores. Los primeros fueron acompañados por charlas con Osqui y Pablo. Afirmamos que Acobino y Pepe Mujica coincidían en que las cosas no se compran con dinero sino con tiempo de vida. Ya había leído varias veces Enobarbo, así que entendía de qué iba. “Porque Nerón es incapaz de pedir perdón, sentir culpa. No le importa nada, por eso neronea”, dice Osqui Guzmán enseñando a los actores el sentido de la neroneada. “Nerón juega a que hace arte”, continúa sobre sus canciones en verso. Para asignarles su marca a los personajes de la obra, el elenco debía conocer la historia del siglo I d. C. para lo que recurrió a biografías enciclopédicas. Comprendí que la palabra marca se refería a las particularidades, actitudes, pensamientos y gestos que cada actor debe recrear en su trabajo para definir el personaje.


Sphorus. Segundo ensayo

Mientras me apuraba para no llegar tarde, con desconfianza me pregunté qué hacía yo en los ensayos de una obra si de teatro sabía poco y nada. Sin embargo, de lo que sí sé es de mirar, escuchar, analizar y encontrar. Casualmente y causalmente eso era todo lo que necesitaba, prestar atención a lo que tenía delante.

El grupo se enfocó en quién era Sphorus. Esclavo y muñeco sexual de Nerón, nacido en Bitinia, Asia, Manuel Fanego es el pequeño Sphorus. El director observó la trayectoria que había tomado el actor, apelando a aspectos de la mitología asiática para representar el personaje y dijo: “Del pájaro nace la voz de Sphorus, el dibujo del cuerpo y la sutileza de sus movimientos son los que van a narrar esta historia”. El guión, a partir de ahora, empieza cuando Manu apoya suavemente su mano derecha en el piso y pude notar la transformación de pájaro a esclavo que la música vibrante y mística de Tomás Rodríguez inspira. Mantener presentes los silencios y los espacios sin diálogo fue otro de los aprendizajes del equipo. Osqui Guzmán aclaró que cuando los personajes no conversan, igualmente están queriendo decir algo. Comentaron que Sphorus parte de este silencio firme y que el personaje sin decir nada tiene que dar a entender que a Nerón no lo soporta más. “Los espacios de sombra son también de pensamiento”, continúa Osqui sobre las misteriosas miradas de Sphorus. A lo largo de la obra, el bitinio pasa de ser tímido, sumiso, cosificado a tener determinación y actitud. Esto se manifiesta por revoleos de ojos, risitas y afirmaciones como “y dejará de torturarnos con sus cacareos” refiriéndose a Nerón, la inaguantable “hortaliza cantora”.


Agripina. Tercer ensayo

La escritura cómica de Acobino estalla en las partes más festivas de la puesta. Primero ensayaron la escena del banquete. Segundo, Nerón convoca a sus consejeros a una reunión para resolver el dilema de cómo hacer para que el populacho de Roma conozca el teatro. En ellas, extraordinariamente se destaca la única mujer del elenco. Leticia Gonzalez de Lellis es la noble Agripina, madre de Nerón. “Mujer de cuarenta y pico. Muy sensual. Peligrosa”, según la descripción del dramaturgo. La pregunta constante de los seguidores de “Aco” de por qué no agregaba mujeres a sus obras quedaba inconclusa, hasta ahora. Las mujeres majestuosas de Enobarbo, Agripina y Popea, ambas actuadas por Leti, guían el Imperio. Ellas controlan el gobierno, al pueblo y son las más difíciles de asesinar. El estilo grotesco de Alejandro Acobino se encuentra empíricamente en ellas. El director y el asistente, Osqui Guzmán y Juan Manuel Wolcoff, se sonríen y abrazan cada vez que algo sale como ellos ansiaban, le dan a la obra acompañamiento, objetivo y hermandad.


