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Derivas filosóficas - El sacerdote que se volvió actor

En su camarín, luego de la función de Sagrado bosque de monstruos,Hugo Mujica nos habla de su relación con Marilú Marini, del acto creativo y de las variadas vueltas que puede tener la vida, esas vueltas que solo de la mano de la filosofía se pueden explicar.

Por Elis Victoria Rizzo



“La creatividad del que crea está espejando la dimensión creativa de todos”, dice Hugo, cruzado de piernas, en el silencio de su camarín del TNA – TC. ¿Qué decir de un hombre que es sacerdote, escritor, filósofo, practicante de yoga y que ahora se desempeña como actor? Bueno, la particularidad de Mujica es que es y puede hacer todo esto a la vez.

Pasada gran parte de su vida en Nueva York, este personaje en el que confluyen la religión, el arte y la filosofía, es dueño de una historia extravagante. Desde experimentar la psicodelia de los 60, entablar amistad con Allen Ginsberg hasta asistir al emblemático festival de Woodstock, “las aventuras de Hugo” podría ser el título que mejor resume su vida. Sin embargo, después de unirse a la orden Trapense, donde pasaría siete años en silencio como monje, es cuando descubre el género que explota las raíces de su trabajo: la poesía.

Este señor, viajero por excelencia, desembarca en el Teatro Nacional tras el estreno de Sagrado Bosque de Monstruos, obra que nació alrededor de Santa Teresa de Jesús, para ayudar al espectador, a través del diálogo, a entender a esta figura emblemática del siglo XVI.


¿Es tu primera experiencia en el teatro?

Salvo la vida, sí. (risas). En realidad debuté hace unos años cuando se inauguró el CCK en una performance de Sofi Cala cuando vino a la Argentina. Ese día debuté y fui muy feliz, la pasé muy bien. No tengo ninguna otra experiencia con el teatro.


¿Cómo llegás al TNA – TC?

Lo que pasó es que me llamaron de acá para hacer el coaching de la obra. Me llamó Tantanian, me dijo que iba a trabajar con Marilyn…


...Marilyn?

Sí, porque yo juego con ella que al ser MM puede ser María Magdalena o Marilyn Monroe (risas).



Contame cómo se conocieron con Marilú

Una vez, hace mucho años, había tenido una cena con ella en la casa de Silvina, una amiga. Después, cuando ella hizo la obra sobre Beethoven, 33 variaciones, me pidieron que fuera a ver un ensayo. Ese día, en el ensayo, Marilú dijo algo y yo le dije que no era eso lo que ella quería decir, que era otra palabra. Recuerdo perfectamente como se paró en seco. Pensé que se había enojado, pero al instante agregó: “Entonces tiene razón mi hija”. Se refería a su hija en la obra. Al decir esto noté que estaba rehaciendo toda la obra en su cabeza. Y ahí fue cuando me di cuenta que estaba frente a una artista. Después, cuando me llamó Tantanian, que había sido alumno mío de Filosofía, a mí mucho no me convencía la idea de hacer el coaching, pero como iba a trabajar con Marilú, dije que sí.


¿Cómo nació tu papel en la obra?

Creo que al principio mi papel iba a ser un monólogo. Cuando pregunté qué tenía que hacer como coaching, Tantanian me dijo: “Vos venís y nos hablás de lo que querés”. Entonces nos empezamos a reunir y a hablar. Les llenaba la cabeza. Nos reunimos dos meses. Conversábamos sobre todo el siglo XVI y en torno a Teresa de Jesús. Un día me dijeron que lo que querían en realidad era que yo estuviese en la obra con Teresa. Esa creatividad que nos dábamos con Marilú mutuamente al hablar, Tantanian dijo que quería que lo viera la gente. Y ahí nació lo que se ve en la obra ahora, ese diálogo.


¿Qué impresión tuviste al leer la obra?

Al comienzo me despistó el texto, la obra me parecía a mí y a todos, hecha de pedazos. Más allá que esa es una elección estética, nos llevó trabajo engranarlo. Pero todo eso con el tiempo nos generó algo. Y ahora la veo como a una unidad. Con respecto a Teresa, mi sensación es que ella es el punto de referencia, como toda construcción histórica. Creo que la obra, la referencia, se condensa al final, en el éxtasis de Teresa. Todo lleva y converge ahí. Eso también se da porque el trabajo de Marilú es más escénico que argumental, que creo que podría funcionar tranquilamente por ejemplo, como cine mudo.


¿Cómo se llegó al cruce de “lo sagrado” con “lo profano” representado por el baile y el carnaval?