El teatro y la política actual. Cuarto ensayo

El grupo tenía que decidir en qué momento Nerón se sacaba la máscara de Orestes Matricida, las entradas de la misteriosa bola dorada que refiere al destino, la música, las pelucas, las luces…

Como espectadora y periodista entendí que la política actual nos estaba atravesando. Habían pasado dos días del paro docente por el reclamo de paritarias, mejores condiciones edilicias y un presupuesto educativo digno. Todo estalló cuando se produjo el secuestro y tortura de la docente Corina de Bonis, sin olvidar la explosión de la escuela de Moreno, en la cual fallecieron dos personas de la institución. Era inevitable dejar de asociar los hechos actuales con los de la Roma de Nerón. De todas maneras, el ensayo tenía que seguir. Y siguió, pero Pablo Fusco se hizo cargo –como es su costumbre– y transformó la energía negativa que invadía la sala de ensayo con una sanadora improvisación. Al mechar el texto original con sus propias palabras, retomó una de las escenas de la obra en la cual Nerón tiene un sueño horrible: “¡Ahhh! ¡Qué pesadilla! ¡Qué pesadilla espantosa! Soñé que me perseguía un helicóptero. ¡Me venía a buscar! ¡Ay Atticus fue horrible!”. Rompió el hielo y el ensayo reaccionó inmediatamente. La militancia ocurre en muchos lugares: en la calle, en los partidos políticos, en las escuelas y hasta en el fondo –cruzando un pequeño laberinto en el cuarto piso– del TNA - TC.




Atticus. Quinto ensayo

Acompañada por Elis Rizzo, otra joven periodista, fuimos al ensayo. Como era el día de la primavera, había un ambiente muy caluroso y feliz. Nuria, la beba de Leticia y Osqui, le agregó el encanto que iluminaba al elenco cada vez que entraba a la sala. Ella también se reía y disfrutaba tanto como nosotras. En Enobarbo, Agripina se sube a un banco y se autoproclama directora del banquete. El elenco no podía decidir de qué manera Leticia iba a salir de esa escena. Luego de varios intentos, Manu Fanego, sugirió que sea “a lo reina del banquete”. En la obra, Burrus y Otón (segundo personaje de Manu) la levantan y salen de escena todos juntos.

De camino a mi casa, en la estación Uruguay del subte B me lo encontré a Osqui. Charlamos todo el viaje, llenísimo de gente pero buena oportunidad para la entrevista off y un plus al proceso creativo. Guzmán comparó su dirección de El centésimo mono con Enobarbo y sobre las disciplinas de los actores de esta última obra. Resultó difícil no nombrar a Acobino, terminó confesándome que cuando lo recuerda y habla mucho de él, llega un momento en que se le hace un nudo en la garganta y no puede más. Agregó que Gabi hace todo lo que hace por el cariño que le tiene a su hermano. “Lo adora y es igual a él”, expresó amorosamente. Sobre la formación actoral del elenco, planteó que era muy interesante la mezcla de tonos y que la receta tiene cucharadas del grupo de comedia “Los Bla Bla”, delirio, amistad y amor incondicional. “Actores que vienen con múltiples y distintas formaciones. Me pasó en El centésimo mono, ellos venían del mundo de la magia, y en Enobarbo, con lo cómico que es Acobino, este elenco es perfecto”, explicó sin olvidarse de mencionar a su asistente Juan Manual: “Es un hermano y nos complementamos muy bien, gracias a él la obra va por un grandioso camino”. Con respecto a Nuria, de cuatro meses, mencionó que los ayuda muchísimo, que incluso ella los espera, entiende y acompaña. “Se nota que entiende el significado de esta obra en particular”, dijo Osqui sobre su hija que aparece en los agradecimientos del programa.


Música. Sexto ensayo

Dos semanas antes del estreno, pasaron del cuarto piso a la sala Orestes Caviglia. Una mudanza demasiada notable. El piso de la sala, una increíble belleza, me enamoró. Me pregunté por qué el tesoro del teatro es la típica sala a la italiana: la María Guerrero es incomparable con el desafío semicircular de ésta. Se hacía inevitable, para todos, entrar a la sala sin cantar las letras de Nerón con las melodías de Tomas Rodríguez.

¡Oh obscuridad! ¡Oh interminable noche! / Escucha al pobre Edipo lamentar, / La suerte de su padre y de su madre. / ¿Podrá mi grito el espanto sojuzgar?

Uno de los compromisos más importantes que le tocó asumir en mucho tiempo, la música de Rodríguez llegó a su fecha de entrega. Luego de trabajar juntos durante muchos años, conocidos desde el grupo de improvisación “Sucesos argentinos” que luego devino en “¡Qué rompimos!”, el director de la obra convocó a Tomás a ser parte de Enobarbo. “Este proyecto me dio la oportunidad de sentarme horas a componer una y otra vez. Antes del ‘Orestes Matricida’ hice casi 20 intentos, la típica tarea de escribir en un papel y hacerlo bollo”, dijo sobre su experiencia de la composición de la música.


Burrus. Séptimo ensayo

Los trabajadores del Cervantes que, por cierto, siempre están vestidos de negro, son el conector perfecto de todo este proceso. Todo el personal de escenografía, vestuario y maquillaje, iluminación, producción, mantenimiento, asistencia y colaboración artística, trabajó seis horas por día, de domingos a miércoles desde agosto hasta el estreno. El elenco y la dirección seis horas por día, de lunes a sábados.

Fernando Migueles –el general Burrus, de la Corte de Nerón– además de un excelente actor, es un amuleto de otras obras acobinescas. Amigo y colega del dramaturgo, Migueles recrea al profesor “Lato” de Absentha, la obra más reconocida de Alejando. Noté que los actores de los personajes de Burrus, Séneca y Petronio, utilizan una manera metódica para aplicar las palabras. Ellos usan el recurso de las pausas, modulan y sutilmente representan los diálogos de la obra.




Petronio. Octavo ensayo

Como invitados del elenco, Gabriel Paez y Mauricio Kartun presenciaron el ensayo. Paez, amigo del director, y Kartun, maestro de Acobino y de varias personas del elenco, comentaron la obra. A Kartun le convidé unos mates y lo escuché reír unas cuantas veces. Me enteré que la mayoría de los actores fueron elegidos por Leticia y que cuando ella nombraba a uno, Osqui quedaba más que impresionado. Petronio, el escritor de El Satiricón, está representado por Javier Lorenzo, y es una especie extravagante de Petronio, una figura importante para Nerón y para toda Roma.


Iluminación. Noveno ensayo

Entre mates, averigüé que los trabajadores del Cervantes son los intermediarios entre el grupo de actores y directores con la sala. “Como un coordinador de egresados pero mejor”, comentó Nery Mucci, jefe de escenografía de la obra.

La iluminación combina con ese suelo entrecortado por baldosas de colores blancas, doradas, azules y verdes. El trabajo de Adrián Cintioli, el diseñador de luces, enciende las emociones de Nerón, sigue el relato de Atticus, recrea la conspiración candente en Roma y resalta la belleza de Popea junto al encanto del maestro Séneca. “Las luces acompañan los movimientos y las impresiones. La iluminación es incluso mucho más simbólica que la música”, dice el asistente de dirección, refiriéndose a las emociones de los espectadores. Los reflectores generan esa sensación de tracción, absurdez, ruptura, locura, piélago…


Asistencia de Dirección. Décimo ensayo

Último ensayo general. Una energía mezcla de apocalipsis y ganas de estrenar. La dirección, además, estaba a cargo de Juan Manuel Wolcoff, colega de Osqui de hace veinte años. También estaban Toqui Doumecq y Matías López Stordeur, asistentes de dirección del propio Teatro Nacional, apasionados por el trabajo que requería Enobarbo.