Lo carnavalesco salió de la idea de Teresa. Ella bailaba en el convento. Traían panderetas, muñecos. Ella era muy celebradora. Decía que se necesitaba la diversión, que eso estaba bien. Era una mujer muy alegre. Crió una sobrinita dentro del convento toda su vida. Y parece que era atractiva también. Antes de su conversión, era a la que mandaban a las familias para recaudar plata. Porque era alegre y atractiva.


Con respecto a tus conocimientos sobre la santa, ¿qué podrías compartir con nosotros?

Hay dos grandes líneas de mística. Una que remite más a la mística frente a lo absoluto y la otra es la mística dentro de una religión. Santa Teresa nunca abandona la religión como institución. Se podría pensar que ella siempre está simbolizando, siempre está rebotando y simbolizando. La de ella fue una mística de la nada, por así decirlo, que podría trascender a las diferentes religiones. Sin embargo, permanece siempre dentro de la institución, transformándola, pero desde adentro. Realiza una revolución impresionante al llevar los libros dentro de los conventos, lo que coloca en duda la autoridad institucional. Ella sostenía que los argumentos, a los que sólo se podía acceder por medio de la institución, se adquieren en la vivencia, en la experiencia de la lectura.


En el diálogo primero con Marilú mencionás lo sagrado como un acto de creación. ¿Podrías explicarnos un poco más?

El fondo último, eso que no es nada, es expresividad. Si sacás, si te deconstruís, las cosas acontecen. La creación está siendo ahora. No hay un acto creador en sí, sino que al dejar que las cosas acontezcan aparece la creación. Yo soy lo que le está pasando a Dios ahora. El hecho, para que eso suceda, es abriendo el espacio. Cuando vos te vaciás, no quedaste vacío, sino abierto. Y ahí aparece lo que siempre estuvo: la creación.


Entonces el vaciamiento es un acto creativo...

El vaciamiento es una receptividad en sí. Para mí la creatividad es una receptividad. Como te decía, todo está en expresión. Creo que el vacío es acoger. En el silencio lo que aprendí fue a escuchar, porque el silencio no es nada, sino captar que todo está siendo expresado y solo vos no estabas ahí para escuchar, para acoger y dar forma.


Los años que pasaste en silencio dentro del monasterio, ¿creés que ésa es una forma de vaciamiento, de deconstrucción del yo?

Ese es el sistema. Es una deconstrucción total. El sistema funciona en silencio, porque así no podés seducir a nadie. Al silenciarte te sacan lo más propio que es la voz. Y al estar bajo obediencia de trabajo en el monasterio, no tenés proyecto. Tampoco hay espejos. Entonces te van despojando de las cosas a través de las cuales construiste tu identidad. Tu ego. Y de repente ahí, es cuando te das cuenta que estás simplemente en bolas.



En la vorágine del día a día se hace difícil alcanzar ese vacío

Y si estás vacío es porque creés que te falta algo nuevo. Por eso hay que convertirse más allá de la expresión. Hay un momento en que hay que tomar una decisión. Una vez, hace muchos años, hablando con Pedro Aznar dije que “bastaría desenchufar el teléfono para desconectarse” y los dos pensamos “qué miedo”. Siempre es una idea aterradora el desprenderse de todo.


¿Pero entonces en qué momento entraría el acto creativo?

El acto creativo es receptivo. Cuando nací, yo recibí mi vida. De ahí en adelante todo es recibir. Caminás, te dicen nombres. Uno entra en un mundo que ya es expresión. Y lo que vos podés hacer con esa expresividad es ponerle tu propia voz. Entonces vaciarse es estar abierto a lo que la vida está creando. Cuando te enamorás no salís a la calle y decís “me voy a enamorar”, te enamorás, te pasó. Lo loco es que si uno piensa, todo nos está pasando en la vida. Después decís que sí o que no. Pero la vida misma es lo que nos está pasando todo el tiempo.


Es por eso que la creación en Santa Teresa se puede ver en el detalle, en lo cotidiano...

Pero eso pasa porque la creatividad del que crea está espejando la dimensión creativa de todos. Así como en el arte se simboliza la creación artística, en la religión se da el lugar donde se simboliza la dimensión espiritual. Pero incluso el acto creador técnico, es receptividad. Para mí, al volver la atención a la escucha, el lenguaje puede decirme algo que no había dicho todavía.

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JÓvenes periodistas

Durante un año, 9    jóvenes de instituciones educativas públicas y privadas, con el acompañamiento de especialistas en la materia, llevan adelante un laboratorio-taller de periodismo y análisis de las artes escénicas, vinculado a la programación del Teatro. Este blog se propone como un espacio de reflexión y análisis a partir de la producción artística del TNA - TC. 

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