Durante los primeros cinco ensayos que presencié, Juan Manuel representó a Atticus, así Osqui podía dirigir y observar desde otro ángulo la trayectoria del personaje. A medida que pasó el tiempo, Atticus se transfiguró de Juan a Osqui. Parecía extraño, al principio, ver actuar a Osqui en un papel que para mí tenía otra cara. Al conocerse desde hace tanto tiempo, se entendían sin la necesidad de usar palabras. “Como Juan tiene una lógica que respeto y comparto profundamente, para armar el personaje de Atticus funcionamos muy bien. Todo lo que él hace lo investigamos juntos, tenemos el mismo lenguaje. Por eso funcionamos. Muchos de los gestos que hacía él los tomamos para la obra. La marca y el sello del personaje los creamos juntos”, explicó Osqui Guzmán.



Séneca. Ensayo general con público


Experiencia única, primer día con público. Qué nervios, sentía que era parte del elenco. Hasta me sabía algunas líneas, bah, algunas… Al salir de la Orestes Caviglia, en el foyer del Cervantes vi la vitrina en honor a “Aco”. Tan hermosa que me dio piel de gallina. Ahí reconocí el enigmático sombrero del dramaturgo. Seguí mirando sus fotos, un habano, fósforos en caja pequeña, botellitas de absenta. Para mí ya es una figura importantísima, desde que comencé este proceso, todos los días hablo de él. Con ganas de referirme a Alejandro Acobino como algo mío que no es: ni mi colega, mi amigo, ni siquiera un conocido, logré nombrarlo Aco muy respetuosamente porque me gusta su pluma, su obra, su ternura, su política, su arte, su humor.

“Actor es una palabra que le da sentido a mi vida, es hermosa”, expresó Pablo Seijo, el Séneca de esta puesta. “Me divertí mucho tratando de armar un Séneca un poco berreta. No quería ocupar un lugar de figura o de alguien que dice lo correcto. Todo lo contrario, quería hacer un aparato”, continúa Seijo. Luego de ver Enobarbo, volví con unas intensas ganas de terminar El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder, uno de los grandes libros de la filosofía que nombra al estoico Séneca. De ahí el sentido de la frase “felicidad es no necesitarla” que aparece en la obra. Los estoicos eran también humanistas, creían en el microcosmos, pensaban que cada ser humano es un mundo en miniatura. Son los estoicos a quienes les surge la idea de que el ser humano es algo sagrado. “No desmerezcamos a la casualidad que por casualidad estamos vivos”, otra de las célebres frases de Lucio Aneo Séneca: escritor, filósofo, político e infinidad de cosas más.



Cóctel. Estreno. Vinos y conversaciones.

Para sintetizar: conocí las obras de un dramaturgo argentino, en mayo vi Absentha, en julio, Rodando y en agosto empecé a ver ensayos de su inédita Enobarbo. Leí los libros que juntan sus escritos, conocí a sus colegas, amigos y por último conocí a Gabriela Acobino, su hermana, la cuidadora de la historia de Alejandro. Con una sonrisa me comentó anécdotas, explicó las distintas fotos que reposaban en el foyer y me detalló uno de los incontables chistes que Alejandro solía decir. Por último brindamos por Aco. Fue como brindar con él, sólo que me quedé con estas palabras en la boca: “Gracias” y “¡Buen estreno!”


Ficha Técnica

Con Manuel Fanego, Pablo Fusco, Leticia González de Lellis, Osqui Guzmán, Javier Lorenzo, Fernando Migueles y Pablo Seijo.

Producción: Lucero Margulis, Leandro Fernández.

Asistencia de dirección: Juan Doumecq, Matías López Stordeur.

Música original: Tomás Rodríguez.

Iluminación: Adrián Cintioli.

Vestuario: Gabriela Aurora Fernández.

Escenografía: Mariana Tirantte.

Colaboración artística: Juan Manuel Wolcoff.

Dirección: Osqui Guzmán.

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JÓvenes periodistas

Durante un año, 9    jóvenes de instituciones educativas públicas y privadas, con el acompañamiento de especialistas en la materia, llevan adelante un laboratorio-taller de periodismo y análisis de las artes escénicas, vinculado a la programación del Teatro. Este blog se propone como un espacio de reflexión y análisis a partir de la producción artística del TNA - TC. 

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